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TRADICIONES E IDIOSINCRACIAS. LAS RELACIONES ENTRE CATALUÑA Y ARAGÓN EN LA HISTORIOGRAFÍA (SIGLOS XI-XIII)

TRADICIONES E IDIOSINCRACIAS.

LAS RELACIONES ENTRE CATALUÑA Y ARAGÓN EN LA HISTORIOGRAFÍA

(SIGLOS XI-XIII)

Stefano Maria Cingolani

 

1. INTRODUCCIÓN 

 

Desde el momento de su constitución (y a lo largo de mucho tiempo) de los territorios que formaron la Corona de Aragón, los dos con más pasado por conjugar son Aragón y el condado de Barcelona (que de la unión recibirá impulso para definirse definitivamente como Cataluña), mientras Mallorca y Valencia, una vez olvidado su pasado musulmán, aún tardaran mucho en crearse un pasado y una conciencia distintiva. La formación de esta unidad bicéfala planteó desde su inicio y a lo largo de su historia muchos problemas de muy distinta natura que comportaron distintas soluciones. El objetivo de esta comunicación es ver cómo la historiografía medieval interpretó las relaciones entre el reino de Aragón y los condados catalanes, antes, i Cataluña después.

Apoteosi Heraldica - 1681

Mi propósito es limitado y, al mismo tiempo, variado. Los límites vienen del hecho que mi perspectiva privilegiada es la de la percepción desde Cataluña; y eso no solamente por mi mayor conocimiento de la historiografía catalana, sino también por su mayor variedad y articulación, y finalmente porque, una vez unidas las dos dinastías, veremos que la mirada de los monarcas es dirigida privilegiadamente desde el Principado hacia Aragón. Como se podrá comprobar, a parte de la falta de estudios pormenorizados, la historiografía aragonesa por un lado mantiene más fuerte la conciencia de la derivación de su dinastía real de la monarquía navarra, así que tiende a asumir modelos bien navarros bien genéricamente hispánicos, en todo caso privilegiando la conexión con Navarra. 

Por otro lado, la breve existencia del reino de Aragón gobernado por una dinastía real propia no le ha permitido elaborar un modelo historiográfico autónomo que, de no haberse extinguido la dinastía –con la consecuente unión con el principado de Cataluña–, se hubiera dado, posiblemente, en el transcurso del siglo XII.1 De todas formas, y por lo que parece, el problema se planteó mayoritariamente desde la perspectiva y la necesidad de legitimación y continuidad de los condes de Barcelona una vez recogieron la heredad real aragonesa. Mi objetivo es limitado también porque en muchos casos las perspectivas están condicionadas por las circunstancias o por el especial punto de vista del cronista, aunque se puedan percibir ciertas constantes en los textos más directamente vinculados con los condes y, después, reyes de la casa de Barcelona.

La variedad se debe al hecho que, si bien se puede apreciar cierta continuidad, con su evolución, a lo largo de los siglos, la misma singularidad de los diferentes testimonios permite ver la presencia de posiciones muy diferentes según las épocas o los ambientes de producción de los textos, hasta de la misma ideología del propio historiador, hechos que son el reflejo de planteamientos distintos y que permiten perfilar un panorama que, con sus límites, responde a ideas y visiones que no son en absoluto unívocas o fijas. Es decir, que de este análisis saldrán modelos y aspectos que sólo en algunos casos pueden significar una tendencia más general.

Sin embargo, en el siglo XII parece percibirse la necesidad de manifestar y crear las razones ideológicas de la continuidad; el reinado de Jaime I verá más bien la propuesta de definir las historias particulares ante-unión de la nueva historia común en tanto que Corona de Aragón; mientras a lo largo del reinado de Pedro III veremos la emergencia de otras tendencias y posiciones. Igualmente será útil e interesante empezar con las relaciones y sus reflejos en la historiografía de la época anterior a la unión.

 

 

2. LA ÉPOCA CONDAL

 

Un texto historiográfico exprime y refleja el horizonte de interés político del historiador que escribe y, a veces, también de la comunidad de la cual es el producto. En el caso de unos anales, que es la primera tipología con la cual nos encontramos, este horizonte puede variar y modificarse con el paso del tiempo, a medida que se van compilando secciones del texto y van llegando, o se buscan, informaciones.

Miniatura de la Biblia de Ripoll, realizada en el siglo XI
        En los anales de Ripoll, y sobre todo en los Annals de Ripoll IIque es la serie más larga y compleja (aunque no incluya todo el material analístico presente en el monasterio), hasta principios del siglo XI la única mirada de interés fuera de los condados catalanes es hacia el norte, hacia el regnum Francorum, o el este, hacia Roma y el papado, hechos bastante evidentes dada la situación política de la tierra, pero nada se recuerda de los otros territorios hispánicos, ni cristianos ni musulmanes.2 Las cosas empiezan a cambiar a principios del siglo XI, en coincidencia con el progresivo alejamiento de los monarcas franceses de la dinastía Capeto y el final de la ofensiva cordobesa liderada por Al-Manṣūr y su hijo al-Malik. Este cambio de perspectivas se materializa en el anal relativo a la expedición catalana a Córdoba de 1010.

También en esta época empiezan a aparecer los óbitos de reyes de Navarra, Aragón y Castilla (y tenemos que imaginar que tal interés fuera precedente y hubiera que esperarse a la muerte de los monarcas para poderlos entrar en los anales). De hecho, a partir de ca. 1035 son entrados con cierta regularidad tanto los óbitos como algunas empresas o conquistas. No siempre es fácil o seguro distinguir de qué rey se habla porque hay claramente dos fuentes de información diferentes, y en unos casos el monje (o monjes) que introdujo estas entradas comete un error: creyendo que la datación que le había llegado tenía que ser segundo el sistema de la Era –mientras era en años– le sustrae 38 años, de esta forma tenemos tanto entradas duplicadas (algunas aparentemente correctas y otras no), como entradas en las que no siempre es evidente el sistema de datación.3  Aun así, y con la duda de si se recuerda o no la muerte de Sancho III el Mayor (que es posiblemente entrada el año 1076), tiene su punto de interés constatar que hasta principios del siglo XII, justamente a empezar por los tres hijos de Sancho III, son recordados muertes y hechos de los reyes de Castilla, Navarra y Aragón. Los que siguen son los anales relativos (de los cuales he eliminado las noticias ajenas, como las muertes de papas o condes):

 

Era MLXIII, anno Domini MXXV. Obiit Garsias rex in Ataporcha.

Era MLXVI, anno Domini MXXVIII. Obiit Reimirus rex.5

Era MLXXII, anno Domini MXXXIIII. Obiit rex Sancius minor.6

Era MLXXIII, anno Domini MXXXV. Obiit […]. Et Sancius rex de Castella.7

Era MXCII, anno Domini MLIIII. Obiit […] Garsias rex.8

Era MCI, anno Domini MLXIII. Obiit Reimirus rex. Et cabtus fuit castel Duses.9

Era MCIIII, anno Domini MLXVI. Obiit Ffredalandus rex.10

Era MCX, anno Domini MLXXII. Obiit rex Sancius in Zamora.11

Era MCXIIII, anno Domini MLXXVI. Obiit rex Sancius Pampilonensis vetulus. 12

Era MCXXIII, anno Domini MLXXXV. Haboletum captum est a rege Aldefonsus mense maii.13

Era MCXXVII, anno Domini MLXXXIX. Munso captum est a rege Sancio e[t] Petro filio eius, die sanctis Iohannis, in die dominica.14

Era MCXXXI, anno Domini MXCIII. Valencia capta est a Rodorico.15

Era MCXXXII, anno Domini MXCIIII. Obiit Sancius rex Aragonum […].

Era MCXXXIII, anno Domini MXCV. Hoscha capta est et factum est bellum in campo Alcoraz.

Era MCXXXV, anno Domini MXCVII. Oscha civitas capta est.16

Era MCXLII, anno Domini MCIIII. Obiit [Petrus] rex Arogonensis qui regnavit annos XI.

 

Estos anales merecen algún comentario, porque no creo que sean simplemente el reflejo de una ampliación de los horizontes de atención de los monjes analistas de Ripoll. Se puede ver cómo estos siguen interesados, aunque con cierta discontinuidad, en los asuntos de los otros reinos hispánicos, hasta Castilla, hasta la muerte de Pedro I de Aragón. Hay una entrada que llama mucho la atención, la que recuerda la toma de Valencia por parte del Cid, ya que es la única mención de él en toda la historiografía catalana. La única, a parte del Carmen Campidoctoris (*), a él íntegramente dedicado. Aunque aún se discuta sobre su datación y origen, lo que parece bastante claro es la vinculación del poema con los círculos cercanos al joven Ramón Berenguer III y fieles a su padre, en oposición al conde fratricida Berenguer Ramón II, el deuteragonista del poema, villano y derrotado.17 Esto dejaría pensar que, a pesar de la competencia entre Aragón y el condado de Barcelona por la expansión y la recaudación de parias en los reino de taifas de Zaragoza, Lérida y Tortosa, los monjes de Ripoll, de acuerdo con la corte barcelonesa de los Ramón Berenguer I, II y III, aún consideran el reino aragonés si no como aliado, seguramente no como un enemigo y un competidor.

La situación, sin embargo, parece cambiar con el reinado de Alfonso I el Batallador, aunque sea contemporáneo de Ramón Berenguer III. Llama la atención el hecho de que se recuerden las conquistas tal vez de Graus y seguramente la de Huesca, mientras nada se dice de las numerosas y más importantes adquisiciones de Alfonso I. La muerte del rey es recordada, por supuesto, y también algunas de sus empresas. Pero el anal a él dedicado es significativamente introducido tiempo después del pacto de matrimonio entre Ramón Berenguer IV y Petronila/Urraca;18 es decir, una vez que el reino de Aragón ha dejado de ser competidor directo, y hasta enemigo, para unirse a Cataluña bajo el dominio del mismo conde de Barcelona, de tal manera que la gloria del Batallador, en lugar de hacer sombra a los condes de Barcelona, ahora se nos presenta como ilustre predecesor de estos, en concreto del príncipe Ramón Berenguer IV:


Era MCLXXII, anno Domini MCXXXIIII. Obiit Ildefonsus rex Aragonensis apud Fragam, ubi et Centullus de Bie[r]n, Aymericus de Narbona ac multi alii christiani perierunt. Hic mirabilis Sarracenorum debellator nituit, nam Saragustam urbem opinatissimam, et civitatem Tirassonam, et mirabile opidum Tudelam cepit, preter alia opida plura que regno suo adiecit. Quiescit apud Montem Arogonensem. Huius ffrater Rainimirus monachus in regnum sublimatur, quia nulla eius proles remanserat. Qui Raynimirus uxorem accipiens, filiam ex ea suscipiens, cum foret in utiles regno, ipsam filiam Raymundo comiti Barchinone cum regno tradidit, et ipse in monachatum finivit vitam.19

    (Era el año 1372, en el año del Señor 1344. Ildefonso, rey de Aragón, murió en Fragam, donde perecieron Centulo de Bie[r]n, Aymeric de Narbona y muchos otros cristianos. Este maravilloso conquistador de los sarracenos triunfó, porque tomó la ciudad más famosa de Saragusta, y la ciudad de Tirasson, y la maravillosa ciudad de Tudela, además de muchas otras ciudades que añadió a su reino. Descansa en el monte Arogona. Su hermano Rainimirus, un monje, ascendió al reino, porque no quedó descendencia suya. Quien, tomando a Raynimirus por esposa y quitándole una hija, cuando estaba en el reino útil, le dio a su hija a Raymund, conde de Barchinon, con el reino, y él terminó su vida en el monaquismo.)

 

Aunque las relaciones –tanto políticas como eclesiástica y personales– de los condados catalanes con los otros reinos hispánicos sean muy anteriores a la mitad del siglo XI,20 y esta ampliación de los intereses de los analistas se pueda fácilmente explicar con los cambios en la política de los condes de Barcelona, me parece que la causa de esta modificación de perspectiva se debe a un hecho y un momento muy concretos, ya que no son solamente los anales los que apuntan en esta dirección: diría que el momento y el episodio es el contacto entre el abad Oliba de Ripoll y Sancho III Garcés el Mayor, el cual entre 1023 y 1025, seguramente por el trámite de Poncede Tabernoles, obispo de Oviedo y después de Zamora, escribe dos veces al abad de Ripoll para interrogarlo sobre la cuestión de la legitimidad del matrimonio entre su hermana Urraca y Alfonso V de León.21

Pero se puede comprobar, como ya he anticipado, que la relación del reino de Aragón, al menos con Ripoll, es más amplia y más significativa, y estrechamente vinculada a otra faceta de conservación de la memoria desarrollada por el cenobio y en directa consecución de la obra y la ideología del abad Oliba. Este, en su largo abadiado, había dado dos pasos significativos y muy importantes por lo que respecta a este análisis. Por un lado había empezado a construir el monasterio como un panteón condal. Ante el abandono de Ripoll por parte de los condes de Cerdaña, vinculados a su nueva fundación de Sant Martín de Canigó y del parcial de los condes de Barcelona, siempre más arraigados en Barcelona,22 hará para que Berenguer Ramón I, el hijo de Ramón Borrell y de su gran amiga, la condesa madre Ermessenda, sea enterrado en Ripoll, y, al mismo tiempo, reivindica el monasterio como cuna de las diferentes dinastías, celebrando a los muertos que allí descansaban en el poema Distica epitaphia.23

Sin embargo, el abad Oliba cumplió otro paso, muy probablemente consecuencia de sus relaciones con la abadía de Cluny. En el sínodo de Vic de 1030 el abad establece que “Statuimus etiam pro omnibus in nostro episcopatu hoc año defunctis, hac feria IIª, magnum officium celebrari ab omnibus clericis qui sub nostro episcopatus commanent terminis”.24 Ahora, según esto, podemos pensar que al menos la primera celebración, la del día de los muertos, es directa consecuencia del influjo de Cluny, como demostraría la presencia al ms. ACA, Ripoll 151, f. 32r del s. XI del Statutum sancti Odilonis abbatis de defunctis.25 Sin embargo, me parece que la liturgia de los muertos no se limitaba a su obispado, porque el obituario de Ripoll no incluye sólo y generalmente a todos los condes catalanes (también de otros obispados), sino que están también presentes los reyes de Aragón, ya que encontramos recordados Ramiro, Sancho Ramírez, Pedro i Alfonso:26


VII idus maii Raimirus rex.

