Las Casas de religiosos en Cataluña durante el primer tercio del siglo XIX Cayetano Barraquer i Roviralta (1839-1922) Capítulo séptimo - Franciscos . Pàg. 433-480 1906 |
Y no sin razón dábale
el vulgo al primero el apellido de grande, pues indudablemente era la mayor de
las casas franciscanas, y aun de todas las regulares, de nuestra población. De
E. a O. extendíase desde mitad de la plaza del Duque de Medinaceli, llamada
antiguamente de las barcas y después de fra menors, hasta frente
el Banco de Barcelona; y de N. a S., desde la calle a la que una pieza de este
convento dio el nombre de Dormitorio de San Francisco, hasta la primera línea
de palmeras del paseo de Colón, en los últimos años terraplén de la muralla del
mar. Ocupaba la parte Oriental el espacioso templo, extendido desde frente la
boca de la calle Nueva de San Francisco hasta la indicada muralla, la Occidental
la no muy grande huerta, y el centro el convento distribuido en tres claustros
alineados de E. a O. y un claustrito que caía al S. de la edificación.
Ésta en su esquina propiamente N. tenía un patio o atrio, que, formando ángulo, corría por ante el frontis de la iglesia y parte de su lado oriental. Dos puertas de la cerca franqueaban paso a él desde la calle, una exactamente frente la nombrada calle Nueva, otra llamada del Beato Salvador en la cara de la plaza, a cuyo lado la misma cerca sostenía en la parte exterior una fuente pública. Después del patio lateral, desde allí caminando por junto al edificio hacia el mar, se hallaba a pocos pasos la puerta lateral del templo, llamada de San Antonio, y más allá la rampa de subida a la muralla. En el ángulo oriental, en forma redondeada que esta cuesta formaba con la muralla, alojaba el edificio un cuerpo de guardia de la guarnición, el cual databa del año 1800.
Muralla de mar Mar y ábside del convento de San Francisco de Asís, 1830-1860 Joaquín Mosterini - AHCB |
Por la puerta fronteriza a la calle Nueva de San
Francisco, entrado el visitante en el patio, hallaba a su derecha la del
convento, gótica, del siglo XV, coronada con un nicho con San Nicolás de Bari,
imagen de escultura de unos 60 centímetros. Además, estaba adornada la puerta de
una hermosa lápida mortuoria, de mármol, con figuras e inscripción del siglo XIV
a la izquierda, y un arca también de mármol de igual siglo a la derecha. Al
frente del visitante erguíase la fachada de los pies del templo, cuya humilde
puerta principal, llamada de San Nicolás, pero ennoblecida con una lápida de
mármol del siglo XIV a cada lado, ocultábase tras historiado cancel exterior; y
cuyo rosetón de lo alto brillaba por su magnitud y afiligranados calados ojivales.
Cruzado el cancel aparecía la «nave de la iglesia, (la cual) tenía muy buenas proporciones, y se presentaba desahogada, a pesar de bajarse a ella por unos cuantos escalones», afeando sin embargo sus primitivas líneas ojivales muchas otras de gustos posteriores, la extraordinaria variedad de sus capillas y el encalado de los muros y bóvedas. Éstas conservaban la primitiva forma gótica y estaban divididas en ocho compartimientos con aristones cruzados en cada uno de ellos y clave central. De éstas la que cobijaba al presbiterio ostentaba en su orla las armas de los Marquet, la siguiente las de los Moneada, la tercera las de Cervelló, la cuarta las de Rajols y Valls, la quinta las de Escala de Valencia, la sexta las de Espuny, la séptima las de Fivaller, y la octava, que cerraba el compartimiento contiguo a la fachada, las de la Ciudad, todas ellas testimonios fehacientes de quienes sufragaron la construcción de cada compartimiento. No sin razón el arquitecto Mestre califica de proporcionada y desahogada esta nave, pues medía 58 metros de longitud y 13'90 de anchura. Testigos hubo que me la compararon con la del Pino; todos me ponderaron su magnificencia y grandiosidad, y el señor Pi y Arimón la llama «elevada y espaciosa, cuya traza podía dignamente compararse con las del mismo tipo que ostenta Barcelona». «En el lado izquierdo (del Evangelio) tenía las capillas muy grandes; más en el derecho eran de poca profundidad, con tribuna o galería corrida encima, que pasaba a ser salediza (colocada en el exterior del muro á guisa de balcón) en el lado opuesto», y circuía todo el templo. En el mismo lado del Evangelio, donde, según lo copiado, las capillas tenían mayor profundidad, la galería daba vista tanto al templo cuanto a la capilla, y en todo el circuito de aquél se hallaba esta galería velada por celosías doradas de listones en cuadrícula. Terminaba en el fondo la gran nave por el inmenso retablo mayor, pero por los costados de él, hasta darle vuelta por su detrás, introducíase un paso, o deambulatorio, provisto de capillas radiales en el lado exterior, a semejanza de nuestra catedral.
«El coro, colocado sobre la puerta principal, era precioso
y bien iluminado, y hubo un tiempo en que ostentaba rica sillería», y hasta el postrero
varios lienzos al óleo con sus marcos. «En este trienio (1703 a 1711) el M. R.
P. Prval. a expensas de la Provincia formó en el coro las celosías con
gravedura y escultura fabricadas hermosamente deshaciendo un tabique que había,
formó un Atril majestuoso con un Santo Christo admirable, y puso la Reyna Santísima
en el medio de la sillería del coro, obra toda muy famosa». «Siendo el P. Fr.
Jaime Janer Maestro de Novicios, el año 1716 comenzó a adornar y componer la
sillería del coro con unos medios cuerpos de Santos y Santas de la Orden en
cada silla, los que se concluyeron en el año de 1724. Viendo que había salido
la obra a gusto, y solamente faltaba dorar dichos Santos, para que del todo
fuese sin segundo en hermosura dicho coro, dio este año, 1726, principió a dorar
dichos Santos elP.Fr. Joseph Corominas, maestro de Novicios; y el Rdo. P.
Guardián doró cinco por su parte». «A los 3 de octubres de 1727 se dio fin a
la obra y sillería del coro... que doró el P. Guardián seis Santos, y el P.
Fray Narciso Brell Maestro de Novicios hizo dorar 16 santos. A las diligencias
de los dichos quedó el coro que no se hallara otro en toda la Corona». A
tal coro no le faltaba su buena colección de libros de rezo y canto, muchos de
ellos antiguos y restaurados, de los cuales teje circunstanciada reseña el P.
Comes, cuyas son las palabras anteriores. Las del arquitecto D. José Oriol
Mestres, muerto estos últimos años, arriba transcritas, en las que se expresa
que la rica sillería fue de otro tiempo, indican que la descrita por el P.
Comes no llegó al 1835; pero la paz religiosa y civil que gozó Barcelona desde
1727, en que aquélla se fabricó, hasta la guerra de la Independencia, y el
silencio de los cronistas de la casa respecto a detrimentos, incendios, cambios
y demás desgracias, no dejan duda de que esta sillería vio en su iglesia a las
tropas napoleónicas.
