LA MARCA HISPÁNICA NUNCA EXISTIÓ.



Llicenciat en Història.
Màster d’investigació en Història de Catalunya









Me atrevo a sostener la afirmación del título a sabiendas de que a la mayoría de lectores les pueda parecer, a bote pronto, osada o absurda.


 De hecho, que mucha gente tenga este tipo de reacción es de lo más normal, si se tiene en cuenta que buena parte de historiografía no duda en utilizar la expresión “Marca Hispánica”. Con esta locución se nombra la frontera militar que el imperio franco poseía frente Al-Ándalus, en la parte sur de los Pirineos desde finales del siglo VIII, hasta la disolución de la misma, a partir de la disgregación del territorio en diversos condados independientes del poder franco. A grandes trazos, esta sería una definición concordante con la que ofrecen gran cantidad de historiadores en sus obras, así como con las que aparece en los libros de texto de secundaria, pudiéndose añadir, además, que varios autores todavía sostienen que la citada marca no sólo fue una frontera militar, sino también una entidad político-administrativa supracondal [1], aun cuando historiadores como José Antonio Maravall hace mucho dejaran bien claro que esta conceptualización era errónea [2].

Pero que no fuese una entidad político-administrativa resulta insuficiente para afirmar que no existió la Marca Hispánica. Al menos, debe haber existido como nombre geográfico de la parte septentrional del conjunto territorial, que en el siglo XII fue denominado con el topónimo “Cataluña”, especialmente, después de que se haya repetido y se repita en incontables publicaciones, ¿no les parece? Pues no, no fue así o, no del todo así. Me explico:

Entre los años 780 y 801 de nuestra era, el predicho espacio fue arrebatado a los musulmanes andalusís por tropas cristianas francas, siendo políticamente organizado en condados (Barcelona, Gerona, Osona, Pallars, Ribagorza, Urgel, Cerdaña, Ampurias y Rosellón), como el resto del Imperio de Carlomagno. Estos dominios eran gobernados por condes, en su mayoría, nobles godos nativos del territorio fronterizo con el Al-Andalus, como funcionarios representantes de la autoridad del soberano franco. Los historiadores que han investigado la documentación del periodo sostienen que entre los siglos IX y X, tanto la Corona como los autóctonos del territorio que nos ocupa se refirieron al conjunto de condados con los nombres de “Hispania” o de “Gotia”, pero no con el de “Marca Hispánica”, si bien el concepto existió.


El uso del término “Hispania” era lógico, puesto que tanto los francos como los indígenas estaban de acuerdo en la pertenencia de aquellos condados a la península ibérica, conocida en la época como tierra de Hispania, por influencia de la tradición romanogoda. Con todo, desde el siglo noveno, para el conjunto de la sociedad –exceptuando a la Iglesia– esta palabra fue adquiriendo paulatinamente un significado alternativo, que identificó Hispania con Al-Andalus [3]. No fue hasta el siglo XII que, en los condados –ya catalanes–, los laicos recuperaron la identificación de Hispania (España, en vernáculo) como marco geográfico en cuyo noreste se encontraban ubicadas la tierra y la comunidad política que respondían al nombre de “Cataluña”, significado que se consolidó como mayoritario en la siguiente centuria, sin que por ello la palabra “España” dejara de utilizarse como identificador de las tierras ibéricas musulmanas, por lo menos, hasta inicios del siglo XIV. A la vez, en las tres últimas centurias medievales, “España” también era empleada en el dominio catalán para denominar las tierras de los reyes de Castilla y León, siendo sus habitantes calificados de “españoles”, diferenciándose así de los catalanes, a pesar de que, como hemos dicho, estos últimos ubicaran territorialmente Cataluña en España. Sin embargo, no fue este un significado mayoritario, ya que, debido al éxito bajomedieval de la identificación de España con la península, fue entre los catalanes más común denominar a los castellanoleoneses con la palabra “castellanos” que no “españoles”, distinguiéndolos así del resto de pueblos hispanos: portugueses, navarros, aragoneses, sarracenos, incluso de los propios catalanes a partir del siglo XVI [4].