Pridie nonas iunii Sancius rex.

Kalendas iulii Alifonsus rex.

IIII kalendas octubris Petrus Sancius rex Aragonum.27 


El 7 de mayo, el rey Raimirus 

El día nueve de junio, el rey Sancio 

Calendas de Julio Rey Alifonso III 

Calendas de Octubre Pedro Sancio, rey de Aragón.



No creo que la inclusión de los monarcas aragoneses en el necrologio de la abadía sea una casualidad totalmente desligada de su presencia a los anales, sino que tiene que responder a la misma asunción de éstos como amigos del monasterio y en consecuencia de las tierras de Cataluña, en tanto que entran en la misma comunidad memorial de celebración de los muertos. Un corolario me parece evidente: la comunicación tenía que darse en los dos sentidos. Así al interés de Ripoll (con lo que podía conllevar de interés para los condes de Barcelona) tenía que corresponder un paralelo interés por parte de los reyes de Aragón de formar parte de la comunidad memorial de Ripoll, aunque estuvieran construyendo su propio panteón en San Juan de la Peña.28

 

 

3. RAMÓN BERENGUER IV Y LA UNIÓN DE LAS CORONAS

 

Es evidente que la unión de las dos coronas tenía que aportar algún cambio en la visión con la que la historiografía presentaba las relaciones entre Cataluña y Aragón. Evidente, pero la forma en que lo hizo no ha sido unívoca ni, hasta el momento, se han individuado claramente algunas de esas formas.29

El conde Ramón Berenguer IV tuvo la que, forzando un poco, podríamos llamar precoz conciencia de la propaganda. De tal manera que hizo diseminar por el Principado y fuera de él una reducida serie de anales en que solamente aparecían las conquistas de Mallorca, por parte de su padre, y, por su parte, las de Almería, Tortosa, Fraga y Lérida, eventualmente con el añadido de Miravet i Ciurana. Este dato sirve, sobre todo, para tener la seguridad que una serie de anales producida durante su reinado tenía más posibilidades de lo normal de ser fuertemente marcada por la ideología condal.30 Y es justamente el caso de los Annals de Tortosa II, serie de la familia Rivipullense, expresamente formada para la catedral de Tortosa en 1151. No olvidemos que la ciudad había sido conquistada en 1148, que era tierra de frontera (marka) con el ˇSarq al-Ándalus y punto avanzado por donde, en los programas, tenía que seguir la actividad de expansión, aunque, de hecho, bajo Alfonso II ésta siguió por la Extremadura aragonesa.

Esta serie, en tanto que expresamente creada por una iglesia catedral, muestra especial atención al elemento eclesiástico; sin embargo, las entradas más directamente políticas siguen la que me parece una lógica muy clara. En primer lugar, esta serie se diferencia de las otras por tener un punto de partida reciente y no remoto, ya que la primera entrada recuerda la conquista de Huesca:

 

Era MªCXXXV, anno MºXCVII. Capta est Oscha a Petro Sancio rege Aragonun.

Era MªCªXLII, anno MºCºIIII. Obiit Petrus rex Aragonum.

Era MªCXLVII, anno MCVIIIIº. Obiit rex Yldefonsus.

Era MªCLIII, anno MºCXV. […] Et capta est Maiorica civitas a Raimundocomite Barchinone et Pisanis. Pro hoc irati, Moabiti [Barchinona veniunt et multa gastaverunt], et multi ex eis perierunt in loco qui dicitur Martorel.

    Y la ciudad de Mallorca fue capturada por Raimundo, conde de Barcelona y los Pisanos. Por esto se enojaron los moabitas [vinieron a Barcelona y gastaron mucho], y muchos de ellos perecieron en un lugar llamado Martorell. 

 

Era MªCªLVI, anno MºCXVIII. […] Et capta est Cesaragusta civitas.

Era MªCªLXXªII, anno MºCºXXXºIIIIº. Obiit Yldefonsus rex Aragonum apud Fragam, et Centulus de Biarn et Aimericus Narbonensis et multi alii christiani perierunt. Hic mirabilis sarracenorum debellator nituit, et Caesaraugustam urbem opinatissimam, et civitatem Tirasonam et mirabilem opidum Tudelam cepit, et alia oppida pluraque que in regno suo arguescunt.

    Yldefonso, rey de Aragón, murió en Fragam, y Céntulo de Biarn y Aimérico de Narbona y muchos otros cristianos perecieron. Este maravilloso conquistador de los sarracenos partió y tomó la ciudad más famosa de César Augusto, y la ciudad de Tirasón, y la maravillosa ciudad de Tudela, y otras ciudades y muchas más que reclaman en su reino.

 

Era MªCªLXXªVIIª, anno MºCºXXXºIXº. Comes Barchinone Remundus suscepit regnum Aragonum.

Era MªCªLXXXV, anno MºCXLVII, kalendas novembris. Capta est Almeria.

Era MªCªLXXXVI, anno MºCºXLVIII, tercio kalendas ianuarii. Capta est Dertusa.

Era MªCªLXXXVII, anno MºCºXLVIIII, nono kalendas novembris. Capte sunt civitates Ylerde et Frague.

Era MªCªXCIª, anno MºCºLIII. Aschalona a rege Iherosolimitano et Siurana a Raimundo comite capte sunt.31

 

Los anales están claramente marcados por dos directrices de claro significado político: por un lado, la guerra contra el Islam, punto de confluencia entre los intereses religiosos y profanos del texto, como refrendan las noticias relativas a la conquista de Jerusalén (año 1098), la creación de los Templarios (año 1128, “Inventa est religio domus milicie Templi”), o las añadidas para continuar la serie relativas a la toma de Ascalona (1153), al comienzo de la Cruzada contra los Albigenses (1208) o a la conquista de Castielfabib por parte de Pedro II en 1210. Por otro lado, expresa claramente una idea que tenía que ser evidente y necesaria: la de la continuidad entre los reyes de Aragón y los condes de Barcelona, aquí representada por su faceta de conquistadores de tierras al Islam. Este aspecto lo revela con claridad el hecho de no recordar la antigua historia condal, como hacen los otros representantes de la familia, sino que se destaca la reciente expansión aragonesa y después catalana. ¿Qué otra cosa puede significar empezar la serie con la toma de Huesca, interpretada como la primera y fundamental etapa de la imparable expansión aragonesa, hasta la muerte de Alfonso I en 1134?

 

 

4. LOS REYES DE ARAGÓN DE LA CASA DE BARCELONA

 

El problema de la continuidad entre los monarcas aragoneses de la dinastía navarra y los de la dinastía barcelonesa tal vez se tenga que analizar desde un punto de vista más amplio y complejo. Sin embargo, la historiografía, o mejor en este caso, el pensamiento histórico, nos brinda datos para la reflexión. Me voy a referir, ahora, a la ideología de los reyes de Aragón del Casal de Barcelona tal y como se empezó a fraguar a lo largo del reinado de Alfonso II el Casto.

Alfonso II tiene, entre 1173 y 1192, cuatro proclamaciones de constituciones de Paz i Tregua.32 Me parece muy significativo que, a parte de las de Barbastro de 1192, las de Perpiñán y Fondarella de 1173 y las de Gerona-Vilafranca de 1188 presentan todas el mismo prólogo de teoría de la monarquía, solo que con pequeñas variantes:


Divinarum et humanarum rerum tuicio ad neminem magis quam ad principem pertinet, nichilque tam proprium debet esse boni ac recti principis quam iniurias propulsare, bella sedare, pacem stabilire et informare, et informatam subditis conservandam tradere, ut de eo non incongrue dici et predicare possit quod a príncipe regum dictum est, per me reges regnant et potentes scribunt iusticiam.33

    El juicio de las cosas divinas y humanas no pertenece más que a un príncipe, y nada debería ser tan característico de un príncipe bueno y justo como protegerse de los daños, sofocar las guerras, establecer y dar forma a la paz y brindar una preservación informada. a sus súbditos, para que no se diga o predique incongruentemente de él que fue dicho por el príncipe de los reyes, por mí reinan los reyes y los valientes escriben la justicia.

 

Con una significativa diferencia, entre las constituciones de Perpiñán (válidas para el condado de Roussillon, hace muy poco anexionado por la cesión del conde Gerardo II), y las válidas para el Principado de Cataluña “a Salsis usque ad Dertusam et Ilerdam”, ya que en éstas se añade que él opera “parentum meorum sequens exempla”.

        Como ya he mostrado en otra ocasión, ésta es una de las primeras formulaciones –la primera en acto público de importancia– de aquella que será la ideología oficial del Casado: la de seguir, y, si es posible, superar el ejemplo de los antepasados, idea recogida en un segundo momento también en las Gesta Comitum Barchinonensium, y en la posterior historiografía y práctica política hasta el reinado de Martín I.34 Comprobar cómo evoluciona la formulación de este concepto puede ayudar a entender cómo la continuidad en la acción política conlleva una reflexión sobre el pasado y su organización.

Hacia el mes de agosto de 1164, cuando el rey confirma los privilegios de Huesca, se recuerdan uno por uno los precedentes monarcas que los habían concedido: “rex Petrus, et rex Adefonsus, et rex Ranimirus, et Raimundus comes pater meus”;35 todavía en noviembre de 1169, en Jaca, el rey confirma al monasterio de Santa Cristina de Somport lo que le habían concedido sus predecesores, que son los mismos reyes más “Sancius, rex Aragonensium atque Pampilonensium” (id.: doc. 73). La reflexión genealógica expresada por los notarios extensores de los documentos es analítica, se percibe una continuidad en el ejercicio del poder, pero se tiene que recordar cada pasaje como para confirmar su legitimidad, ya que estas cadenas genealógicas aún no configuran un bloque único claramente definido. Sin embargo, ya en febrero de 1170, confirmando al obispo y a los canónigos de Zaragoza libertades y privilegios, el rey declara que lo hace “vestigie predecessorum meorum sequens eorumque bonos et pios mores inmittari cupiens” (id.; doc. 79). 


Fueros de Zaragoza:
Signum
 regis Ildefonsi filius Barchinonensium comitis...

Privilegio de los veinte:
Signum (regis) Ildefonsi filius Barchinonensis comitis ...


El cambio en la fórmula –que la acerca a la de las constituciones de Fonderella de tres años más tarde– no carece de significado. La reflexión genealógica ahora ha pasado a ser sintética, ya que no hace falta mencionar detalladamente a los antepasados del rey que habían concedido las libertades. Ahora, por un lado, destaca más la personalidad individual del monarca, mientras que, por otro, los antepasados, es decir, las dos familias de las cuales él es el heredero, la real aragonesa y la condal barcelonesa, se han constituido en un único bloque significativo, en un conjunto de memoria genealógica que no hace falta individualizar. Además, el rey expresa el deseo de continuar con la acción de estos antepasados, caracterizados por los bonos et pios mores. La doble genealogía del rey se ha transformado en una historia con un significado que plantea unas responsabilidades. Detrás de una fórmula aparentemente simple se esconde el germen de una reflexión historiográfica que define las características del poder monárquico.

Hacia el mes de mayo de 1170, confirmando los privilegios de Huesca, se vuelve a nominar “cartas et fueros et usaticos quod rex Petrus et Ildefonsus et Ranimirus et comes pater meus, quibus sit requies, antecessoribus meis” (id.: doc. 88). La innovación introducida pocos meses antes todavía no se había enraizado del todo, sin embargo, ésta es la última vez que volvemos a encontrar la lista detallada de sus predecesores. A partir de este momento, la fórmula sintética de los antepasados –de quienes se sigue el comportamiento– ya será constante, con sólo pequeños cambios en la formulación.36

Aquella que, en principio, era la inevitable prosecución de una acción política pretérita, sobre todo en la concesión de bienes, libertades y privilegios, se ha trasformado en una ideología de la imitatio morum parentum de regusto clásico, especialmente centrada en el aspecto de recto y piadoso gobernante. Muy presente en la documentación de Pedro II y en la de los primeros años de Jaime I, ya desaparecerá de los documentos, para quedar en otros ámbitos expresivos. Porque con el tiempo irá adquiriendo matices más decididamente políticos y, sobre todo, militares. Como por ejemplo cuando, en las Gesta Comitum, hablando de Jaime I se dice que:


Domnus itaque Iacobus rex predictus, habens cor nobile et voluntatem immitandi suos predecesores et non minuendi regna sua, set pocius tocis viribus ampliandi, movit guerram contra omnes vicinos suos sarracenos, et intravit terram eorum, et cepit Burianam et multa alia castra et vilas [XV,5].37

       Como resultado, el rey Dom James, antes mencionado, teniendo un corazón noble y la voluntad de imitar a sus predecesores y no disminuir sus reinos, puso todo el poder para expandir sus poderes, movió la guerra contra todos sus vecinos musulmanes, entró en sus tierras, y capturó Buriana y muchos otros campamentos y aldeas. 