«Por los años de 1739..., prosiguiendo la Guardianía del
P. Font, concertóse el Retablo Mayor deshaciendo el viejo, formando el nuevo a la
moderna... Dióse principio a dorar el Retablo mayor a los siete de febrero de
1742 con la obligación dentro el año de estar concluido». Con el año de esta
obra queda enunciado su estilo. Mi buen amigo y tocayo Cornet y Mas, quien
cuando niño concurría con harta frecuencia a este templo, me describía el
retablo diciéndome que guardaba extremada semejanza con el de San Antonio Abad
de Villanueva y Geltrú. Constaba de un ancho pedestal por lado, sobre el que se
erguían dos grandes columnas también por lado, con San Francisco de Asís en un
intercolumnio y Santo Domingo en el otro. Por encima de cada par de columnas
corría anchísima cornisa; de la cornisa de un lado a la del opuesto pasaba un
gran arco por el estilo del de San Justo y Pastor de esta ciudad; y sobre todo
esto había un plano o plafón con un nicho con San Nicolás. Terminaba en lo alto
por una cornisa horizontal y un remate en el centro. El grande arco cobijaba la
mesa, las gradas, el sagrario, y sobre de él el nicho o balcón de la imagen
principal, que era la de la Concepción, hermosa obra salida de las entendidas
manos de Ramón Amadeu en 1779, y hoy (1899) poseída por la Tercera Regla
establecida en San Francisco de Paula. Todo en este retablo brillaba, sino por
el gusto, por el prolijo adorno, cuyo detalle no puedo precisar; y además por
la extremada grandiosidad, tal que la imagen principal, o sea de la indicada
Virgen, con medir 2'28 metros mirada desde el templo, parecía de poca
dimensión.
De precioso un fraile de este convento me calificaba el
camarín, el cual estaba bajo el patronato de los Condes de Santa Coloma, y
constaba de sala y antesala, cuyos cuatro ángulos de ésta ostentaban sendas
imágenes. Su escalera, cuya entrada caía en el pasillo o deambulatorio
posterior, distinguíase sin duda por desahogada y monumental, ya que en su
primer rellano a mano derecha guardaba el arca mortuoria de mármol, señalada
con las armas de Aragón y una cruz, de Fray Juan de Aragón, arzobispo de
Càller, y Fray Poncio Carbonell; y a su izquierda la de la venerable Leonor María,
Reina de Chipre, de la que abajo trataré. Al presbiterio cerraba su
correspondiente verja y adornaban los lados de él dos líneas de urnas de
personas reales. A juzgar por la tapa de una de ellas, que se conserva en el
Museo provincial de Antigüedades de esta ciudad, eran de mármol blanco, de la
longitud del cuerpo humano, a lo que parece, góticas y de no escaso mérito
artístico. De las circunstancias que de ellas revela el Padre Comes y Villanueva
se deduce que se hallaban levantadas en alto, formando el respaldar de un banco
corrido a uno y otro lado del presbiterio con una inscripción moderna en la
parte delantera y un santo pintado en la trasera. He aquí la descripción de
ellas y la copia de sus epitafios que escribe el Padre Berardo Comes:
«1. Anno Domini M.CCC Vº Idibus Aprillis hoc est.
Nona die obiit Iltma Domina Regina Constant i a Monfredi filia Et Uxor
Serenissimi Principis Domini Petri Regnantis tempore Gallornm, Quae jacet juxta
altare S. Ni col ai, in parte sinistra, cum Abitu est Sepulta anno D.M.CCC1
Primo calendas Julii. - Sus huesos están en la parte del Evangelio, en
la cuarta arca, con su rótulo, y a las espaldas está pintada S. Francisca Viuda
Romana. Y en los años de 1692, fue el Cuerpo de esta Serma. Reyna trasladado de
tierra firme que estaba, y puesto en esta urna, o caja; como también los demás
Cuerpos que abajo diré...».
«2. Alfonsus Rex (III) Anno Domini M.CCXCI. X V.
Calendas Julii Obiit Iltmus. Dominus Alfonsus Dei Gratia
Rex Aragonum, et Sepultus est cum Abitu-in Ecclessia fratrum Minorum Barchinon.
juxta Altare Sancti Nicolai (el altar mayor). «Este sepulcro, o,
huesos, están ahora puestos en la parte de la Epístola, con su arca, y en sus
espaldas está pintado un cuadro de San Pedro Regalado, Santo de la Orden.»
«3. Omito este sepulcro porque el Rey que en él descansó,
ya en antiguos siglos fue trasladado al convento de franciscos de Lérida.
«4. Jacobus. Princ. Anno Domini M.CCC. Obiit die 3 Septembris Indi tus Infans
Dominus Jacobus filius Regis, Comes Urgellinien. Et sepultus est in Ecclesia fratrum Minorum Juxta Altare
S. Nicolai. Y fueron sus huesos trasladados, y puestos en la caja que
está a la parte del Evangelio con su retrato como los demás, y a las espaldas
está el Beato Jacome de la Marca».
«5. Federico Rey (Infante). Anno Domini
M.CCCXX. Pridie Calendas Au-gusti, in vltimo mensis Julii Hobiit Fredericus
filius praeclarissimi Domimini Alfonsi primogeniti Ilmi. D. Jacobí Regis
Aragoniae, et sepultus est in Ecclesia fratrum Minorum In Capella Slae Elisabet
Barchinone. Y sus cenizas fueron trasladadas, y puestas en su
arca como están en el lado del Evangelio con su retrato, y en sus espaldas
tiene pintado el B. Antonio Estranconio».
«6. Omito la descripción, porque, aunque del manuscrito
se desprende que el sarcófago se hallaba allí, reza la inscripción que los
reales restos habían sido trasladados a San Francisco de Lérida».
«7. Petrus Rex (Infante) Anno Domini M.CCC.XXXV. D. V. Januar. Obiit Illmus D. Petrus Dei Gratia Reg. Arag. Vltim. et sepultus est in hac Ecclesia fra. Minor. Bar. prop. altar S. Nicolai, cum Abitu S. Francisci... Fueron sus cenizas puestas en el arca donde hoy está su retrato, y a las espaldas está Pintado el Vener. B. Raymundo Lluy. Doctor».
«10. Vener Eleonor. Reg. Anno Domini M.CCCCXXVI. Die S. Estephani Prothomartiris Obiit Illma Domina Eleonor Regina Cypri, et filia Illmi Domini Infantis Fratris Petri de Aragonum, qui fui Frater Nri Ordin. et sepultus fuit cum fratribus suis in hac Ecclesia: Et fuit sepulta octavo die aun habitu, in Conveniu fratrum Minorum Barchin. Juxta Altare B. Nicolai. En la urna o, caja que dice su rótulo, y pintura, y a las espaldas le corresponde S. Catalina de Bolonia, aquí descansa el cuerpo; no es así. Porque al fabricar esta obra, y trasladar los Reyes, fue hallada incorrupta y entero su cuerpo; y camisa más buena, que la demás ropa estaba corrompido, se le hizo nueva camisa, y hábito con tocas, como está puesto en el tras del Altar Mayor, en un armario, con llave, y cerrojos que se le hizo, y allí se conserva al presente».