En cuanto al término “Gotia”, hay que decir que a lo largo del siglo IX se aplicó al territorio que ocupaban los diversos condados de la Septimania y del nordeste de la Tarraconense, ubicados en el espacio existente entre los ríos Ródano y Llobregat. El nombre respondía al hecho de que en aquel territorio –antaño perteneciente al reino visigodo de Hispania– se concentraba el mayor número de godos dentro de los dominios del rey franco occidental. Por este motivo, fue utilizado tanto por los soberanos francos como por los habitantes del territorio, en un sentido mucho más étnico-territorial que político-administrativo. Así mismo, en diversas ocasiones, sólo denominó la vertiente austral de los Pirineos, siendo sinónimo de “Hispania”, como patentizan las palabras del rey franco Carlos III el Simple: <<In omni regno nostro Goticae sive Hipaniae>> [5] (en todo nuestro reino de Gotia o Hispania). A pesar de esto, como señaló Abadal, esta equivalencia tampoco se producía siempre, puesto que los habitantes de los condados se denominaban a sí mismos gothi, mientras que la palabra hispani la reservaron para aquellos que huían del Al-Andalus, tierra que, como ya hemos indicado, a partir de la segunda mitad de la décima centuria, fue la única que los godos de la futura Cataluña nombraron con el término “Hispania” [6]. Según explica el medievalista Michel Zimmermann, el nombre “Gotia” cayó en desuso durante buena parte del siglo X [7], seguramente, debido a que, ya desde finales del anterior, se estaba originando un claro proceso de consolidación política y socioeconómica de las estructuras condales, cada vez más autónomas del poder franco [8], para ser recuperado de forma efímera y con un cariz reivindicativo de soberanía o potestad por el conde barcelonés y úrgeles Borrell II, en las últimas décadas del siglo X. Podría extenderme más en la explicación de este concepto, perturbadoramente obviado por la mayor parte de la historiografía, pero el limitado espacio de un texto de estas características me invita a dedicarle, en exclusiva, un futuro artículo.



Llegados a este punto, sólo nos queda preguntarnos por la locución “Marca Hispánica”.

Históricamente, el concepto “Marca Hispánica”, es decir, límite o frontera con Hispania, fue un cultismo escasamente utilizado –¡ojo! Sólo hallado documentalmente en quince ocasiones– [9] por algunos autores de anales francos, durante un breve periodo del siglo IX, iniciado el año 821 y finalizado en el 850 [10], restando totalmente ausente tanto en la documentación oficial franca y goda como en el ámbito popular [11]. Se nos hace bastante evidente que estos analistas francos encontraran útil crear un término que unificara e hiciera periférica una realidad plural que les era bastante ajena, ya que la visión que ofrecían no se correspondía con el territorio políticamente dividido de los condados sur-pirenaicos, cuyos habitantes no la emplearon, porque entre el siglo VIII y medios del X, nunca consideraron que vivían en la frontera carolingia con Hispania, es decir, fuera de Hispania, sino que formaban parte del territorio hispano bajo dominio carolingio [12].

Durante varias centurias, esta locución permaneció en el olvido [13] hasta que fue recuperada en la Alta Edad Moderna por autores catalanes como Francesc Calça o Andreu Bosch. No obstante, el auténtico impulso lo recibió de manos de Pèire de Marca, visitador general de la Monarquía de Francia en el Principado de Cataluña durante la Guerra de los Segadores. Por tanto, a partir de la decimoséptima centuria, el término se ha ido generalizando, hecho al que hay que sumar que en los siglos XIX, XX y XXI, la historiografía ha tendido a dotar este concepto de ficticios contenidos presentistas, que han nutrido discursos historicistas contrapuestos, como destaca Flocel Sabaté. Así, por un lado, se ha considerado que la Marca Hispánica fue un ente jurídico, polítoco-territorial, administrativo, unitario y real, en que entre los siglos VIII y XII, se forjó la identidad nacional catalana. Mientras que, por otro, se ha vendido que el concepto de “Marca Hispánica” respondía a la conciencia de españolidad de sus habitantes, debido a la existencia de la ancestral nación española [14].