 

Tal ideología, que otorgaba un carácter de legitimidad y de continuidad entre pasado y presente a la acción política del rey, entendida como consecución genealógica, además de fijar los deberes y las características del monarca, no puede ser vista como ajena a una profunda meditación historiográfica dirigida a la reorganización del significado del pasado. Aun así, como seguiremos viendo, este tipo de reflexión, que podríamos definir continuista, emana normalmente de la monarquía o de obras con ella estrechamente vinculadas.

Se puede pensar, entonces, que tal planteamiento ideológico y tales reflexiones sobre el papel y las características del monarca, bien estimularon bien comportaron la necesidad de ser profundizadas con una más clara definición del pasado de la familia –la condal barcelonesa–, aclarando el origen de los pasajes genealógicos que garantizaban la legitimidad, y con una precisa definición de los espacios físicos de poder donde actúa esta legitimidad.

Con estas consideraciones nos encontramos muy cerca de la génesis de la primera crónica escrita en el principado de Cataluña: las ya citadas Gesta Comitum Barchinonensium. Antes de hablar de esta crónica una cosa se tiene que subrayar. Aunque empecemos con Alfonso II de Aragón, I de Cataluña, y aunque el rey de Aragón y el conde de Barcelona sean la misma persona, los puntos de vista que hemos visto y veremos son los de los condes de Barcelona que, desde su perspectiva, buscan su razón de continuidad con los reyes de Aragón, mientras que no hay tentativas paralelas y contrarias por parte aragonesa. La mirada es absolutamente dirigida desde Cataluña, desde donde se intentan compaginar las tradiciones de su linaje con el nuevo título real. La ideología se empieza a forjar en dos ámbitos paralelos y distintos, por un lado la continuidad de Alfonso II con su padre y sus antepasados aragoneses en la concesión de libertades y privilegios; por la otra, la continuidad –con grandes modificaciones– en la actividad legisladora de la Paz y la Tregua en Cataluña. Alfonso II, o, mejor, los legisladores de su corte, intenta formar una nueva imagen de la monarquía juntando las dos tradiciones para hacer una nueva y común, que acabará en ideología oficial del Casado. Sin embargo, la problemática se origina en Cataluña y, por lo que parece, es únicamente en la historiografía catalana donde la encontraremos aplicada (a parte de su uso en la actividad diplomática y legislativa de los reyes, que no puede ser calificada en su origen ‘nacional’). Aunque en casos como en el Llibre dels fets de Jaime I y en su misma personalidad, es casi imposible distinguir y separar las dos naturalezas del rey, la lengua de la obra y ciertos privilegios narrativos y emotivos demuestran que igualmente se mueve en esta perspectiva, aunque de esto hablaré más adelante.

Las Gesta Comitum son la historia de un linaje, no de una tierra; no es por casualidad que no se hable de la toma de Gerona o de la conquista de Barcelona y que todo empiece con Guifredo de Arriá, primer conde y padre de Guifredo el Velloso. Hasta se tendría que decir que es la historia de una parte de este linaje, la rama de los condes de Barcelona, y que la presencia de las otras dinastías que descienden del Velloso es funcional al demostrar cómo se dividieron y volvieron a juntarse los diferentes territorios.38 Después de hablar del acceso al trono de Ramón Borrell, el cronista escribe:


Sinamus autem loqui adhuc de generatione comitum Bisillunensium vel Urgellensium quorum alter inicium fuit Oliba Cabreta, alter vero Ermengaudus Cordubensis, et exponamus primitus de generatione comitum Barchinonensium, quorum dignior et longior posteritas adhuc perseverat [VI,4].

    Pero sigamos hablando de la generación de los condes de Bisillon o de Urgell, uno de cuyos inicios fue Oliba Cabreta, y el otro de Ermengaudus el de Córdoba (Armengol I de Urgell), y expliquemos primero la generación de los condes de Barcelona, cuyas más una posteridad digna y más larga aún continúa. 

 

Una vez que acaba de hablar de los condes de Besalú i de Cerdaña, concluye diciendo:


Et ita Cerritaniensis ac Bisillunensis comitatus ad Barchinonensem, sicut antiquitus fuerat, restituti sunt, preter Urgellensem comitatum, ad quem nunc ex ordine redeamus [XI,6].

    Así, los condados de Cerdaña y Besalú fueron devueltos a Barcelona, como lo había sido en la antigüedad, además del condado de Urgell, al que ahora podemos regresar de la orden. 

 

La unión con Aragón es recordada con palabras no muy distintas de las utilizadas para hablar de las incorporaciones de los condados de Besalú y Cerdaña; una primera vez, empezando la biografía de Ramón Berenguer IV, como si esta fuera su primera gesta:


Nam adhuc valde iuvenis regnum Aragonense cum filia Ranimiri regis Urracha optinuit, anno scilicet Domini MºCXXXVII [IX,1].

    Pues siendo todavía muy joven obtuvo el reino de Aragón con la hija del rey Ramiro, Urraca, es decir, en el año del Señor 1037.

 

Y una segunda, al final de la misma biografía, subrayando la adquisición del título monárquico:


Regnum Aragonense ac comitatum Barchinonensem filius eius Ildefonsus videlicet dictus rex habendum suscepit [IX,9].

    El reino de Aragón y el condado de Barcelona fueron asumidos por su hijo Ildefonso, quien era considerado rey. 

 

Esto no tiene que extrañar, ya que, como he mostrado, la composición de las Gesta Comitum, en 1180-84, se tiene que ver en paralelo con la organización del Liber Feudorum Maior, como una especie de justificante genealógico de los cerca de mil documentos reunidos en el cartulario, muestra y garantía de las propiedades de los condes de Barcelona, entre las cuales estaba también el reino de Aragón (LFM, docs. 1-9).39

 

 

5. LA PERSPECTIVA ARAGONESA

 

Esta perspectiva se hace aún más evidente en la secunda redacción de las Gesta Comitum, redactada en 1268-69 y conservada solamente en traducción catalana.40 Pero antes de examinar este texto, será conveniente considerar brevemente dos textos vinculados con Aragón compuestos en el intervalo, textos que, teniendo una impostación universal, se ven profundamente afectados por otros modelos en su planteamiento historiográfico. Me refiero al Liber regum, de ca. 1196 en su primera redacción, y a la Estoria de los godos, de 1252-53.

De hecho, el primero, una crónica genealógica que empieza con Adán, es de origen navarro, destinado a ensalzar la restaurada dinastía en su enlace con el Cid y, a través de éste, con los míticos jueces de Castilla. Y tenemos que ver su composición en la perspectiva de un nuevo inicio al comenzar con los jueces, a la muerte sin hijos de Alfonso II de Asturias, y en oposición al goticismo de los reyes de León. Nada se dice del origen de los reyes de Navarra, que empiezan con Iñigo Arista, si no que se ponen en un plano de contemporaneidad cronológica con los jueces de Castilla. Y, lo que es tradicional, se empieza la historia de Aragón en dependencia de la navarra, con Ramiro I. Este asume un carácter especial, algo típico de los héroes fundadores y que redime su ilegitimidad al relatar la leyenda de la defensa de su madrastra de la acusación de adulterio.41 En el Liber regum la genealogía de los reyes sigue recordando el matrimonio de Petronila con Ramón Berenguer IV sin mencionar nunca, por lo que parece, la precedente historia de los condes de Barcelona.42

Al hacer esto, el Liber se muestra acorde con otra historiografía posterior, en concreto con la Historia de rebus Hispanie de Rodrigo Jiménez de Rada y con los textos que de ésta dependen, al no considerar los condes de Barcelona como partícipes de la historia hispánica hasta el matrimonio del conde con la heredera de Aragón, por verlos aún como francos, es decir franceses, en vista de su historia pretérita, originada en la conquista de Carlomagno y de su dependencia feudal, aunque más formal que efectiva, del rey de Francia. Olvidando totalmente la primitiva historia del Aragón cristiano, ésta también con raíces carolingias, y la del conde Aznar Galindo. Es decir, que la visión navarra, y por extensión aragonesa, no busca compaginar la historia de las dos tierras y los dos linajes de forma original, sino que acepta el modelo de visión hispánica de la historia (con o sin goticismo) y la nueva dinastía es vista como continuadora de la antigua en esta visión, haciendo caso omiso de sus precedentes.

Esta visión es bastante antigua, porque ya que está a la base, por ejemplo, del grupo de genealogías contenidas en el códice de Meyá (Madrid, RAH 78) de finales del siglo X,43 y la volvemos a encontrar en la leyenda del fuero de Sobrarbe, por la cual se reanuda la conexión navarro-aragonesa, ya que su primera formulación conocida, y tal vez su invención, es de los años 1235 en Navarra y en directa dependencia del Liber regum.44

    Tampoco la Estoria de los godos, versión romance de la crónica de Rodrigo, se puede ver como expresión de un punto de vista totalmente aragonés.45 Como ha demostrado Diego Catalán (que descanse en paz), su autor está estrechamente vinculado con los señores de Albarracín, y en esto refleja puntos de vista navarros y, a la vez, más autónomos, en línea con el peculiar estatus de los Azagra, además de ser traducción de una obra castellana, profundamente marcada por la ideología goticista y unitaria de Rodrigo. Unas cuantas interpolaciones, bien comentadas por Diego Catalán, ilustran un punto de vista aragonés con respeto sobre todo a la política dinástica de repartición de los reinos de Jaime I. Sin embargo, la Estoria no se trasforma en un modelo historiográfico autónomo, simplemente manifiesta un punto de vista que tampoco se puede ver como ‘nacional’ en oposición a decisiones del rey que se puedan definir como favorecedoras del elemento ‘catalán’ de la Corona.

 

 

6. JAIME I (GESTES DELS COMTES DE BARCELONA Y LLIBRE DELS FETS)

 

Entre ca. 1214 –fecha de la última continuación de las Gesta Comitum antes de que se complete en 1270– y 1266 la tradición historiográfica en el Principado queda como dormida. Pero a partir de este momento, y al menos hasta el primer cuarto del siglo XIV, cuando Ramón Muntaner escribe su Crónica, se asiste a una actividad de escritura casi frenética, entre remodelaciones y nuevos textos, anales y crónicas.46 En 1266 hay una perdida traducción al catalán de la obra de Rodrigo Jiménez de la cual, en este contexto, nada se puede decir. Después, en 1268 se redactó un breve resumen/adaptación de la Historia de rebus Hispanie, posiblemente en San Cugat, cerca de Barcelona, y tal vez en directa vinculación con la voluntad real, el Status Yspanie a principio usque nunc.47 Aunque sea una versión de Rodrigo Jiménez, y acepte, con matices, su visión de historia hispánica, presenta algunas modificaciones interesantes desde el punto de vista de la construcción de modelos historiográficos y de la relación entre Cataluña y Aragón.

El Status Yspanie intenta solucionar algunos de los problemas presentados por la historiografía peninsular de influencia castellana en el planteamiento de la reconquista, interpretada como propiamente asturleonesa y, después, castellana, ya que afirma:

 

Sed divina clemencia per Pelagium principem et per reges alios, qui deinceps in Ispania regnaverunt, fuit in parte liberata et in parte per Karolum imperatorem et regem Francie, post quos possederunt eam christiani usque ad hodiernum diem [ I, 12-14].

    Sin embargo, la clemencia divina del príncipe Pelayio y de otros reyes que gobernaron en Ispania a partir de entonces estuvo del lado liberado y en parte por el emperador Carlomagno y el rey de Francia, después de  los cristianos que la han poseído hasta el día de hoy.

 

De esta forma los diferentes reinos son equiparados en la antigüedad y legitimidad de sus conquistas, y se elimina la primacía de la monarquía asturleonesa, al mismo tiempo se ve Carlomagno (aunque sea rex Francie) como uno más de los reconquistadores al dejar su legado a los condes de Barcelona. Sin embargo, la dependencia de Rodrigo hace que se mantenga el modelo hispano, presentando la derivación de los reyes de Aragón de los de Navarra e introduciendo los condes de Barcelona, después de mencionar a Guifredo el Velloso, solamente en el momento del enlace matrimonial entre Petronila i Ramón Berenguer IV.

La del Status Yspanie es una primera y embrional respuesta (habrá otras distintas o más complejas) a un problema en parte político y seguramente historiográfico: el lugar de Cataluña en la Hispania. Inaugurado formalmente gracias a la unión con Aragón, esto afecta más a la propia Cataluña que a la Corona de Aragón en su conjunto. El problema se había agudizado a causa del tratado de Corbeil (1258), ya que la renuncia a toda pretensión sobre Occitania hacía de la Corona de Aragón un estado exclusivamente peninsular (amén del Rossillón y Montpellier); aún más en el momento en que las espectaculares conquistas a costa del Islam hasta la mitad de siglo XIII habían asimilado casi del todo España (es decir, los territorios dominados por los reinos cristianos, ya no por los musulmanes) con la Hispania. Jaime I, por su parte, ya lo había resuelto al considerarse el rey más importante y prestigioso de España, el líder moral de los reinos ibéricos.