Hallábase el cuerpo, y se hallaba en 31 de octubre de 1889 en que yo por mis ojos la vi, en una grande caja paralelógrama, de madera, sin mérito artístico alguno, cuya cara exterior correspondiente a la derecha del cadáver quedaba oculto bajo un lienzo al óleo. Este representa una reina tendida con cetro, anillo y corona, cuyas líneas conservan resabios góticos. Sobre la cabeza leíase: HIC IACET V. M. ELEONOR REGINA CIPRI TERTII ORDINIS HVJVS CONVENTVS FILIA, y al pie de esta inscripción hállase un escudo de armas. Abierta esta tapa, vi una momia entera, bastante bien conservada, descalza, vestida con falda de seda de color claro, y toca de monja, cetro y corona real.
Una lápida de mármol del pavimento del presbiterio cubría
la tumba de los vizcondes de Canet y señores de Pinós, familia célebre en los
anales catalanes.
El P. Comes en su descripción de este templo y
sepulturas, trocando el nombre de altares por el de «capillas», le da
veintitrés, cuando en realidad capillas, o sea piezas abiertas al revés de los
muros, sólo contaba diez y nueve. Pero enmendando la palabra, y escribiendo
altares donde capillas, él mismo queda corto, ya que luego en la reseña de
todas enumera veinticuatro. Quizá muerto él, otros altares se levantaron, que
en aquella iglesia brotaban aras e imágenes por todos lados, no sólo del fondo
de las capillas, sino en la nave arrimadas a los pilares, que separaban unas de
otras a aquéllas y hasta en la cara interior de la fachada. Y aún más, que con
los tiempos cambiaron los santos, siendo trasladados de unos a otros sitios. En
vista del enmarañado trabajo que me ocasionó desentrañar al través de la
historia de tales traslaciones cuáles fuesen en definitiva los Santos venerados
en cada una de las capillas, y deseando evitar semejante maraña, opto por
limitarme a enumerarlas tal como se hallaban en los últimos tiempos, ya que una
o varias manos, posteriores al Padre Comes, el cual escribió en 1735,
continuaron en el manuscrito sus notas después de 1828.
Añadiré empero alguna noticia histórica, y seguiré el
mismo orden del manuscrito, el cual empieza y sube por el lado del Evangelio, y
dando la vuelta por detrás del retablo mayor baja por el de la Epístola.
Primer altar. «Al entrar de la Iglesia por la Puerta principal, dicha
de San Nicolás, sea por estar sobre ella un cuadro del santo, o por ser a él la
iglesia dedicada; Hay un cuadro y altar famoso a honor de la Assumpción de
María S.ma Al lado de el Evangelio de la parte del Altar Mayor, El Patrono de
ella es la esclarecida familia de Miquel; tiene el retablo sus armas; tiene su
sepulcro aquí...». Este altar parece estaba en la nave adherido a la cara
interior de la fachada, é ignoro si llegó al 1835.
2°. La primera capilla del lado del Evangelio en este
último año estaba dedicada a San Benito de Palermo, cuya imagen llamaba mucho
la atención a mi amigo señor Cornet y Mas cuando niño por representar un santo
negro. Había fabricado esta capilla «la familia de Corbera y San-Climent; puso
el escudo de sus armas dentro y fuera de ella, y en ella está su entierro.»
3°. En la segunda capilla se había antes venerado a San
Antonio de Padua, pero en 1739 se dedicó al culto de San Luis, Obispo de
Tolosa, que fue quien consagró este templo. «Per dit effeete se tragueren
los taulons quey havia de la Istoria de St Antoni de Padua, y en lo
lloch de aquells si posaren quadros de la Istoria del Gloriós sant Lluis Bisbe.
La capilla de S. Luis Obispo... es de la Nobilísima familia de Favillers, con
sus escudos de armas, que arriba quedan descifradas, y en ella está su entierro».
«A causa de la última guerra con los franceses, se estropeó este altar, y el
Exmo. Sr Marqués de Villel grande de España como Patrono lo ha hecho de nuevo,
y ha querido que Sn Luis estuviera en medio del Altar, del mismo
modo que hoy día en el mes de Octubre de 1818 se ha hecho y plantado como se
ve». «Recuerdo, dice el Padre Francisco Mestres, que en él (en este altar)
había en letra gótica sobre una tabla la siguiente cuartilla:
«El
que al mundo causó espanto
Veinte
y dos años tenía
Cuando
fue en un solo día
Rey,
obispo, fraile y santo».
5°. La tercera capilla antiguamente venía dedicada a San
Antonio de Padua, pero en 1725 pasó a poder del gremio de mancebos zapateros,
quienes substituyeron al Paduano por sus patronos los Santos Crispín y
Crispiniano, quedando sin embargo en los muros exteriores e interiores de ella
las armas de los Cervelló, sus antiguos patronos.
6°. La cuarta capilla primitivamente pertenecía a la
Virgen Santísima, pero en 1723 y 1724, mediante la cesión de terreno que a espaldas
de ella poseía la noble casa de Espuny, se ensanchó en modo extraordinario,
construyéndosele un gran crucero, con bóveda y cimborio y dos sacristías, y el
último año, el día 13 de junio, que lo es de la fiesta de San Antonio, se
trasladó a ella este Santo, al que quedó dedicada. Concluida la fiesta del
glorioso santo que estuvo muy adornado en unas andas en el Presbiterio, a las 6
de la tarde se dio principio ala solemnísima Procesión que se le hizo este año;
con la asistencia jamás vista de antorchas que le alumbraron, y numerosísimo
concurso de gentes por las Plazas y Calles; dióse fin a la Procesión a las 9 de
la noche: al entrar a la Iglesia se cantaron los gozos (que con tantas luces
había parecía un cielo de gozo y contento) y al que se iban cantando, íbase
previniendo, y sacando de las andas el Sto. para que a un tiempo se
acabasen los gozos, y el santo quedase colocado en su altar, como así fue
ejecutado» . Este retablo, colocado hoy en el brazo occidental del crucero de
San Agustín, certifica del exquisito gusto que guio la obra. Aunque de estilo
romano-corintio, luce por la grandiosidad, sobria elegancia y bien halladas
líneas. La imagen del Santo fue cambiada, pues la del convento de menores se
halla en la iglesia de los Santos Justo y Pastor. En 1776 aumentóse el adorno
de esta capilla, pues en él «se han hecho de escultura y dorado cinco arcos de
la capilla».
Además, en esta gran capilla, o mejor pequeña iglesia, se
colocaron cuatro altares secundarios, a saber, en el lado del Evangelio en el
crucero «Un retablo y altar de san Francisco Javier muy hermoso el cuadro y
bien dorado»; pero «por la supresión del Convento acaecida en 1822 se destruyó,
y no se pudo reedificar en 1825 por faltar el cuadro del Santo y faltar medios».