De bien poco parece haber servido el hecho de que Abadal constatara que era un cultismo ocasional y totalmente ajeno al territorio al que se refiere [15], que Ferran Soldevila lo eliminase en la revisión de su historia de Cataluña [16], que Zimmermann expusiese cuál fue la auténtica terminología histórica, que Pierre Vilar afirmase rotundamente que la Marca Hispánica nunca ha existido [17] o que otros autores como Sabaté hayan explicado todo esto en más de una ocasión. La locución permanece omnipresente, porque la historiografía, poco preocupada en muchas ocasiones por la recuperación del vocabulario histórico, todavía fomenta la divulgación de esta pretérita Marca Hispánica, cuando, en realidad, fuera del mundo cronístico e historiográfico, nunca existió tal cosa.



Llicenciat en Història.
Màster d’investigació en Història de Catalunya
@crispalrei




[1] Véanse unos cuantos ejemplos en SABATÉ, Flocel. El nacimiento de Cataluña. Mito y realidad. En: A.A.V.V. Fundamentos medievales de los particularismos hispánicos. IX Congreso de Estudios Medievales. León, 2003, Ávila: Fundación Sánchez Albornoz, 2005, p. 221-276. Concretamente, en la p. 274.

[2] MARAVALL, José Antonio. El concepto de España de la Edad Media. Madrid, 1954, p. 154.


[3] ZIMMERMANN, Michel. En els orígens de Catalunya: emancipació política i afirmació cultural. Barcelona: Edicions 62, 1989, p. 16-18 y 35-36; y SABATÉ, Flocel. El nacimiento de Cataluña… op. cit. p. 228.


[4] SABATÉ, Flocel. El Territori de la Catalunya medieval: percepció de l’espai i divisió territorial al llarg de l’edat mitjana. Barcelona: Rafael Dalmau, 1997, p. 360-367.


[5] ZIMMERMANN, Michel. En els orígens de Catalunya… op. cit. p. 22 y 170, nota 49.


[6] SALRACH, Josep Maria. Els Hispani: emigrants hispanogots a Europa (segles VIII-X). En: Butlletí de la Societat Catalana d’Estudis Històrics, núm. XX (2009), p. 31-50. Concretamente, en la p. 34.


[7] ZIMMERMANN, Michel. En els orígens de Catalunya… op. cit. p. 29.


[8] SABATÉ, Flocel. <<El nacimiento de Cataluña…, p. 229-230.

[9] Ibídem, p. 272.

[10] ZIMMERMANN, Michel. En els orígens de Catalunya… op. cit. p. 19.


[11] ABADAL, Ramon d’. Nota sobre la locución “Marca Hispánica”. En: Boletín de la Real Academia de Buenas letras de Barcelona, núm. XXVII (1957-1958), p. 157-164.


[12] ZIMMERMANN, Michel. En els orígens de Catalunya… op. cit. p. 18-20; y BOLÒS Jordi, Diccionari de la Catalunya medieval: segles VI-XV. Barcelona: Edicions 62, 2000, p. 164- 165.


[13] SALRACH, Josep Maria. Els Hispani… op. cit. p. 33.


[14] SABATÉ, Flocel. La construcción ideológica del nacimiento unitario de Cataluña. En: VAL VALDIVIESO, María Isabel del; MARTÍNEZ SOPENA, Pascual.Castilla y el mundo feudal. Homenaje al profesor Julio Valdeón, vol. 1, p. 95-110. Sobre todo, las p. 107-110.


[15] ABADAL, Ramon d’. <<Nota sobre la locución… op. cit.


[16] SOLDEVILA, Ferran. Història de Catalunya. Barcelona, 1962, vol. 1, p. 40-42.


[17] VILAR, Pierre. Introducció a la història de Catalunya. Barcelona, 1995, p. 9





X.M.C.  8/2015



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