Pero al mismo tiempo del Status Yspanie, y en este caso he propuesto que, en directa dependencia de la voluntad real, se volvió a echar mano del viejo texto de las Gesta Comitum, se reordenó ahora en sentido cronológico (no separando en bloques homogéneos los distintos linajes), se completó con el reinado de Jaime I y, ahora sí, con la historia de los reyes de Aragón, sacando la información justamente de Rodrigo Jiménez, y se envió a Barcelona donde fue traducido al catalán.48

Las Gestes dels comtes de Barcelona i reis d’Aragó muestran con mucha claridad lo que decía antes: una historia aragonesa (ahora que se ha superado la exclusividad concedida a los descendientes de Guifredo el Velloso) considerada como apéndice de la catalana, o, mejor, de la de los condes de Barcelona. Esto ya resulta evidente en el prólogo añadido al texto y no traducido del original:

 

Aquest libre mostra veritat del primer comte de Barcelona e de tots los altres qui són venguts aprés d’ell; e de l’ordonament de tots los comtats qui són en Catalunya; e·ls noms e·ls temps d’aquells qui ho han tengut, los uns aprés dels altres; e·l regisme d’Aragó con vench e fo ajustat al comtat de Barcelona; e dels fets recaptosos, e grans e nobles que han estats fets per reys e per comtes en lur temps [I].

 

Sin embargo, se pueden hacer otras consideraciones que nos permitirán mirar el tema desde otro ángulo y que responde a ideas que no son exclusivas del anónimo monje redactor del texto. Porque la historia de los reyes de Aragón, añadida como un au rébours después de haber hablado de Ramón Berenguer IV, es introducida con la siguiente afirmación:49


Fenides e passades les successions del comtat de Barcelona en la persona del senyor rey Ildefons, e ajustats lo regne d’Aragó e·l comtat de Barcelona, dels quals fo rey e comte Ildefons davant dit, és mester de saber lo comensament del regisme d’Aragó e d’aquells qui·l tengren ans que fos ajustat ab lo comtat de Barcelona [XX,1].

 

Los dos participios iniciales indican claramente tanto el final de una dinastía (fenides) como el pasaje a otra dimensión (pasades), es decir que se señala con mucha claridad cómo con Ramón Berenguer IV (e, implícitamente, con Ramiro II) algo se ha acabado y con Alfonso II, primer conde-rey, empieza otra cosa diferente y nueva. Al contrario del Liber regum o de la redacción primitiva de las mismas Gesta Comitum, donde el cambio de dinastía, en el caso de Aragón, o de titulación, en el caso de los condes de Barcelona, aparentemente no comporta ninguna novedad, ahora sí que ésta está marcada en Alfonso, el primero en ser al mismo tiempo conde de Barcelona y rey de Aragón. El reconocimiento de unos antepasados comunes para formar una única tradición, ahora confluye, se diría desde el punto de vista del Principado, en la formación de una nueva identidad de la cual es portador el rey Alfonso II el Casto.

Evidentemente estamos hablando de una problemática exclusivamente ligada a la construcción de la memoria y la organización del pasado y que nada, o muy poco, tiene que ver con la realidad política de una Corona donde los dos elementos son claramente percibidos como distintos,50 donde usos, costumbres, leyes, organización territorial, economía y demografía declaran las profundas diferencias, diferencias que, por ejemplo, no impiden alianzas trasversales como las que se dieron a lo largo de la minoría de Jaime I. Sobre todo, nada tiene que ver con eventuales rivalidades o enemistades ‘nacionales’, aunque estas emergerán alguna vez en los cronistas.

Esta idea subyacente en las formulación de las Gesta Comitum es la misma que tenía el rey Jaime I de su historia familiar y persona, en el Llibre dels fets, empezado por la primavera de 1270, y en el último testamento del monarca dictado en 1272 (y no será una casualidad que la encontremos en un texto de 1268-69, posiblemente encargado por el mismo rey).

Ya he hablado ampliamente de la conciencia histórica y dinástica de Jaime I, así que ahora resumiré brevemente algunas de mis conclusiones, las que atañen más concretamente a este discurso.51 Aunque Jaime no es un historiador strictu sensu, o profesional, y la suya es una crónica contemporánea que sólo fugazmente abarca las dos generaciones anteriores, así mismo, detrás de su construcción, hay una reflexión sobre modelos históricos más que historiográficos, y el poder monárquico, reflexión sobre el pasado, suyo y, en consecuencia, de sus tierras, que está también presente otras veces en la mente del rey, como muestran sus discursos o sus cartas, además de la constante presencia, casi obsesiva, de la ideología del Casado.

Al principio del Llibre dels fets, el rey recorre brevemente su historia familiar: habla de su abuelo Alfonso que tenía que casarse con la hija del emperador de Constantinopla y se casó con la hija de Alfonso VII el “emperador de Castella” (cap. 1);52 aun así, la Providencia quiso que la sangre bizantina le llegase gracias a su madre, María de Montpellier, hija de Eudoxia.53 Es un relato genealógico, no político, pero que tenga también este significado, o al menos que sea este significado el que le lleve a empezar con el abuelo y no con el bisabuelo unificador de los dos estados, se demuestra en su último testamento. En un primer momento, en 1226, el rey había decidido ser enterrado a Sigena, al lado de su padre y su abuela, la reina Sancha. Ya en 1232 cambiaba de opinión para escoger a Poblet, donde se encontraba Alfonso y en 1241 especificaba que delante del altar de la Virgen. Pero en 1272 profundiza de manera clarísima esta decisión y le atribuye un profundo significado histórico, en línea con los ya citados, porque establece que:


In primis autem eligimus sepultura corporis in monasterio Sancte Marie Populeti, et ibi nostrum corpus sepelire mandamus iuxta monumentum illustris Ildefonsi felicis recordationis avi nostri, subsequenter, scilicet, post ipsum monumentum volumus enim quod eius monumentum sit prius.54

    En primera instancia, elegimos el entierro del cuerpo en el monasterio de Santa María de Poblet, y allí ordenamos que nuestro cuerpo sea enterrado junto al monumento de la ilustre Alfonso de feliz memoria de nuestro abuelo, posteriormente, por supuesto, después del monumento en sí, porque queremos que su monumento sea el primero. 


Con estas palabras y con este gesto, se concretizaba una reflexión personal (su lugar en la familia y su búsqueda de modelos, más que de afectos) y otra de política (la significación de la corona real y condal, que había representado y significado algo para él, el rey que había llegado a ser). La importancia política y memorial de su abuelo es simbólicamente señalada con el hecho que su sepulcro tenía que ser el primero de una serie, el primero en ser visto.

En su obra y en su correspondencia el rey Jaime I nos deja numerosas muestras de su pensamiento histórico, de su afán de comparación con el pasado, no sólo con el cercano (su obsesión por su padre), sino también con el remoto, a veces muy remoto. Son prueba de ello, por ejemplo, la afirmación hecha a las Cortes de Barcelona de diciembre de 1228 por parte del conde Hugo IV de Ampurias, cuando se acabó de organizar la expedición de conquista de Mallorca, que la empresa sería el “mellor feit que cristians faessen cent ayns ha” (cap. 49), con clara referencia a la fugaz conquista de la isla por parte del tatarabuelo del rey Ramón Berenguer III y los pisanos en 1115; o, cuando delante la propuesta de rendición de Valencia hecha por Zayy¯an la acepta porque: “per servici de Déu ho faïem, e cosa que hom del nostre llinatge no havia feita” (cap. 234), seguramente aludiendo a los deseos y planes de conquista de la ciudad de Alfonso I, Alfonso II y de su mismo padre.55

Otras veces, su recorrido es mucho más largo y se remonta a generaciones y generaciones. En una donación al monasterio y hospital de Sant Vicent (Xàtiva 14 VI 1276), donde retoma algunos conceptos de su último testamento, su pensamiento corre por la historia de sus antepasados:

 

Unde cum nos Iacobus Dei gratia rex Aragonum, Maioricarum et Valentie, comes Barchinone et Urgelli et dominus Montispesulani ad hec super ceteros reges et principes qui per ducentos annos antequam nos extiterint specialius et astriccius teneamur, ex eo scilicet quare contribuit nobis super hostes nosotros maiores victorias et in personam nostram aliisque etiam gracias nobis tribuit potiores quam tribuerit regibus aliis qui fuerint prius nobis.56

    Por lo cual, Nos Jaqme por la gracia de Dios rey de Aragón, Mallorca y Valencia, conde de Barcelona y Urgell, y señor de Montpelier, es hasta ahora considerado más especial y más estricto que los otros reyes y príncipes que existieron durante doscientos años delante de nosotros; y en nuestra persona y en los demás también nos concede mayores gracias que las que concederá a otros reyes que han estado antes que nosotros.

 

A pesar del difícil momento por el que está pasando, el rey se siente tranquilo consigo mismo gracias a sus hazañas. Es consciente del gran privilegio de ser rey, y de los deberes que esta condición conlleva. Él es un privilegiado, y su condición de mesías es confirmada, otra vez ahora, en sus últimos días, con una reflexión sobre el pasado –¿navarro-aragonés, catalán, en general el de la Corona de Aragón? –: ninguno de sus antepasados, durante los últimos dos siglos –desde el tiempo de Sancho III el Mayor rey de Navarra y Ramón Berenguer I el Viejo conde de Barcelona– ha disfrutado de más protección por parte de Dios, protección que tendremos que entender como victorias sobre los enemigos, poder, prestigio y salud personal.

Otras veces su reflexión y su sabiduría dinástica están más directamente centradas en su pasado aragonés, nunca distinguido de su origen navarro, ya que siempre se remonta más atrás de Ramiro I. Son pruebas de ello al menos dos testimonios: un pasaje del Llibre dels fets y unos documentos.

La primavera de 1227, en los momentos finales de la gran revuelta posterior a la muerte de Pedro Ahonés, dirigiéndose a los ciudadanos de Huesca, les dice: “Barons, bé creem que sabets e devets saber que nós som vostre senyor natural, e de llonc temps; que catorze reys ab nós ha haüts en Aragó” (cap. 31). Difícil entender exactamente quienes son estos catorce reyes. Remontándonos atrás tendríamos que detenernos en el rey de Navarra Sancho Garcés II Abarca, de finales del siglo X. ¿Por qué este rey? Muy posiblemente porque es el primer rey de Aragón, de la casa Jimena. Es importante ver cómo la instrucción de Jaime I era lo bastante sólida en materia de historia familiar y se remontaba mucho atrás, aunque no podemos saber de qué estaba formada, en qué historias, gestas o anécdotas. También muestra que, si nunca se ha vanagloriado de la antigüedad de su sangre condal, sí que lo hizo de la real. ¿Por qué la consideraba más importante o por qué no la encontraba escrita, al contrario de lo que pasaba con los condes de Barcelona? La afirmación orgullosa del rey muestra también el carácter de su reflexión genealógica, aunque ésta tenga que ser limitada en su dimensión global por el hecho de estar hablando a sus súbditos aragoneses. No podemos saber qué pensaba exactamente en 1227, pero en 1270, cuando dicta esta frase es claro su sentimiento de formar parte de una larga estirpe real, que ha hecho suya también la historia navarresa. Y, también, que las aproximaciones y heredamientos mutuos, que, tanto él como su padre, habían establecido con Sancho VII el Fuerte, último rey de la dinastía, no germinaban solamente de directrices políticas para hacer frente a Castilla, sino que en ellas había una profunda meditación dinástica, un repensamiento de los orígenes del linaje (de Cataluña y Aragón) decididamente orientado por el lado real navarro-aragonés, más que por el de los condes de Barcelona.

 

        El verano de 1274 estalla otra vez la crisis sucesoria en el reino de Navarra, a causa de la muerte sin herederos del rey Enrique I. Jaime I, que esta vez no quiere dejar escapar el reino pirenaico, decide seguir los caminos de la legalidad y no los de la violencia, por eso escribe a los ricos hombres, caballeros y ciudades del reino (29 VII 1274) para demostrarles sus derechos a la sucesión:

 

Prudenciam vestram non credimus ignorare quod regnum Navarre ab antiquis temporibus ad predecessores nostros reges Aragonum pertinuit pleno iure et ipsius regni continuata possessio usque ad tempus regis Alfonsi bone memorie sub ipis regibus Aragonum pacifice perduravit. Quod non solum vulgata successive memoria tenet, verum etiam privilegia et alia instrumenta regalia tam in terra Navare quam in istis partibus indicant manifeste. Post tempus eidem regis Alfonsi, violenter et contra iusticiam fuerunt aliqui in Reges vestros intrusi, qui usque ad presentes tempus et successiones varias regnum Navarre predictum indebite possederunt. Nobis quoque non solum ex antiqua successione regnum Navarre iuste debetur verum ex pacto in conveniencia dilecti avunculi nostri dompni Sancii, regis Navarre, quondam, consensu vestro ac fide et iuramenta firmata. Noscitis enim quod predictus rex Sancius nos in suum filium adoptavit eo pacto in conveniencia adhibito ut si prior nobis ipso Rex decesseret, ad nos et ad nostros ipsum regnum Navarre pleno iure devolueretur. Quod non solum pacto et fide ipsius Regis, verum etiam, sicut dictum est, fide vestra et homagiis firmatum extitit, sicut instrumenta inde confecta, que apud nos retinuimus et habemus, evidenter elucidant et eorum teni adhuc memoria qui presentes dictis convenienciis et homagis affuerunt. Post ipsius vero regis Sancii obitum, qui sine liberis et absque fratribus decessit, Thibellus filius sororis predicti regis Sancii, regnum Navarre quod apud nos tam manifeste pertinebat, violenter et indebite occupavit et ipsum regnum tam ipse quam duo filii sui successive usque ad tempora presencia tenuerunt.57

    No creemos que vuestra prudencia ignore que el reino de Navarra perteneció desde antiguo a nuestros predecesores, los reyes de Aragón, con pleno derecho, y que la continua posesión del reino continuó pacíficamente bajo los reyes de Aragón hasta la época del rey Alfonso en buena memoria. Esto no sólo lo registra sucesivamente el pueblo llano, sino que también los privilegios y demás instrumentos reales, tanto en tierra de Navarra como en estas partes, lo indican claramente. Después del tiempo del mismo Rey Alfonso, hubo algunos que invadieron violentamente y contrariamente a la justicia a vuestros Reyes, que hasta el presente y en diversas sucesiones poseyeron indebidamente el dicho reino de Navarra. El reino de Navarra nos es justamente debido, no sólo por antigua sucesión, sino por acuerdo a conveniencia de nuestro amado tío Don Sancho, otrora rey de Navarra, con vuestro consentimiento y confirmado por la fe y los juramentos. Porque sabéis que el dicho rey Sancho nos adoptó por hijos suyos, con el acuerdo usado a conveniencia de que si el rey anterior a nosotros muriera, el reino de Navarra pasaría a nosotros y a los nuestros con pleno derecho. Que existió no sólo por acuerdo y fe del propio Rey, sino también, como se ha dicho, por vuestra fe y homenaje, como claramente aclaran los instrumentos hechos con ella, que conservamos y tenemos entre nosotros, y la memoria de los aún presentes que estuvieron presentes en dichas convenciones y homenajes. Después de la muerte del propio rey Sancio, que murió sin descendencia y sin hermanos, Tibelo, hijo de la hermana del mencionado rey Sancio, se apoderó violenta e injustamente del reino de Navarra, que tan claramente nos pertenecía, y tanto él como sus dos Sus hijos ocuparon ese reino sucesivamente hasta la actualidad.