En el mismo lado el otro altar de San Bernardo que pronto se transformó en
altar de José bajo el patronato de Senillosa. «A la parte de la epístola en
correspondencia de la capillita dicha» había la que ostentaba la «Imagen de la
Purísima Concepción de bulto con un cuadro de la historia de San Antonio, la
primera que se sentó en la Pirámide del Borne, por la Misa que se celebró
presentes allí, el Invictisimo Defensor de la fe, Carlos VI Emperador (el
Archiduque Carlos durante la guerra de sucesión), Consejeros de Barna.,
Diputados del Reyno, Obispos, y demás grandeza que en función tan devota, y pía,
acompañaban a un Señor, que todo se dedicaba a los mayores cultos de la Madre
de gracia María Santísima Ntra. Señora y Madre... = Al pie de la Imagen bajo la basa, se halla
esculpido con letras que aquella es la misma que estuvo en la pirámide del
Borne la primera que hubo que fue pequeña; y lo demuestra el ser la figura o Imagen
de barro, y tener el encaje regular, y antes era pintada al óleo para aguantar
las lluvias; y para colocarla en el altar (en este altar) el Dr. Roma la
hizo dorar. = Y el motivo de tenerla fue, que cuando se puso la segunda
pirámide (cuya imagen de la Sta. Concepción está en Sta.
Mònica), se retiró en el real palacio la dicha primera Imagen; y cuando se fue
la Sra. Emperatriz en 19 de Marzo de 1713 la dio al Dr. Firmat
tenedor de vestimentos del palacio, y éste la vendió en subasta; y llegó a mano
del Dr. Romá» que la puso en este altar. El cual destruido en 1822 no se
reedificó después. En el mismo lado de la Epístola hubo otro altar de la noble
casa de Espuny. «Antes de la fundación deste Convento tenía la Casa de Espuny
en sus barrios y cerca (es decir dentro del patio de la cerca de su casa
situada allí), una capillita, el titular de ella, la Virgen Santísima de las
Arenas Ntra. Madre y Señora.» Espuny cedió gratuitamente mucho
terreno para la edificación de este convento; «solo para sí, y sus herederos,
se ha querido y guardado el dominio y señorío del crucero de la capilla de San
Antonio, donde está la Virgen Sma, de las Arenas, en la parte de la
epístola, en la cual tiene su sepultura, patronato y dominio». Pero ya en el
siglo XIV trocó este altar su título de la Virgen de las Arenas por el de
Loreto; y destruido en el período constitucional, no obtuvo después reedificación.
«En medio de la Capilla (de San Antonio) hay una famosa sepultura, con
un ramito de azucena y letrero que dice, sepultura de los cofrades de San
Antonio de Padua».
7°. La quinta capilla del lado del Evangelio estuvo
primitivamente dedicada a Santa Magdalena, después al Beato Salvador de Horta,
y, finalmente, «en 1828 se dedicó al Padre San Francisco» de Asís: De las
palabras del Padre Comes se desprende que estaba blanqueada, el retablo dorado
y «el cimborio hermosamente pintado». Puede aún hoy todo curioso examinar este
retablo y su imagen en la parroquial de San Agustín, situado aquí el tercero
del lado del Evangelio, y puede notar que, si le sobra barroquismo, no le falta
ni grandiosidad, ni riqueza.
8°. «A la mesma parte izquierda, al llegar al presbiterio
se encuentra una Capilla (la sexta) muy famosa, bajo la invocación de
Santa Elisabet Reyna de Hungría. Es la Capilla Real y entierro del Rey de
Aragón Don Jaime: Juntamente había en ella el entierro de Don Pedro de Aril»,
nombre notable en los fastos de la reconquista aragonesa. «... por los años de
1636… fue erigida y dedicada esta Capilla, al Smo. Sacramento, y que
en ella se dispensara la sagrada Comunión a los fieles», y en 1724 se colocó en
su retablo un gran Crucifijo.
9°. «Habiendo entrado por el rejado del presbiterio, por
la parte izquierda caminando alrededor del altar Mayor, se encuentra una
Capilla bajo la invocación de S. Pedro Apóstol, la que por los años de 1663
pasó a ser de San Pedro de Alcántara y de la Tercera Regla. A fin de darle
ámbito capaz para contener los muchos terciarios, el síndico del convento, Don
Juan Guinart, mediante piadosa cesión de terreno por parte de los de Espuny,
efectuó en ella obras parecidas a las del ensanche de la de San Antonio,
dotándola de gran crucero». Era esta capilla muy capaz, de manera que se podría
llamar una segunda iglesia. Había (en 1835) «en ella coro, órgano, sacristía, y
un patio o jardincito al lado de ésta. En medio de la capilla bajo el cimborio
de ella, se halla un sepulcro... con una lápida grande, negra, con las armas de
Guinart. Y un rótulo que dice: Aquí descansan los cuerpos de Don Juan Guinart y
Dª Gerónima Vila y Guinart Cónyuges».
10°. «Dando vuelta, siguiendo al rededor del altar Mayor»
se encontraba la octava capilla primitivamente dedicada a San Miguel y San
Bartolomé, más en 1691 el Padre Provincial «alargóla... desde la banqueta todo
lo que es presbiterio, hizo el retablo... y en medio del altar, puso como
titular de la Capilla, el Serafín Doctor de la Iglesia, el señor San
Buenaventura... Doró todo el retablo; hizo su lámpara de plata, pintó
hermosamente toda la Capilla, acomodó la Reja de hierro, hizo una sacra
hermosísima, con una Reliquia Insigne». La imagen hállase hoy en la iglesia de
la Esperanza.
11°. Nona capilla. «Dando vuelta por tras del presbiterio
se encuentra una Capilla bajo la invocación de la Natividad de N. Señora: Y es
conocida y nombrada por Capilla de Sta. Anna.» En su presbiterio
yacían los Agullanes.
12°. «La capilla que se sigue (la décima) es la del medio
del tras del presbiterio, bajo la invocación de San Juan Bautista y San Juan
Evangelista... Pidió el S. D. Joseph Mora, señor de Corbera, de la calle de
Ginás, dha Capilla y sepultura para sí y sus herederos», gracia que le fue
otorgada. «Por los años 1618 compuso admirablemente dicho señor la dicha
Capilla, y puso sus Armas a los dos lados de la cap.a» «Destruida en 1822, y no se reedificó en 1828».