 

El documento es un pequeño tratado de historia. El acto de memoria del rey Jaime se remonta al tiempo de Sancho III el Mayor, a primeros del siglo XI y, con algunas profundas manipulaciones convenientes a la situación, llega hasta sus días, recordando el acto fundamental de la nueva –y única citada– separación del reino de Navarra del de Aragón a consecuencia de la muerte de Alfonso I a causa de las heridas recibidas en la batalla de Fraga, en 1134. Tal vez nunca, en Cataluña, había necesitado remontarse al pasado condal, sin embargo, ésta es otra demostración de la profunda memoria dinástica de Jaime I, aparentemente más ligada al pasado real que al condal.

Me parece que, a raíz de estos razonamientos, es preciso poner en claro algunos aspectos básicos de esta problemática, y algunas de sus contradicciones. Se razona en términos de tradiciones, linajes y poder, no de comunidades o, peor, nacionalidades, pero cuando estos razonamientos se formalizan en un discurso y en una lengua este hecho impone una selección con respecto al público potencial, y, entonces, al menos parcialmente al mismo significado del discurso. Cuando se escribe en latín –en el caso de Jaime I en los documentos– se escoge un medio de expresión que es, diríamos, sobrenacional y, al mismo tiempo, elitista. En una cancillería cuatrilingüe –ya que se emite documentación, según el contexto y la necesidad, en latín, catalán, aragonés o castellano, y esto aún más bajo el reinado de Pedro III– la elección de la lengua se ve condicionada por el destinatario y por la tipología del documento. Pero pocas veces podemos imaginar que el documento llegue a un público amplio, y diría que se da sólo en el caso de documentos dirigidos a colectividades, como el enviado a los navarreses, tal vez con la ayuda de una traducción oral.58

Al contrario, algunos (se puede decir la mayoría) de los textos historiográficos escritos en los últimos treinta años del siglo XIII son en vulgar, específicamente en catalán. Éste es el caso, en primer lugar, de las Gestes dels comtes de Barcelona; el rey, muy probablemente, promueve su traducción y se encarga de la difusión de copias en las oficinas de la Cancillería real y en la del Consejo de Cientos. De esta forma se erige en un texto público, que, sin embargo, no se mueve de los centros de poder de la capital del Principado. Jaime I, aparentemente, no se propone crear una comunidad alrededor de la memoria dinástica más allá de Barcelona. Y, sobre todo, no se propone difundirla en Aragón ni de encargar algo parecido en su otro reino. Aunque en él ya se pueda percibir la voluntad de hacer pública la memoria dinástica, como medio para crear fidelidad alrededor de un poder de origen extremadamente remoto, esta voluntad no llega a los propósitos diríamos universales de Pedro IV, que de su Crónica General hizo hacer redacciones en las tres lenguas (latín, aragonés y catalán) y procuró que hubiesen ejemplares depositados en las tres capitales y en los principales centros de conservación de la memoria dinástica.

Si pasamos al Llibre dels fets, podemos comprobar cómo en él el rey narra su vida en tanto que heredero de sus tradiciones, condales y reales; lo imagina dirigido en primer lugar a sus sucesores, y a un potencial público más amplio (“E per tal que el hòmens coneguessen e sabessen […] lleixam aquest llibre per memòria. E aquells qui volran oir […]”, cap. 1), y también es depositado en la Cancillería,59 que empieza a tener así el doble aspecto de repositorio de memoria burocrática e histórica (ya que al menos a las oficinas del Consejo de Cientos se depositan también los modelos y versiones de los Annals de Barcelona). Así mismo es en catalán, y aunque tenía que haber muchos aragoneses –sobre todo nobles–, funcionarios reales y cancilleres, capaces de entender y hasta de hablar el catalán, la lengua del libro tenía que ser una barrera para su potencial utilización fuera del Principado. ¿O es que Jaime, a pesar de privilegiar, aparentemente, su rango real con respecto al condal, y de airar su tan larga ascendencia navarra, de hecho, consideraba más bien a él y a sus herederos del Casal de Barcelona? Ni él, ni su sucesor Pedro III ni nadie pensó traducir el Llibre al aragonés, para que el legado político y memorial del rey Jaime I llegase a todos sus súbditos (aunque estos sean unos pocos elegidos), como se tiene que suponer que era la intención del rey, si consideramos su ideología y su manera de relatar su vida. La aportación del Llibre a la definición de un modelo de pasado, válido para el futuro, a pesar de todo, se ve reducida sólo al Principado (mejor, a Barcelona), donde su obra podía ser leída conjuntamente con las Gestes dels comtes de Barcelona. La traducción al latín que Jaime II encargó a Pere Marsili en 1313 se tiene que entender, en teoría, dirigida para fuera de la Corona de Aragón de cara a una proyección internacional del rey Jaime I y de la Corona, aunque no tuvo ningún éxito. Así que la memoria más propiamente aragonesa queda vinculada al modelo de Rodrigo Jiménez, como muestra la Crónica aragonesa de España de 1305,60 y no habrá tentativas de compaginar las dos tradiciones, totalmente aisladas e incomunicadas, hasta Pedro IV.

Hay, entonces, una profunda contradicción entre sentirse rey de Aragón, descendiente de los reyes de Navarra, creador de una nueva Corona de Aragón, querer dejar constancia de su legado a la posteridad y hacerlo como tal solamente en el Principado, o, mejor, solamente en Barcelona.

 

 

7. PEDRO III (LLIBRE DELS REIS Y BERNAT DESCLOT)

 

A poco de ser terminado el Llibre dels fets, se escribió la hasta ahora más desconocida de las crónicas catalanas, y una de las más influyentes, ya que aún la encontramos utilizada por Andrés de Ustaroz a primeros del siglo XVII: el Libre dels reis.61 Obra muy probablemente de autor barcelonés muy cercano a los ambientes de la Cancillería i de la misma monarquía, este cronista, no siempre con acierto y a veces con confusiones, es el primero y, durante mucho tiempo –hacia finales del siglo XIV cuando se compone el aún inédito Flos Mundi62 el único que se propone dar una visión general de la historia de la Corona de Aragón confrontándose con el modelo propuesto por Rodrigo Jiménez de Rada y modificándolo en profundidad. Aun así, ésta, que es la primera crónica general compuesta en Cataluña un siglo antes de la de Pedro IV, es de alguna manera la primera crónica que podríamos definir como ‘nacional’, ya que no solamente cuenta la historia de la dinastía reinante, sino también la de la tierra.

El anónimo, en manifiesta oposición a Rodrigo Jiménez y al Liber regum, e inspirándose en el historiador imperial Gofredo da Viterbo, traza una genealogía de la monarquía universal desde un punto de vista totalmente laico, empezando por Nembrot y pasando por Saturno y Júpiter; recupera la leyenda de la fundación de Barcelona por parte de Hércules, pero ahora, único en toda la tradición catalana, hace de los primeros barceloneses unos troyanos, y sigue, pasando por Roma, hasta los reyes Francos: Pipino y Carlomagno. Su absoluto anticastillanismo le lleva a silenciar casi totalmente los reyes godos (de los cuales sólo nombra unos pocos, empezando por Wamba) que descienden de los godos llegados a España con Hércules, aún paganos en tiempos de la invasión musulmana, y que comparten el dominio de la península con los reyes de Castilla y de Portugal, mientras Pelayo es simplemente un cristiano, sin que se cuente nada de sus sucesores. Incluso recupera y modifica una versión gibelina del origen del Islam, que ve como su fundador al cardenal español Nicolás.

Su dimensión ‘nacional’ se ve en el hecho de que muy probablemente es el anónimo el inventor de la leyenda del señor del castillo de Cataló –germen de la futura leyenda de Otger Cataló– el cual desde Gascuña entró en España antes de Carlomagno y dio nombre a la tierra que se llamará Cataluña. Es también el primer historiador –a parte de las escuetas menciones de los anales– que narra la conquista de Barcelona e introduce otras leyendas ciudadanas, como las relativas al saqueo de 985 por parte de Al-Manṣūr. En lo que atañe a la historia de los condes de Barcelona, el anónimo retoma (directamente del original) el texto de las Gestes dels Comtes de Barcelona, que sigue a veces fielmente, a veces innovando libremente y otras introduciendo notables confusiones. Esto le lleva a presentar la historia de Aragón siguiendo, en principio, las mismas pautas de las Gestes dels Comtes. Sin embargo, aunque sin disponer de nuevas fuentes, modifica el relato de las Gestes dels Comtes en profundidad, con la intención de dividir, de alguna forma, el reino de Aragón desde Navarra en su origen y de hacerlo retroceder en el tiempo, aunque su sincronización cronológica sea algo deficiente y no soporte bien su intención.63

El desbarajuste es notable, pero no sin intenciones; haré un breve resumen: el rey Alfonso Abarca, rey de Aragón, en 1115 conquista Zaragoza, Tarazona y Tudela y muere en Fraga (según los mss. SM después de ocho años de reinado, cap. 145) y deja heredero a su hijo Pedro, que muere después de cuatro años (cap. 146).64 Entonces los aragoneses, por miedo a caer bajo el dominio del rey de Castilla, al que no querían demasiado, entregan el reino a Sancho, que es así el primer rey de Navarra y Aragón conjuntos a lo largo de once años. Su hijo y sucesor Ramiro se casa con Violante, hija del rey de Castilla, y tiene tres hijos: Sancho, Alfonso y Ramiro. Ramiro muere en el sitio de Huesca (¡conquistada después que Zaragoza!). Sancho reina seis años, muere en 1122 y deja el reino a su hermano Alfonso. Este se casa con Urraca, hija del rey Alfonso de Castilla, con quien tiene un hijo: Jaime. Después de once años de reinado, Alfonso muere en 1133 de vejez; su hijo Jaime le sucede en Castilla y, después, también en Navarra (cap. 148). Pero los aragoneses traen del monasterio a su hermano, Ramiro, para no perder el reino y para que no caiga bajo Jaime rey de Castilla, así como le había pasado a Navarra. Le casan con la hermana del conde de Peiteu y, cuando su hija Urraca tiene doce años, la casan con Ramón Berenguer conde de Barcelona, de Besalú y Cerdaña, y seguidamente el rey Ramiro vuelve al monasterio.

No hacen falta demasiados comentarios para entender los errores, cómo ha duplicado la figura de Alfonso I el Batallador, cómo ha eliminado virtualmente a su hermano mayor Pedro I y ha inventado nombres. Sin embargo, hay algunos puntos interesantes. La intención del fantasioso cronista parece ser doble: por un lado, alargar la nómina de reyes de Aragón y, por el otro, invertir la relación dinástica con Navarra (relación que evidentemente afecta a los derechos de los reyes de Aragón, Jaime I y Pedro III en concreto, sobre el reino), ya que es éste quien se separa de Aragón, y no al contrario, para caer bajo dominio castellano (con sus monarcas siempre deseosos de ilegítimas expansiones). Puede que sea una casualidad y puede que no, pero esta presentación tiene puntos de contacto, al menos en sus intenciones, con la manipulada historia de Navarra-Aragón que el rey Jaime I en 1274 había presentado a los navarros (y a Alfonso IX de Castilla y al infante Fernando de la Cerda y a Felipe III de Francia). Cosa difícil de decir, dada la escasez de elementos, es si detrás de la versión del anónimo autor del Libre dels reis, hay algún eco de la leyenda que hacía de Iñigo Arista rey de Sobrarbe con anterioridad al reino de Navarra, tal como se encuentra recogida a los Fueros de Navarra y, más adelante, a la Crónica de 1305.65 Podríamos encontrar, así, alguna convergencia entre aquella que Catalán define como ‘historiografía nacionalista aragonesa’ y la catalana al intentar desvincular el origen remoto de Aragón de Navarra, aunque con finalidades aparentemente divergentes: los unos, al parecer, en total autonomía de una posible visión conjunta de la historia catalano-aragonesa, buscando una mayor antigüedad e independencia; los otros, no sólo para desvincular Aragón de Navarra, sino sobre todo en vista de las reclamaciones al trono navarro por parte de Jaime I y, sucesivamente, Pedro III, que nunca renunció a sus derechos.66

Hacia 1280 Bernat Desclot empieza a escribir la primera redacción de su crónica.67 Con él nos encontramos con un tipo de historiador muy distinto de los que se han visto hasta ahora. Estos estaban todos muy vinculados al poder y, aparentemente, todos expresaban un punto de vista conforme con el condal o monárquico, cuando no era el mismo rey quien hablaba. Desclot, aunque sea canciller real, muy cercano a los reyes Pedro III y Alfonso III, y su crónica sea una atentísima defensa de la actuación de su soberano (al menos por lo que afecta su faceta de política exterior, ya que en algunos aspectos no le escatima críticas y, además, injustas) expresa en algunos casos una visión absolutamente personal. Buen conocedor de las tradiciones historiográficas de Cataluña, y en parte de la misma Castilla, Desclot reutiliza esta información desde su particular idea de la historia, a la cual introduce un fuerte matiz antiaragonés. Hasta ahora el problema había sido siempre historiográfico de hacer encajar, o no, la historia de los dos países, Aragón y Cataluña, o mejor de sus monarcas, dentro de un modelo posiblemente común; no se habían encontrado voces críticas, a parte de algunas afirmaciones del rey Jaime I en su Llibre dels fets,68 y algunas posiciones críticas del anónimo traductor de la Estoria de los godos, que, sin embargo, no se pueden tomar sino con mucha cautela como síntoma de fricciones ‘nacionales’. Al contrario, Desclot plantea un fuerte enfrentamiento entre los dos territorios, aunque introduzca, en la acción del rey, actos de pacificación y equilibrio.69 Y lo hace, bien con la presentación de ‘mitos’ fundacionales, bien distorsionando algunos hechos, con el agravante de que, dada su alta consideración de historiador fiable y objetivo, estas manipulaciones a veces han pasado a los modernos libros de historia.

He hablado muy detalladamente de la Crónica de Desclot, o mejor Llibre del rei en Pere d’Aragó e dels seus antecessors passats, así que aquí también resumiré algunos aspectos centrales para mi discurso. Desde el principio, se tiene que notar cómo el cronista abandona el modelo, propio sobre todo de Jaime I, de ver en Alfonso II el inicio de la nueva historia (hasta el punto de que de Alfonso prácticamente no habla) para volver a Ramón Berenguer IV, mitificado en la figura del Bon Comte, fusión de él y de su padre. Habla de la muerte de Alfonso I en Fraga, de la sucesión de su hermano Ramiro II y de la unión por el matrimonio entre Petronila y el conde de Barcelona. Pero lo hace de una manera muy especial. Nunca dice Alfonso I, simplemente es el rey de Aragón, y Ramiro II es su hermano, y Petronila es la hija de éste o la infanta, los dos también sin nombre. La historia es necesario narrarla, pero se queda en el más absoluto anonimato. Quien cobra protagonismo es el Gran Senescal, Guillén Ramón de Moncada, el cual, desterrado por un delito innominado a la corte del rey de Aragón, una vez nacida la hija de Ramiro y de que éste se haya retirado al monasterio, aconseja el matrimonio entre la niña y el Bon Comte, ya llegado al máximo de su potencia, porque los embajadores lo encuentran en Lérida acabada de conquistar (sin preocuparse de la violencia hecha a la cronología). Además, no se trata de un pacto entre soberanos, sino de una oferta por parte de los barones de Aragón (“ells tots preguen-vos que siats llur senyor e llur rei”, cap. 3).70  Y lo que merece la pena considerar son las palabras con las cuales el conde responde al ofrecimiento:

 

–Certes –dix lo comte–, ací ha bell present e tal qui no fa a refusar. E jo –dix lo comte– reep la donzella e el regisme en aital manera: que, aitant com viva, no vull ésser apel·lat rei, que jo són ara un dels mellors comtes del món e, si era apel·lat rei, no seria gens dels majors (cap. 3).

 

Desclot conoce las Gestes dels Comtes de Barcelona, y es perfectamente consciente de la duración del reino de Aragón (los 104 años de las que hablaban: tres generaciones y cinco reyes) con respeto a las diez generaciones de condes de Barcelona en el momento de la unión, y más del doble de tiempo, pero lo que pretende hacer sobre todo es privilegiar la antigüedad del linaje por encima de la importancia del título real.71 De esta forma, por tanto, reivindica como más importantes para sus reyes (los protagonistas de la crónica: Jaime I y, sobre todo, Pedro III) la antigua nobleza (el alt llinatge) que les llega de los condes de Barcelona, sintetizados en el Bon Comte, con respecto al título de rey, más elevado, pero al mismo tiempo, no destacado por los mismos contenidos.72

Un episodio importante y muy esclarecedor de las posiciones y manipulaciones de Desclot (amén de sus posibles imprecisiones en el conocimiento de los hechos y la documentación) es el que atañe la no participación de los barones aragoneses en la conquista de Mallorca. Desclot narra cómo, después de las Cortes de Barcelona del diciembre de 1228, hacia el marzo de 1229 el rey Jaime se encuentra en Lérida, para buscar más colaboración en la empresa, y allí se encuentra con “tots los barons d’Aragó, e de Ribagorça e de Pallars” (cap. 30), les informa de sus propósitos de conquista y los convoca para el día siguiente a parlamento en el palacio. Y dice Desclot:

 

Mas, ja enans d’açò, los barons d’Aragó e els hòmens de Lleida havien pregat lo cardenal que degués pregar lo rei que mudàs lo viatge a València, que aquí farien tot llur poder, que del feit de Mallorca no havien cura.

 

El rey es firme en sus propósitos y les dice: “Qui seguir-me volrà farà ço que deurà, e jo seré’n mills son amic, e qui no em volrà seguir haurà’n abans gasardó que fi” y hace que le cosan la cruz en su manto. Pero:

 

Quan los rics hòmens d’Aragó e les gents de Lleida viuren que el rei fou croat, e molts d’altres, foren meravellats, e fo-llur greu com no hac mudat lo viatge a València. E no n’hi hac negú qui anc li faés profirença de res.

 

Más adelante Desclot dice que el rey trajo consigo doscientos caballeros de Aragón (evidentemente los de su mesnada), pero los únicos que recuerda son Martín Peris y Ferrando Peris de Pina que son de los primeros en entrar en la ciudad (cap. 47), dejando totalmente de citar a Pedro Cornel, Jimeno de Urrea o Lope Jiménez de Luesia o otros barones aragoneses, además de ciudadanos de Lérida, que tomaron parte importante en la conquista.

Esta afirmación de Desclot ha llevado, a veces, a los historiadores a seguirlo y a hablar de disconformidad de aragoneses y leridanos a secundar a la tarea de la conquista privilegiando la expansión por tierra hacia Valencia. Creo haber demostrado que nada más equivocado: que el rey planeó conjuntamente las dos expediciones (que, sin embargo, requerían preparaciones y estrategias bien diferentes)73  y que, entonces, no se puede hablar de ‘boicot’ aragonés a la conquista de Mallorca, y que éste es un hecho que a Desclot sirve para destacar la catalanidad de la empresa y para presentarnos un primer acto de no colaboración por parte aragonesa, anticipación de otros y más graves en futuro.

Por otro lado, también en la conquista del reino de Valencia la presencia aragonesa, para bien y para mal, es completamente silenciada. Aunque tengamos en cuenta que Desclot, para la parte que precede al reinado de Pedro III es muy sintético, operando una rigurosa selección del material para condensarlo en pocos episodios representativos, no se puede dejar de notar que los protagonistas principales, y casi únicos de estos diez años de guerras, son Bernat Guillén de Entenza, Guillén de Aguiló y la hueste barcelonesa, una vez puesto sitio a la capital.

Nuevas fricciones vienen a luz en el momento, en que ya regresado de Burdeos, el rey Pedro se pone a organizar la resistencia a la inminente invasión francesa, cuando empieza a operar la Unión aragonesa.74 Es posible que Desclot no fuese perfectamente informado de los hechos, asimismo hay características del relato (por sus omisiones o sus brevedades) que hacen pensar en una manipulación voluntaria. El cronista habla, por ejemplo, de la Cortes de Zaragoza de octubre de 1283 (cap. 107), pero omite a conciencia las de Barcelona de diciembre, seguidamente para atribuir toda falta de ayuda al monarca, o la voluntad por parte de la nobleza de aprovecharse de la situación, a los aragoneses, destacando, al contrario, la absoluta fidelidad de los catalanes.75 Otra vez presenta las quejas de los aragoneses al cap. 130 (ya somos a la primavera de 1284):

 

E lo rei ordenà e establí sos frontalers, hòmens de cavall e de peu, a Eixea e a Tarassona e per los altres llocs de frontera de Navarra. E, quan ho hac feit, vencse’n a Saragossa per delitar son cos e per reposar, que bé ho havia mester, tant havia treballat tot l’estiu passat.

E, aquí, estec-se un gran temps, quaix tro sus a la setmana de la festa de Rams, per ço car los rics hòmens d’Aragó e els hòmens de les viles tots li faïen moltes demandes e conformacions d’algunes franqueses e furs que demanaven, les quals al rei no era vijares que, de tot així com ells ho demanaven, los ho degués atorgar, ne pogués sens gran perjudici seu e de sa senyoria. E, així, en esta contesa estec per lo dit temps embargat en Aragó, que no podia res fer de sos afers, així com ops fóra ni ell volia, ja sia que bé n’hagués ops, segons l’ardit que li venc depuis allí moltes vegades e en aquest llibre vos serà dit avant.

 

Y de esta forma relata el discurso del rey a los unionistas reunidos en Zaragoza (en el cual se tiene que notar que ‘la tierra’ del rey es Cataluña):

 

–Barons, llong temps són estat en aquesta terra amb vosaltres, per tal que em pogués avenir amb vosaltres de les demandes que em feits. E no es pot fer a mon semblant, e no roman en mi, mas en vós, que tots dies me feits demandes novelles. E, així, és-me vijares que, si d’aquests cent anys hic estava, que tota hora hauria assats què fer. Mas jo no em puix aturar per neguna res, per tal car jo sé per cert que el rei de França amb tot son poder, amb ajuda de l’apostoli, s’aparella de venir en breu sobre mi e ma terra, ço és a saber, Catalunya. E jo he’m massa trigat d’aparellar com puixa esperar e em puixa defendre de tan grans dues guerres. E no ho he ops a trigar, car ja és lo dit rei de França amb totes ses hosts en Tolosa per venir sobre Catalunya. E, com jo hagués perduda la terra de Catalunya, ja no en cobraria d’ara tan bona. Per què jo m’he a partir d’ací per aquestes raons, e no em puig pensar que pogués dar ara, sens gran perjudici meu, com vós fóssets pagats de mi. amb tant, coman-vos a Déu, e, si volets defendre vós e ma terra, e vostra que és, de mos enemics, e vostres que són, farets-ho bé e gint, e si no, no hi puc àls fer. Mas jo he fe que vosaltres sóts tals, que farets ço que devets vers mi, ara e tots temps (cap. 132).

 

Más adelante, refiriéndose a las convocatorias de mayo de 1285, el cronista escribe:

 

Diu lo conte que, quan lo rei d’Aragó se’n fou vengut a la ciutat de Barcelona e hac desemparat tot Empordà e tot Geronès, llevat los castells e les forces damunt dites, e, puis, hac estat un temps aquí e hac entès que els francesos tenien assetjada la ciutat de Gerona, tramès missatgers, dues o tres vegades, en Aragó, per los quals faïa asaber a hòmens de viles e de ciutats, e a rics hòmens e barons d’Aragó ço que els francesos havien feit contra ell e sa terra, per què els pregava, així com a bons vassalls, que li venguessen ajudar tots ensems, que amb llur bona ajuda ell se cuidava venjar de sos enemics e carvendre a ells ço que feit li havien. Mas los aragonesos, aquella saó, e bé havia un any passat, no eren bé amb lo rei per algunes franqueses que li demanaven, segons que damunt és dit en aquest llibre mateix, per què anc negú no n’hi venc ne n’hi volc venir, sinó tan solament don Pedro, frare del rei d’Aragó, amb sos cavallers (cap. 157).

 

Evidentemente, no habla de la llegada final de las tropas aragonesas que habían sido convocadas para el 1 de septiembre.76 Lo que acaba de presentar el cronista es el sentimiento de victoria debido solamente a los esfuerzos catalanes –además de la flota– sentimiento que se manifiesta también en los versos de júbilo presentes en la redacción definitiva de las Gesta comitum:

 

O Catalonia, secla per omnia glorificeris,

magna mereberis et dominaberis, aere frueris!


Oh Cataluña, serás glorificada por los siglos,

¡Ganarás y dominarás, disfruta del aire!