13°. La undécima capilla, que como las próximas
anteriores caía tras del retablo mayor, estaba puesta bajo la invocación del
Santo Sepulcro de Nuestro Señor Jesucristo y de la Asunción de la Virgen con
patronato y sepultura de la familia de Miquel y Blondel, la que en 1712 la
«blanqueó; se hizo el retablo nuevo con todas las figuras que hay; se doró, se hicieron
las vidrieras; con alacenas para el resguardo de lo que hay ofrecido, y
concluido todo el año 1713». Mas «en 1828 la casa de Blondel, o Miquel, colocó
en ella un Sto. Christo de Agonía por haber sido destruido su altar
en 1822. Son en Montmeló los sepulcros y demás del altar». El día fatal de la
última fuga de los frailes, un vecino de este convento sacó de él un precioso
Crucifijo en la agonía, que en casa del hijo del mismo vecino vi en 1897. Su
materia es obscura madera sin pintar, la dimensión de la figura unos 60
centímetros, pero el mérito artístico, a mi pobre juicio, muy superior. La
igualdad del título de esta imagen, Cristo en la agonía, con el del altar, me
induce a creer que ella, a pesar de su corta dimensión, ocupó este retablo.
14°. Capilla duodécima. «Por los años de 1695, siendo
Mtro Prval N. M. R. P. Fr. Antonio Ros... Por su singular y especial devoción
que tenía a Sta. Clara, viendo esta
Capilla estaba muy devastada, y el retablo nada valía (a los ojos de los
hombres del siglo XVII valdría poco, quizá a los de los anticuarios de hoy
valiera harto), determinó componerlo todo, y dedicar la capilla, en todo, así
que era en parte, a la gloriosa Sta. Clara. Ejecutó lo primero
componer, blanquear, y pintar dicha capilla; hizo retablo nuevo poniendo la
Santa en el medio, todo de escultura admirable, doró el retablo, e hizo de
adornos cuanto era necesario para dicha capilla; y cuidó de ella, y de todo,
hasta los años de 1719 que murió, y costó toda la obra pasados 245 doblones».
Al pie del altar guardaba una sepultura con esta inscripción: «Vas de Bernardí
Aramxapí y de los suyos; con sus armas, y son una estrella dos Perros y Palma».
«Interinamente se colocó en 1828 Sta. Francisca»: Creo oportuno
indicar en cada retablo la época de su construcción para que por ella deduzca,
el entendido en antigüedades, el gusto de él.
15°. En el lugar de la capilla decimotercera, que fuera
la última del deambulatorio que circuía las partes posterior y laterales del
presbiterio, hallábase la muy desahogada sacristía, construida en 1762, y a la
que se entraba desde la iglesia mediante unas gradas. Era grandiosa pieza, de
12 metros por 9'5 aditada con otra menor destinada a lavamanos, oratorio para
dar gracias y celebrar los enfermos, patio de desahogo, comunicación directa
con el presbiterio de la sala capitular y con el claustro. Ostentaba una regia
y larguísima cómoda como que medía 14'50 metros, provista de elevados armarios
sobrepuestos, todo de esculturada madera obscura, con incrustaciones de
doradillo en éstos, y de marfil en aquélla, teniendo en el centro un cuerpo
saliente, todo barroco, pero de gusto. Puede examinarlos el curioso en la
sacristía de la parroquia de San Agustín, donde cómoda y armarios, algo ajados,
prestan aún hoy (1899) su antiguo servicio. Guardaban en San Francisco de Asís
abundantísimos utensilios de plata, como cálices, muchos de ellos dorados,
ostensorios, o sea custodias, incensarios, navetas, cetros, etc., y muchísimos
ternos é indumentos sagrados, algunos muy ricos. Reliquias tampoco allí
escaseaban, pues Villanueva dice que vio allí «algunas reliquias buenas: la más
notable es una moneda de plata poco mayor que una peseta... Dicen que es una de
las treinta que sirvieron a la traición de Judas». Además, guardábase en un
relicario con singular aprecio la capa pluvial con que San Luis consagró este
templo, y en otro de plata un dedo de este santo.
Fragmento de representación de Barcelona. Hermanos Chéreau - 1750 |
16°. La capilla decimotercera, o primera al salir
nuevamente del deambulatorio al templo, estaba dedicada a los Santos Esteban y
Apolonia, más en 1772 sus imágenes pasaron a ocupar lugares laterales en el
retablo y la de San Pascual Baylón el central. «Se esmeraron al instante los
devotos, hiciéronle al Sto. un camarín; blanquearon y doraron
primorosamente el retablo, y quien se esmeró en particular fue la Ilte. Sra.
Marquesa de Dos Aguas, quien entre otras cosas regaló una Reliquia del Sto
con auténtica, compuesta en un relicario de plata, y se colocó bajo los pies
del Sto. en una nube como sagrario.... En la reedificación (restauración)
de la iglesia el año 1828 esta capilla se dedicó al Bto Salvador de
Horta».
17°. Capilla del Ecce Homo representado en un
lienzo de Antonio Viladomat. Comes llama muy primoroso al retablo: «en el que
se colocó una piadosa imagen del Ecce Homo, cual imagen (por diligencias del P.
Fr. Antonio Grau hijo de esta Prova) tocó en varios de los Lugares
Santos de Jerusalén, y entre otros fue en el Balcón en que sacaron a Nuestro
Divino y amado Redentor, diligencia que costó algún precio muy crecido. Se
compuso dicha Capilla con unos lienzos encajados en la pared, y en ellos se
pintaron muchos de los pasos de la Pasión de Nuestro siempre amado Jesús, que
excitó y excita a grande devoción y piedad a los fieles».
18°. Junto a esta última capilla abríase la puerta ojival
que daba al claustro, y después de ella en este lado de la Epístola, caminando
para los pies del templo, hallábase la capilla de San Andrés apóstol. «Por los
años de 1724 hallábase esta capilla muy estropeada, de lo que se siguió que el
M. R. P. Fr. Franco Moragues, Ministro Pral. actual, movido de
devoción al Santo Apóstol, se determinó componerla; ejecutó lo pensado haciendo
un retablo a la romana, pintó la Capilla, doró aquel... En la reparación de
1828 se dedicó al Nacimiento de Jesús».
19°. En la nave arrimada al muro, que separaba de la
siguiente la capilla anterior, hubo antes de 1828 (en este año se quitó) el
altar de San Pedro Luccembo, y «a la pared sobre dicho... altar, hay un cuadro
de San Juan Confesor de la tercera orden», cuadro de valor arqueológico, ya que
quien mandó pintarlo falleció por los años de 1588.
20°. En la capilla decimosexta se veneraba al Nuestro
Señor Jesucristo atado a la columna.
21°. También frente el pilar, o muro, en la nave, entre
esta capilla de la Columna y la siguiente, hubo un altar, el cual estaba
dedicado a la Virgen de la leche; pero en 1828 fue trasladado a la capilla
siguiente que contaremos decimoséptima. El lienzo que representaba la titular
procedía del acreditado pincel de Manuel Tramulles.
22°. En el pilar que separaba esta capilla de la Virgen
de la de San Diego, que luego se dirá, en la nave apoyaba el pequeño altar de
la Virgen del Buensuceso, y sobre de él veíase el cuadro de San Jacinto,
dominico, pintura del siglo XVI.
23°. La capilla decimoctava estaba dedicada a San Diego
de Alcalá, y en ella celebraba sus funciones el gremio de garballadores de
la Plaça.
24°. En el muro, en la nave, entre la anterior capilla y
la siguiente, hubo el altar de Santa Madrona, y sobre de él había el cuadro de
San Onofre, mandado pintar y colocar allí por quien murió en 1525.
25°. En la capilla decimonona y última, se veneraba a la
Virgen del Rosario.
El pavimento de este antiguo templo formábanlo infinitas losas que
ocultaban tumbas de piadosas hermandades y de todo linaje de personas, indicado
en las primeras por escudos de armas, emblemas e inscripciones. Mas no
compadeciéndose la condición de este mi pobre libro con la prolija relación de
todas, remito el curioso lector al mil veces citado manuscrito del Padre
Berardo Comes, en estos días (1899) en publicación, bien que en ésta se han
omitido la copia de las numerosísimas armas y emblemas que el manuscrito
dibuja. Volviendo ahora a las capillas, anotaré que el indicado Padre, cuyas
son las más de las noticias anteriores, apunta los nombres de los patronos de
ellas, los cuales yacían en sendas tumbas. Asimismo, en algunas habla de la
verja que las cerraba, de donde deduzco que todas la tendrían. El arquitecto
muerto en nuestros días, Don José Oriol Mestres, escribe que «los altares eran
de la época moderna, pero de buen gusto a la par que bien aseados», y a la
verdad, a juzgar por los restos de ellos, que hemos visto después de la
exclaustración colocados en otras iglesias, todo en la presente, a pesar de la
peca de la diversidad de estilos arquitectónicos, respiraba grandeza y
magnificencia; y, como indiqué arriba, son muchos los testigos que me
ponderaron las muy anchas proporciones y hermosura de este templo, al que el
entendido Capmany califica de «magnífico» .
No faltarían a esta iglesia los acostumbrados adornos y utensilios; y nos
afirma en esta creencia la vista de algunos, distribuidos después del naufragio
de 1835 por distintos lados. Así en San Justo y Pastor aun hoy (1899) adornan
el templo (dos en el presbiterio y dos en la nave) cuatro grandes y esbeltas
coronas de iluminación góticas de bronce, llamadas en la tierra salomones.
En San Agustín estuvo montado y funcionó el órgano, que en su iglesia propia
ocupaba un lugar próximo al coro en el lado de la Epístola. Y en la Merced
señala las horas al vecindario el reloj de torre de San Francisco.
«El Excmo. S. Duque de Cardona tiene al lado del
Evangelio — escribía el Padre Comes — su famosísima tribuna, con sus armas, que
desde su casa por una puente que había antiguamente, venía a misa y otras
celebraciones del oficio Divino, y (este derecho) no se alargaba a concesión,
ni Dominio alguno por eso en el presbiterio: Por lo que siempre el Síndico
Apostólico del Convto tiene acción y dominio en conceder sepulturas
al que las pidiese en el presbiterio, resguardando siempre terreno al pie de la
grada del presbiterio, y lugar necesario para la casa de los Católicos Reyes de
Aragón, siempre singular amparo, y bienhechora de la Religión que si al
presente (1735), Dios nos dio otra, permitirá su Divina Majestad, dárnosle
cuando nos convenga, por bien del Universo y común particular consuelo de
todos, y para honorificar esta su casa y entierro, y Religión suya como siempre
lo hizo». ¡Pobre fraile! Muy ajeno estaba de ni
soñar que, al cumplirse un siglo exacto del año en que escribía estas líneas,
los mismos hijos de la patria, influidos por quien ni tiene ni ama ninguna, los
masones, habían de profanar y aventar las cenizas de sus reyes aragoneses y
arrasar los queridos monasterios que ellos con tanto cariño o levantaron o favorecieron.
Aquellos que se titulan amigos y defensores de Cataluña, y no aman la Religión,
ni descienden ni de aquellos reyes ni son de nuestra patria; pertenecen a la
familia de los Mefistófeles de 1835.
«La casa de Moncada (o sea de Cardona) tenía el
panteón en una pieza anterior a la tribuna: en las funciones que se celebraban
en la iglesia, a las que la comunidad convidaba por esquela. El apoderado
general del Excmo. Sor. Duque de Medinaceli (sucesor de los Cardona y Moncada)
asistía en representación de su principal y ocupaba la silla y estrado
correspondiente en el presbiterio al lado del Evangelio, que es el lugar que
compete a los patronos». Para inteligencia de los jóvenes y venideros, debo
aquí apuntar que la casa de Medinaceli ocupaba el solar de la actual de D.
Manuel Girona, o sea el limitado por la
plaza de su nombre, y las calles Ancha, de la Merced y de Oriente, construcción
aquella de mucho carácter arqueológico, de sólo dos pisos altos, con tejado de
alargadísimo alero, y puerta redonda de grandes dovelas, continuadas con
grandes sillares en las jambas, y una lápida o
escudo de armas en la mitad de su fachada.
Numerosas asociaciones piadosas y de caridad se abrigaban
de los muros de este templo, tales como la de San Nicolás de Barí; la de los
barqueros bajo la invocación de la Santísima Virgen; la de los descargadores
bajo la de San Pedro; la de drogueros bajo la de la Inmaculada; la de
cribadores (garballors) bajo la de la Dolorosa; la de los bastaxos
del pes del Rey bajo la de la Santísima Trinidad; la Esclavitud bajo la de
Jesús Sacramentado, María Inmaculada y San José; la de (abaixadors), que
tenía por patrón a San Isidro; la de los carpinteros a San Juan degollado; otra
de sastres bajo San Andrés; la de los zapateros bajo los Santos Crispin y
Crispiniano; la célebre de San Antonio; la no menos nombrada del cordón de San
Francisco de Asís ; y la Tercera Regla, de la que formaron aquí parte personas
tan notables como el Rey Conquistador, Pedro IV y su mujer Doña Sibila, Doña
Constanza mujer del tercer Pedro, Santa Isabel reina de Portugal y otras muchas
.
De la consagración de este templo, efectuada, según se
dijo arriba y abajo se repetirá, por San Luis Obispo de Tolosa en 1297, certificaba
«una lápida dorada que se conserva al entrar (escribía Comes] a la
Iglesia por la puerta del claustro.
A esta puerta habíala dibujado el arte ojival florido.
Integrábanla en los lados multitud de baquetillas en degradación y un pilar a cada
lado, las cuales baquetas cruzando hacia arriba el friso que suplía a los
capiteles, formaban un elevado y gracioso arco conopial, guarnecido de una
línea exterior de grandes y rizadas hojas, y terminando en la cúspide por una
grande macolla, o sea col, dispuesta en forma de cruz. Completaban la
ornamentación de esta puerta dos estatuítas por lado adheridas al muro sobre
los costados del arco; y con esto nos hallamos en el primer y mejor claustro
del convento.