 

        Se podría pensar que estos sentimientos antiaragoneses son el producto de la revuelta de la Unión que en sus últimas fases, como pone de manifiesto González Antón, era bastante inmotivada y caprichosa, sobre todo considerados los logros obtenidos y la situación del peligro en que se encontraba la Corona.77 Pero esto sería válido sólo en relación a los capítulos relativos a la invasión francesa, escritos en el vivo de la acción y poco después, y no a los otros, sobre todo los relativos a las conquistas de Mallorca y de Valencia, que tienen que remontarse tiempo atrás, entre 1280 y 1282.78 

No sé si tenemos que ver ésta como la primera emergencia de lo que podríamos denominar, con cierta aproximación y la seguridad de utilizar una terminología demasiado moderna, nacionalismo catalán en paralelo con la emergencia de un parecido nacionalismo aragonés –seguramente reforzado a lo largo del siglo XIII por la cuestión de las reformas legales al reino de Valencia y subyacente a la revuelta de la Unión de 1283-85– nacionalismo que se centraba, como hemos visto, en los fueros de Sobrarbe, y con lo que los enfrentamientos con Jaime I y Pedro III hacían hincapié en los Fueros. Lo que es interesante es ver cómo, aparentemente, este nacionalismo se centra en el aspecto que más ve como propio, el antiguo y ancestral derecho como elemento definidor, en absoluto ligado a la monarquía. Parece que se pueda ver, al menos en ciertos ámbitos sociales y sobre todo de organización de la memoria, una reacción a lo que habían hecho la historiografía y el pensamiento monárquico: la incorporación de los monarcas aragoneses a las tradiciones de la Casa de Barcelona. Al mismo tiempo, la incorporación en parte marginalizada de la historia de Aragón a la de los condes de Barcelona y de Cataluña, había dejado la reflexión aragonesa por un lado siempre más dependiente de la visión elaborada en Castilla, y por el otro, fuera de contextos historiográficos de tipo genealógico, había dejado a los aragoneses con sus tradiciones ‘democráticas’ (sería mejor decir oligárquicas) sin un punto de individuación en sus monarcas.

Me parece que la probable aparición de otro mito de la historiografía aragonesa, el de las campanas de Huesca, justo por esta época, se tenga que ver, al menos en un primer momento, como invento real justo contra la rebeldía de los nobles unionistas.79

Este discurso, sobre todo en lo afecta a los textos y a la problemática del siglo XIII, se tendría que ver en más estrecha conexión con el desarrollo de la vida política y civil en la Corona de Aragón, mucho más de lo que me han permitido estas pocas páginas. Sin embargo, la individuación de algunas tendencias, generales y particulares, presentes en el pensamiento político de la monarquía y en algunos historiadores, tiene que servir de estímulo para comprobar estas conexiones más en profundidad, lejos de generalizaciones o ideas preconcebidas que pueden venir de lejos.

 

 

8. EPÍLOGO

 

Con Desclot acabaré mi análisis. Las otras crónicas, o los anales barceloneses, compuestos a lo largo del siglo XIII, el Libre de l’infant en Pere, la Crònica del rei en Pere posiblemente de Galceran de Tous o la redacción definitiva de las Gesta comitum, bien no presentan ningún elemento útil para la reflexión (las primeras dos crónicas o los anales), bien reproducen, en buena medida, posiciones ya analizadas sin introducir novedades (las Gesta comitum).80 En el siglo XIV el panorama, tanto historiográfico como político, se complica. Empiezan a aparecer numerosas genealogías, en buena parte inéditas y sin estudiar; la Crónica de 1305 plantea problemas de relación con el modelo castellano aun totalmente por analizar. A parte, de la Crónica General de Pedro IV ya he hablado y, además, será difícil poder decir algo definitivo hasta que no se tenga una edición crítica de las tres redacciones.81 Lo que sí se puede decir ahora, como conclusión, es que aquel grande elaborador de memoria y gran continuador de las tradiciones de todos sus ancestros que es el rey Cerimonioso,82 si por un lado demuestra por primera vez una voluntad homogeneizadora, al hacer escribir una Crónica general válida para todos sus reinos, y superando los problemas lingüísticos hasta ahora presentados, por el otro, no sin alguna incoherencia tal vez, se presenta como rey podríamos decir más catalán que aragonés al escribir su crónica particular solamente en catalán y al querer que se le diga Pedro III, y no IV. Si no hemos de pensar que ha hecho suya hasta las consecuencias finales la visión de Jaime I, que veía en Alfonso el Casto un nuevo inicio que comportase una nueva numeración de los monarcas, aunque hasta el momento no se había dado el problema, por lo que he podido ver, al no presentarse nunca los nombres de los monarcas acompañados de un numeral, al contrario desarrollando en la Crónica general el sistema de sobrenombres (el Santo, el Casto, el Católico, el Grande etc.) que tan útil ha sido también a los historiadores modernos para salir del paso con la múltiples numeraciones de los monarcas (como por ejemplo: Pedro III de Aragón, II de Cataluña, I de Valencia etc.)

 

 

 


 

1. Véanse las observaciones de Carlos LALIENA, “La memoria real en San Juan de la Peña: poder, carisma y legitimidad en Aragón en el siglo XI”, Aragón en la Edad Media (Homenaje a la profesora Maria Isabel Falcón) 29, 2006, 309-324, pp. 311-312; se puede destacar como un momento de crisis cual fue la sucesión a Alfonso I ya generó algunos relatos, aunque en forma de documentos, véase la pequeña autobiografía del mismo Ramiro II (Antonio UBIETO ARTETA, Documentos de Ramiro II de Aragón, Zaragoza 1988, doc. 118) y otra relación de los hechos de ca. 1135 a Prósper de BOFARULL i MASCARÓ, Colección de documentos inéditos del Archivo general de la Corona de Aragón, vol. 4, Barcelona 1849, doc. 150 (ahora en nueva edición a Gaspar FELIU-Josep Mª. SALRACH (eds.), Els pergamins de l’Arxiu Comtal de Barcelona des de Ramon Berenguer II a Ramon Berenguer IV, en prensa.

2. Véase Els annals de la família Rivipullense i les genealogies de Pallars-Ribagorça, edició a cura de Stefano M. CINGOLANI (Monuments d’Història de la Corona d’Aragó, 3), Valencia en preparación (en adelante MHCA, 3).

3. Hay dos posibles soluciones para este problema: tenemos que pensar que o el redactor de la serie Ripoll II, que trabaja hacia finales del siglo XIII, se encontraba con una información que interpretaba como ambigua, y por eso comete el error, o que el grupo de anales, donde se da el error, llegó conjuntamente en un segundo momento, tal vez después de la muerte de Pedro I. Me inclino más por la primera hipótesis.

4. García III de Navarra (1035-1054).

5. Ramiro I de Aragón (1035-1063); el mismo error que el precedente.

6. Ya que está dando los óbitos de los reyes de Navarra, será Sancho IV (1054-1076), hijo de García III, minor en oposición al abuelo maior, Sancho III el Mayor de Navarra (1000-1035).

7. Sancho II de Castilla (1065-1072).

8. Sará otra vez Garcia III rey de Navarra, ahora entrado en fecha correcta.

9. Otra vez Ramiro I rey de Aragón; véase Ripoll I “Dasens”, el Obituari de Roda reporta correctamente “interfectus est a mauris in obsidione Gradus”.

10. Fernando I rey de Castilla (1035-1065), para esta forma véase Annals de Roda “Fredelandus” y el necrologio de Ripoll (Eduard JUNYENT, “El necrologi del monestir de Ripoll”, Analecta Montserratensia 9, 1962, 217-225, p. 225).

11. Otra vez Sancho II rey de Castilla.

12. ¿Se trata de Sancho IV rey de Navarra (1054-1076) entrado correctamente o, mejor, de Sancho III el Mayor, entrado con error de año por Era, como dejaría pensar el apodo de vetulus?

13. No sé explicar la grafía, o, mejor, error Haboletum, ya que evidentemente se trata de Toledo; Alfonso VI rey de Castilla (1065-1109).

14. Sancho Ramírez (1069-1094) y Pedro I (1094-1104) reyes de Aragón.

15. Rodrigo Díaz, el Cid (1043-1099).

16. La duplicidad de entrada muestra la duplicidad de fuentes de los anales.

17. Véase José Enrique RUIZ DOMÈNEC, Ricard Guillem o el somni de Barcelona, Barcelona 2001: 89-97 i Id., Mi Cid. Noticia de Rodrigo Díaz, Barcelona 2007: 29-39. Sin embargo, si tenemos en cuenta las características culturales y literarias del poema, juntamente con la biblioteca y las tradiciones poéticas presentes en Ripoll, el monasterio sigue siendo, a mi entender, el lugar más probable de composición del texto, cosa que no excluye la comisión condal.

18. Tal y como delata el texto mismo del anal, que habla de la muerte de Ramiro II, y la presencia también de otra entrada: “Era MCLXXV, anno Domini MCXXXVII. Hoc anno suscepit regnum Aragonum Raymundus comes Barchinone”.

19. Alfonso I rey de Aragón (1104-1134); Ramiro II rei d’Aragó (1134-1137). El anal es presente también a Ripoll I, Annals de Marsella y Tortosa II, pero mientras los dos primeros són muy diferentes, el de Tortosa II es prácticamente igual.

20. Véase Josep Mª. SALRACH, “‘De l’esperit a la matèria’: Catalans en terra castellana a l’Alta Edat Mitjana”, Acta historica et archaeologica mediaevalia 26, 2005, 81-100.

21. Véase. Eduard JUNYENT I SUBIRÀ, Diplomatari i escrits literaris de l’abat i bisbe Oliba, a cura de Anscari M. MUNDÓ, Barcelona 1992, textos 16 y 19 y Cartulario de San Juan de la Peña, ed. Antonio UBIETO ARTETA, Valencia 1962-63, doc. 38.

22. Véase Stefano Maria CINGOLANI, “Estratègies de legitimació de poder comtal: l’abat Oliba, Ramon Berenguer I, la Seu de Barcelona i les Gesta Comitum Barchinonensium”, Acta historica et archaeologica mediaevalia 29, 2008, en prensa.

23. JUNYENT, Diplomatari, cit., texto 2. (stefano m. cingolani - L'abat Oliba, el poder i la paraula)

24. Les constitucions de Pau i Treva de Catalunya (segles XI-XIII), Estudi introductori i edició a cura de Gener GONZALVO I BOU, Barcelona 1994 (Textos Jurídics catalans, Lleis i costums II/3), doc. 2 y JUNYENT, Diplomatari, cit., text 20), mientras al final de su vida deja el encargo a su sucessor de celebrar el dia “de suscitatione Lazari” la missa comemorativa para todos los hermanos muertos (véase Id., text 23).

25. Martinus MARRIER-Andreas QUERCETANUS, Bibliotheca Cluniacensis, Mâcon 1915, cols. 338- 340, y véase CINGOLANI, “Estratègies de legitimació de poder comtal”, cit.

26. El primero, tal vez, con un error de maii por marcii; también se encuentra “VII kalendas ianuarii Fredalandus rex”, para la presencia de los reyes de Aragón en otros obituarios véase LALIENA, “La memoria real en San Juan de la Peña”, cit.

27. JUNYENT, “El necrologi del monestir de Ripoll”, cit. En esta forma lo encontramos solamente en la Memoria renovata comitum et episcoporum Ripacurcensium y, tal vez no por casualidad, en los Annals de Tortosa II (véase MHCA, 3).

28. Véase LALIENA, “La memoria real en San Juan de la Peña”, cit.

29. No voy a tener en cuenta los textos producidos en el Pallars o en la Ribagorza, como el Obituario de Roda o las distintas versiones de la Memoria, especialmente la Memoria renovata, porque presentan características propias de estas tierras de confín de soberanía monárquica y episcopal, disputada y cambiante, así como los Annals de Roda que, aunque en su primera sección son anales de origen ripollés, presentan un problemática típicamente ribagorzana, vid. MHCA, 3.

30. Véanse Els annals de la família Barcinonense, i Lenguadociana, edició crítica de Stefano M. CINGOLANI, (Monuments d’Història de la Corona d’Aragó, 5), València en preparación y Id., “Del monasterio a la cancillería. Construcción y propaganda de la memoria dinástica a la Corona de Aragón”, Actas del Coloquio Construcción y conservación de la memoria regia en Occidente (siglos XXIV), Arxiu de la Corona d’Aragó, Barcelona 25-27 de julio 2007, en prensa).

31. MHCA, 3.

32. Les constitucions de Pau i Treva, cit., docs. 14, 15, 17 y 18.

33. Les constitucions de Pau i Treva, cit., doc. 15.

34. Stefano Maria CINGOLANI, “‘Seguir les vestígies dels antecessors’. Llinatge, regalitat i historiografía a Catalunya de Ramon Berenguer IV a Pere II (1131-1285)”, Anuario de Estudios Medievales 36/1, 2006, 201-240 y la introducción a Gesta Comitum Barchinonensium (versió primitiva), la Brevis Historia i altres textos de Ripoll, edició a cura de Stefano Maria CINGOLANI, Valencia en preparación (Monuments d’Història de la Corona d’Aragó, 4), en adelante MHCA, 4 y, para el caso concreto de Jaime I y la importancia que tuvo la ideología sobre su acción política, Stefano Maria CINGOLANI, Jaume I. Història i mite d’un rei, Barcelona 2007 (en castellano Barcelona 2008).

35. Ana Isabel SÁNCHEZ CASABÓN, Alfonso II Rey de Aragón, Conde de Barcelona y Marqués de Provenza. Documentos (1162-1196), Zaragoza 1995 (Fuentes Históricas Aragonesas 22), doc. 21.

36. Véase SÁNCHEZ, Alfonso II, cit., docs. 166 (IV 1174), 167 (1 V 1174), 338 (II 1182), 566 (VIII 1192).

37. MHCA, 4.

38. La obra, que originariamente no llevaba título, hacia 1268 le fue añadido: Incipit gesta vel

ortus illustrium comitum Barchinonensium.

39. Véase la introducción en MHCA, 4.

40. Gestes dels comtes de Barcelona i Reis d’Aragó, edició a cura de Stefano Maria CINGOLANI, València 2008 (Monuments d’Història de la Corona d’Aragó, 1), en adelante MHCA, 1.

41. M. SERRANO Y SANZ, “Cronicon Villarense (Liber regum)”, Boletín de la Real Academia Española 6, 1919, 192-220 y Louis COOPER, El Liber regum. Estudio lingüístico, Zaragoza 1960, ps. 17- 39, véase Diego CATALÁN, La épica española. Nueva documentación y nueva evaluación, Madrid 2000, pp. 123-131.

42. Aunque el ms. más antiguo, el códice Villarense, tiene una laguna, esto se puede deducir de otras versiones posteriores.

43. José Mª LACARRA, “Textos navarros del Códice de Roda”, Estudios de Edad Media de la Corona de Aragón, 1, 1945, ps. 193-283.

44. Véase Carlos LALIENA, “La apropiación mítica del pasado: poder, real, legitimación y memorias de clase en Navarra y Aragón en el siglo XIII”, José Ignacio DE LA IGLESIA DUARTE (coord.), Memoria, mito y realidad en la historia medieval, XIII Semana de Estudios Medievales, Nájera 2002, pp. 61- 84, pp. 70-76.

45. Diego CATALÁN-Enrique JEREZ, “Rodericus” romanzado, Madrid 2005, pp. 23-149.

46. Stefano Maria CINGOLANI, La memòria dels reis. Les Quatre Grans Cròniques i la historiografia

catalana des del segle X al XIV, Barcelona, 3ª ed. 2008, pp. 75-95 y 137-158.

47. Pere QUER, La Història i Genealogies d’Espanya. Una adaptació catalana medieval de la història hispànica, Abadia de Montserrat 2008.

48. El original de esta versión de las Gesta comitum se quedó en Ripoll, donde sirvió para confeccionar la versión llamada definitiva en tres etapas: al poco de morir Jaime I, después de la muerte de Pedro III y a primeros del siglo XIV (véase CINGOLANI, La memòria dels reis, cit., pp. 147-152 i MHCA, 4); mientras el ejemplar enviado a Barcelona se perdió, conservándose sólo la versión en catalán (MHCA, 4, pp. 23-28).

49. La notación final: “Del començament del regne d’Aragó entrò a l’ajustament del regne e del comtat de Barcelona foren ·CIIII· anys” [XX,7] además que la precisión cronológica, seguramente es debida también a la voluntad de resaltar la antigüedad del casal barcelonés, con sus numerosas generaciones, con respecto a la breve historia aragonesa, y tal vez tenga relación con una afirmación de Bernat Desclot que veremos más adelante.

50. Por ejemplo el Epitafio de Ramón Berenguer IV (MHCA, 4: “Vox in Cathalonia et in Aragonia sonet”), algunos documentos de Pedro II que distinguen los testimonios entre aragoneses y catalanes (por ejemplo, los docs. 587 (30 XII 1205), 595 (2 I 1206), 899 (4 VI 1208), 1016 (II 1210), véase Martín ALVIRA CABRER, Pedro el Católico, Rey de Aragón y Conde de Barcelona (1196-1213). Documentos, Testimonios y Memoria Histórica, 2 vols., Zaragoza, 2009, en prensa), o la relación de los participantes a las Cortes de Lérida de 1214 donde se juró Jaime I rey, aunque sólo haya quedado parte de la lista relativa a Aragón (Ferran SOLDEVILA, Els primers temps de Jaume I, Barcelona, 1968, pp. 83-84).

51. Véase CINGOLANI, Jaume I, cit. y Id., “Memòria, llinatge i poder. Jaume I i la consciència històrica”, Butlletí de la Societat Catalana d’Estudis Històrics, en prensa.

52. Ferran SOLDEVILA, Les Quatre Grans Cròniques, I. Llibre dels fets del rei En Jaume, revisió filològica de Jordi BRUGUERA, revisió històrica de M. Teresa FERRER MALLOL, Barcelona 2007.

53. Se ha demostrado que Eudoxia era besnieta, y no hija, de Manuele Paleólogo (sobre el matrimonio reparador véase Josep Mª PUJOL, “El mite de l’heroi a la casa de Barcelona: Guifred I el Pelós i Jaume I”, Mites i llegendes, Valls 2002, pp. 112-133, pp. 117-118); por otro lado, se tiene que subrayar cómo el rey aquí se vanagloria de la sangre imperial que corre por sus venas, mientras más tarde será radicalmente contrario a las aspiraciones imperiales de su yerno Alfonso IX.

54. Antoni UDINA I ABELLÓ, Els testaments dels comtes de Barcelona i dels reis de la Corona d’Aragó. De Guifré Borrell a Joan II, Barcelona 2001, doc. 21.

55. A este propósito, se puede citar el episodio de cuando, en el cerco de Borriana, se hace traer su espada, que no es otra que Tizona, la espada del Cid; sobre este episodio, y sus implicaciones simbólicas, véase CINGOLANI, Jaume I, cit. pp. 223-225 y Id., “Memòria, llinatge i poder”, cit.

56. ACA, Cancelleria, reg. 22, f. 42r, el documento ha sido publicado parcialmente en Fernando FONDEVILLA, “La nobleza catalano-aragonesa capitaneada por Ferran Sáncez de Castro en 1274”, Primer Congrés d’Història de la Corona d’Aragó, Barcelona 1912, pgs. 1061-1169, p. 1163, he revisado la transcripción sobre el original.

57. Vg. Ferran SOLDEVILA, Pere el Gran, Barcelona 1950-62, 2ª ed. Barcelona 1995, 1, pp. 467- 468, una carta de contenido muy parecido fue enviada al infante Fernando de la Cerda y al rey Alfonso X el 23 VIII 1274 (ACA, Canc., reg. 15, f. 97v, Ibidem, p. 271), y el 1 IX también a Felipe III rey de Francia (ACA, Canc., reg 23, f. 98r; ib., p. 272).

58. Sobre este problema véase Stefano Maria CINGOLANI, Historiografia, propaganda, comunicació. Bernat Desclot i les dues redaccions de la seva Crònica, Barcelona 2006, pp. 407, 442, 454 por más casos o la carta de Pedro III a los mallorquines en catalán, mientras el infante Alfonso les había escrito en latín (pp. 741-745).

59. Josep M. PUJOL, “El Llibre del rei En Jaume: A Matter of Style”, Alan DEYERMOND (ed.), Historical Literature in Medieval Iberia, Queen Mary and Westfield College, Londres 1996, pp. 35-65.

60. Este es el título que propone Diego Catalán (CATALÁN-JEREZ, “Rodericus” romanzado, cit., p. 111-112), la publica Antonio UBIETO ARTETA, Crónica de los estados peninsulares (texto del siglo XIV), Granada 1955.

61. "Libre dels reis", edició a cura de Stefano Maria CINGOLANI, València 2008 (Monuments d’Història de la Corona d’Aragó, 2).

62. Publico algunos extractos referentes a la antigua historia de catalanes y Cataluña en apéndice al "Libre dels reis", pp. 225-246.

63. Ya que mantiene la dicción de las Gestes dels Comtes que el reino de Aragón duró 104 años, pero lo hace empezar en 1115. Además, en la segunda etapa redaccional de la obra, la transmitida por el ms. S (Barcelona, BC 487) y por la versión castellana con fuertes rasgos lingüísticos aragoneses y catalanes transmitida por M (Madrid, BNE 1814), esta historia es ulteriormente modificada para hacerla encajar con la versión que proporcionaba Desclot de la unión de las dos monarquías (pp. 218-224).

64. El anónimo utiliza la misma frase que en las Gestes dels Comtes señalaba el cambio de dinastía, pero en sentido contrario: “E fenides e passades les successions del regne d’Aragó”.

65. LALIENA, “La apropiación mítica del pasado”, cit., pp. 70-76 y CATALÁN-JEREZ, “Rodericus romazado en los reinos de Aragón, Castilla y Navarra”, cit., p. 116-118 que remiten como posible fuente a una perdida crónica de San Victorián. Desgraciadamente el texto de la Crónica de 1305 queda truncado a medio reinado de Ramiro II, así que no sabemos cómo pensaba justificar la unión con Cataluña y hacer encajar la historia posterior con la más antigua.

66. Como dice, por ejemplo, en una carta al rey Felipe, cuando aún era príncipe heredero de Francia, en 1285: “verum, quia in prefacionibus istius litere vos salutamus ut regem Navarre, protestamur quod propter hoc iuri nostro non possit in posterum preiudicium generari” (CINGOLANI, Historiografia, propaganda, cit., p. 753).

67. La segunda, la que normalmente se lee, fue redactada entre 1286 y 1288, véase en general CINGOLANI, Historiografia, propaganda, cit., y para la primera redacción Stefano Maria CINGOLANI, “La storiografia catalana all’epoca di Pietro II e Alfonso II (1276-1291). Edizione e studio di testi inediti: 4. Bernat Desclot, Libre del rei Pere, prima redazione”, Studi Medievali, 3ª serie, 49, 2007, 575-618.

68. Por ejemplo, hablando a los aragoneses, que se negaban a financiar su expedición a Murcia, les dice: “Catalunya, que lo mellor regne d’Espanya” (cap. 392), para destacar que ellos han aceptado ayudarle.

69. Por ejemplo, la embajada al papa del julio-agosto de 1282, donde en lugar de Pere de Queralt y Guillem de Castelnou, pone como embajadores a este último y a un caballero de Aragón (cap. 85), o, sobretodo, al momento de la preparación de la batalla cuando el ejército francés tiene que volver a pasar por el Panissars, cuando está por conceder la delantera a Ramón de Montcada, que la había solicitado en tanto que senescal de Cataluña, le dice: “En Ramon, ben sé que, si bon cavaller ne enfortit ha en Espanya, vós sóts la un, e, quan deïts que sia vostra la davantera, dic-vos que vostra deu ésser, segons usança de Catalunya. Emperò, jo en planc a vós e no us en gosava emprar, per ço com sóts hom antic. Mas, emperò, per tal que no us sia greu, jo la us atorg sus ací, e lliurar-vos he per companyó un honrat cavaller d’Aragó. E no us desplàcia quan dic que companyó vos lliuraré, que no ho dic per defalliment de cor ne per minva de poder que haja en vós, mas dic-ho per ço que els aragonesos no se’n tinguen per ahontats, car jo vull que en aquest feit catalans e aragonesos sien així com a frares e a germans en tota res” (cap. 167), cito de mi edición revisada Bernat Desclot, Llibre del rei en Pere d’Aragó e dels seus antecessors passats, a cura de Stefano Maria CINGOLANI, Barcelona 2009, en prensa (la numeración de los capítulos es la misma de las otras ediciones).

70. Véase CINGOLANI, Historiografia, propaganda, cit., pp. 35-39 y 50-73.

71. Véase CINGOLANI, “‘Seguir les vestígies dels antecessors’”, cit., pp. 202-207.

72. Una distinción parecida la encontramos en la utilización del término nobilis en la redacción definitiva de las Gesta Comitum que, por este aspecto, es de redacción contemporánea de Desclot, véase Ibidem, p. 214.

73. Vése CINGOLANI, Jaume I, cit., pp. 161-182.

74. Véase Luis GONZÁLEZ ANTÓN, Las Uniones aragonesas y las Cortes del reino (1283-1301), 2 vols. (I - II), Zaragoza 1973, 1, pp. 41-146.

75. De esta manera, la revuelta de Berenguer Oller queda como un hecho aislado del cual son responsables unos malvados traidores y las clases sociales más bajas de la capital, vid. CINGOLANI, Historiografia, propaganda, cit., pp. 528-531 con bibliografía.

76. A uno de los documentos recogidos en un dossier (Escrituras dice el título) relativo a las Uniones, del 12 VII 1295 se dice claramente: “aiustada Cort de la Unidat d’Aragon en la ciudat de Çaragoça […] todos los nobles rricos omnes, mesnaderos, cavalleros, infançones, ciudadanos e los procuradores de las villas e de los villeros de la dita Unidat ensemple concordablament e volundat e assentimiento de todos los perditosos e los querelantes del Muit Alto senynor don Pero […] ordinaron e quisieron que todos los sobreditos nobles ricos omnes, mesnaderos, cavalleros e infançones fuesen en servicio del dito senynor Rey en aquest viatge d’esta present guerra qu’el dito senynor Rey ha con el Rey de França. Et quando seran en Barcelona ho alli do el senynor sera, que pidan merçe” (GONZÁLEZ, Las Uniones aragonesas, 1, p. 99).

77. GONZÁLEZ, Las Uniones aragonesas, 1, p. 140-146.

78. Aunque los capítulos iniciales, los que narran la unión de Aragón y Cataluña solamente nos hayan llegado en la segunda redacción, de 1286-88, y no sepamos qué reportaba la primera en su lugar, los de las conquistas de Mallorca y Valencia son idénticos en las dos redacciones así que nos garantizan que estos sentimientos ya estaban presentes en la mente del historiador y sólo se fueron agravando en el transcurso del tiempo y de los hechos.

79. Véase LALIENA, “La apropiación mítica del pasado”, pp. 76-81.

80. Véase CINGOLANI, La memòria dels reis, cit., pp. 87-95 (Libre de l’infant en Pere), pp. 143-146 (Crònica del rei en Pere, y véase Stefano Maria CINGOLANI, “Historiografia catalana al temps de Pere II i Alfons II (1276-1291). Edició i estudi de textos inèdits: 1. *Cronica del rei En Pere”, Acta historica et archaeologica medievalia 25, 2003-04, 201-227), pp. 146-153 (Gesta comitum redacción definitiva).

81. Véase CINGOLANI, La memòria dels reis, cit., pp. 205-224.

82. Ibidem, pp. 225-233.



“Tradiciones e idiosincracias. Las relacionesentre Cataluña y Aragón en la historiografía (siglos XI-XIII)”, La Corona deAragón en el centro de su historia (1208-1458) Actes del congrés, Zaragoza 1-4of december 2008, Zaragoza 2010, pp. 219-252

Stefano Maria Cingolani







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