La planta de este claustro dibujaba una forma casi cuadrada,
midiendo en su total de E. a O. 33'80 metros y 34 de N. a S. «Al lado oeste de
la iglesia levantóse en la propia época (siglo XIV), dice el arquitecto
Don José Oriol Mestres, que vio la obra, un elegante claustro compuesto de dos
órdenes de pisos, muy bien acabado y perfectamente combinados sus
compartimientos... Esta iglesia y los claustros eran un bello modelo de la
buena época de la arquitectura gótica. Pero en donde descollaba ésta en su
mayor elegancia era en los claustros primitivos (los que ahora examinamos)
... Cada compartimiento estaba unido entre sí por medio de un arco ojival algo
rebajado, que cobijaba dos ojivas apoyadas sobre delgada columna, entre las
cuales campeaba rico y variado rosetón circular primorosamente calado. El todo
del monumento era digno de conservarse y de ser estudiado con detención. Sus
bellas formas, sus bien entendidos detalles, sus ricas esculturas en los bajos
y capiteles de las columnas, así como en las claves de las bóvedas, y la
decoración de algunas puertas graciosamente combinadas daban una relevante
prueba de la cultura de nuestros antepasados. Su sistema de construcción era
perfecto». Sobre los dos pisos mentados elevábase un segundo alto de distinto carácter.
Cada lado en el piso bajo contaba seis grandes ojivas, apoyadas en
contrafuertes, cada una de las cuales, como ha dicho Mestres, cobijaba dos
arcos apuntados que en el centro del compartimiento u ojiva descansaban sobre
una columnita, embelleciendo el trecho comprendido entre los dos arcos y la
ojiva un afiligranado rosetón. Un antepecho enriquecido con lápidas sepulcrales
separaba del patio, o luna, la galería airosamente abovedada al estilo gótico
con aristones y claves. Como el patio del claustro de nuestra catedral, estaba
éste dotado de árboles y de «un surtidor de agua de la ciudad, situado y
cubierto de piedra picada, muy famosamente compuesto, a la esquina quien va
desde la sacristía al refitorio (ángulo S). (que lo mudó, y puso en
medio del claustro el M. R. P. Fr. Francisco Moragues, siendo Mro. Provincial
en el año 1724.). Por las armas que a cada paso en este claustro se ven
esculpidas es conocida cosa que fue hecho a expensas y limosnas del Illmo
y Reveremo Señor Obispo Desbosch, que por el descuido y calamidades
de los tiempos no hay otra noticia que dichas armas esculpidas al entrar por la
puerta del claustro desde la iglesia a una y otra parte se ven: Luego a la otra
parte quien va a la escalera mayor: Y otras, y estas muy grandes (en un
hermosa lápida de mármol), sobre, o alto,
de la pared de la otra parte del claustro en medio de las dos capillas de
caseras y de Nra. Señora de los Angeles de la Puerta Mayor». Pero como también
en otros lados ostentaba este claustro las armas de la ciudad, aparece que
igualmente contribuiría ésta a la obra. Adornaban además a este claustro, «solo
comparable por su elegancia y riqueza con el del convento de Santa Catalina,
mil otras esculturas, dándole no poco carácter las labradas puertas,
sepulturas, lápidas sepulcrales y sarcófagos».
De éstos escribe Comes: «Una arca o sepultura de mármol.
La que se halla junto a la puerta de la salida de la iglesia al claustro,
fijada a la pared que corresponde a la sacristía (lado S. del claustro);
con su cobertor, bien labrada sin armas con su rótulo de las cenizas que en
ella se conservan... Hic jacet venerabilis Dominus Petrus Comitis
(suprimo las abreviaturas y corrijo la ortografía) Doctor Legum, et Ciuis
Barchinonae qui obiit anuo Domini MCCCXXIII. Obiit XVII Kalendis latinarii. Et Dominus Dalmatius
Comitis; et Bernardus Comitis fratres eiusdem. Quorum animae per misericordiam Dei requiescant in pace.
Amen». Este osario
guárdase hoy en el Museo provincial de antigüedades en el que tiene el número 881.
«Un arca de mármol, y otra arca sobre ella. En la primera
ventana que hay antes de la puerta del capítulo, que iluminaba dicha Capilla,
se hallan dos arcas de piedra mármol, la una mayor que la otra. Una con armas y
rótulo, y dice: «Haqui jau lo molt honorable mosen Pons Detença, en altre
manera apellat Dalcald, Maiordom del Señor Rey en Martin, lo qual morí en Arles
en Provença lo darrer día de Mars en lo any MCCCXLVII. Venint de Cicilia ablo
Rey».
«La arca de mármol que está sobre, está sobre la
sobredicha arca con rótulo y armas. Está tan labrada que no puede mejorar.
Compone su frente una Religiosa Comunidad de Religiosos de la Orden: está sin
rótulo, ni armas, su cobertor de dicha arca; es un cavallero vestido de punto
en blanco con un león a sus pies...» No dudo que el citado frente de esta arca
es el precioso relieve que hoy existe en el Museo de Antigüedades, número 94.
«Un arca, sobre otra, de mármol, pasada la puerta del
capítulo, a una ventana que le iluminaba, se halla un arca de mármol garbosa
con su rótulo y cuatro escudos de armas de Aragón. Hic iacet Bernardonns de
Fonollario, filius Arnaldoni de Fonollario Militis, qui obiit in mense Junii
anno Domini MCCCXXIII. Cnins
anima per misericordiam Dei requiescat in pace. Amen.»
«La arca de mármol que se halla sobre la sobredicha arca,
es lisa, sin rótulo, ni armas, con su cubierta de la misma piedra, y sin
grabadura alguna, que nos diga quien en ella está enterrado...».
Los muros y antepecho mostraban notables lápidas
mortuorias en la pared del lado oriental, tres de mármol, una del siglo xin y
dos del siguiente, que hoy se hallan en el arriba indicado Museo. En la del
septentrional una lápida de mármol decía así: «Anuo Domini MCCCXLIX pridie idus
octobris Reverendus Pater Frater Palacinus Episcopus Sce Justae
istud presens Claustrum, quod est sub tecto, in quatuorpartibus, et Capitulum,
et etiam transitum, qui est de dicto claustro ad Simiterium consecrauit».
También veíase otra lápida sepulcral de mármol en lo alto de uno de los pilares.
En el lado meridional, en el muro, la que decía: «Assi jau lo honrat an
Jaume Caramany Mercader e de tots los seus»; dos más del siglo XIV, una de
ellas «muy floreada» , existentes hoy ambas en el Museo ; y dos también en el
antepecho, una de las cuales decía: «Hic jacet Jacobus de Crudiliis, filius
quondam Nobilis Gilaberli de Crudiliis»
(Cruïlles), conservadas las dos en el expresado Museo . Al pavimento de
las galerías no le tapizaba un solo adoquín, ya que el de la oriental ocultaba
36 tumbas, el de la septentrional 35, el de la de Poniente 28 y el de la
restante 27, adornadas las losas con escudos de armas y emblemas, que Comes
curiosamente dibuja, e inscripciones que copia.
Otra joya de inmenso valor, que no por sobrepuesta dejaba
de ser allí muy propia, atesoraba este claustro. Veinte grandes lienzos denuestro excelso pintor Antonio Viladomat, que presentaban la vida y muerte del
Patriarca de Asís, tapizaban los muros. Dos décimas escritas en azulejos al pie
de cada uno de ellos explicaban su asunto, y con una cortina corrediza, que
sólo se descorría en determinados días, el cuidado de los frailes los defendía
de la humedad, polvo y excesos de luz. El curioso que desee conocer estos
cuadros y su extraordinario valor, puede leer los muchos datos que de ellos da
y grandes elogios que les tributa el entendido D. J. Fontanals del Castillo, en
su folleto: Un recuerdo de Antonio Viladomat, el pintor olvidado y maestro
catalán del siglo XVIII; los mil párrafos que a su loa han dedicado cuantos
en nuestra amada tierra trataron de pintura, y sobre todo puede verlos y
contemplarlos actualmente en la Academia de Bellas Artes en la Lonja. Mandólos
pintar y colocar por los años de 1722 o 1724 el Padre Provincial Francisco
Moragues. Abierto como estaba el claustro a la visita pública, acudían allá los
artistas a estudiar y admirar, que en todo resulta muy falsa la calumnia
revolucionaria de que los frailes pretendieran monopolizar el saber. Piferrer
ensalza el valor artístico de tales lienzos en las siguientes líneas:
«Reina en todo buen tono de color, arreglada composición
y sobre todo naturalidad: esa es la prenda que más los distingue, prenda que a veces
se busca en vano en las más acabadas producciones. Es admirable que siempre se
conserve la fisonomía del Santo, marcando únicamente en cada cuadro las
mudanzas o alteraciones que produce la edad. El que representa dos diablos
azotando a San Francisco es notable por su originalidad y expresión, al paso
que todos los inteligentes confiesan acordes el mérito preferente del cuadro
del convite, lleno de ternura mística, el del Santo difunto y el del bautismo».
Serie de la vida de san Francisco, formada por 20 cuadros, todos ellos se encuentran en el MNAC. Óleo sobre lienzo, Siglo: XVIII Procede del antiguo convento de Sant Francesc, Barcelona. |
Y ya que copio palabras de Piferrer, y que termino la
descripción del claustro, pongamos fin a este párrafo con otras por el mismo
autor a él dedicadas. «Desapareció para siempre el claustro, rival en elegancia
y riqueza al de Santa Catalina, y aquella producción del siglo XII y principios
del XIV ya no embelesará a los amantes de lo más bello y puro del arte gótico.
Las antiguas losas sepulcrales rodaron empujadas y holladas por la ignorancia;
manos irreverentes revolvieron las cenizas de un descendiente de los Entenza,
de aquella ilustre casa que tantos héroes y tanta gloria dio a Cataluña...».
En su ángulo N., o sea junto a la portería, tenía este
claustro dos capillas dedicadas ambas, según confusas palabras del P. Comes,
que no acierto a creer, a la Virgen de los Ángeles: «Al entrar por la puerta
principal del convento, dice, al claustro primero, se encuentra una capilla muy
famosa, y antigua, bajóla invocación de Ntra. Señora de los Ángeles, al pasar a
la derecha; con una bóveda o sepultura sin armas ni rótulo, y siempre los que
entran y salen pasan por encima de ella... El patrono y señor de la sobredicha
es el Illmo Sr. Dn Pedro de Pinós, Bisconde de Canet é Illa:
que hoy día es la Illma familia de los Duques de Hijar...».
«Segunda capilla. —Al entrar del claustro, pasaba la
dicha capilla, tomando a la derecha, a 10 pasos, se encuentra una capilla, y
retablo admirable bajo la invocación de Ntra. Señora de los Ángeles...» Por los
años de 1656 dióse el dominio de esta capilla a Pedro Martín Casseras, quien
«Hecho el retablo, dorado, con todo lo concerniente, una reja de hierro
admirable, sobre el arco sus armas: Adornó todas las paredes de tapices con
armas. Las casullas necesarias de todos colores con sus armas, albas, manteles.
Al medio de dicha capilla mandó hacer su bóveda y sepultura con sus armas...». De
uno de estos retablos de los Ángeles me dijo quien estudia el arte antiguo de Cataluña,
que procedía del siglo XV, y tenía verja imitada a las riquísimas de nuestra
Catedral.
En el lado de Poniente de este claustro hallábase la
escalera principal y el salón de oposiciones y actos literarios. Pero la pieza
o capilla más notable de este claustro era sin disputa la sala capitular, cuya
ancha puerta se abría a mitad del lado meridional. Cruzada ésta y superadas sus
dos gradas, hallábase un nuevo y verdadero templo cual no lo poseen muchos
pueblos. Medía 15'10 metros de longitud de N. a S., y 10 de anchura de E. a O.,
bien que en el presbiterio ésta menguaba de 2'50 metros. Consagróla el obispo
Fr. Palacino Camps en 1399, con lo que dicho queda su gusto arquitectónico, el
ojival de la época mejor. Toda ella estaba construida de pulidos sillares. Una
buena verja cerraba el presbiterio, al que también levantaban dos gradas. En
1619 o 1620 el patrono de esta capilla construyóle su retablo y dedicólo a la
Purísima Concepción. «En medio del presbiterio... mandó hacer para sí, y sus
herederos, su sepultura, con una lápida de piedra mármol, con sus armas y son:
un sol, o luna, con un león: el rótulo dice así: Nobilis Dom. Petras Soler, Regi, ac audienti, ac Doctor, sepulcrum hoc
sibi et suis faciendum curauit, anno Domini 1620». Bajo
el pavimento de este templo ocultábase la grandísima bóveda, sepultura de los frailes,
que contaba 54 nichos. Una puerta del lado del Evangelio del presbiterio
comunicaba con la sacristía del templo mayor, por la que se atendía al servicio
de las funciones de esta capilla. Para ellas no le faltaba su buen órgano. Para
la asistencia de la comunidad rodeábanla filas de las características sillas de
baqueta con grandes clavos, y acababan de darle carácter los sarcófagos y
lápidas de sus muros. «A la parte de la Epístola a la pared de dicho capítulo (el
marqués de Rupit) formó un hermoso mausoleo para el cuerpo incorrupto que
muchos años a esta parte habían encontrado en el convento de Jesús Da
María de Perapertusa, Madre del sobredicho Don Joseph de Bovrnomville (el
marqués); y por haberse derribado el sobredicho convento de Jesús en el año
1714, después fue trasladado en este sepulcro». Esta señora había muerto en
1660. «Prop la porta del capítol al pujar los 2 graons están esculpidas las
armas de la casa de Centellas». Otra lápida rezaba: «Assíjau Mosen Pera
Espatafora, é de Managuera Cavaller fill del Noble Encorave Espatafora, é de
Nobilisen (na lichsen) de Manguera, qui vengut de la questa (conquesta)
de Serdeña, Morí als XV de Setembre del any de M. CCCXXIIII. Aquest sepulcre
está a la paret cosa de 8 palmos en alto en una piedra, el rótulo que está
sobre escrito en ella con dos escudos de armas...». La lápida se halla hoy
en el Museo de antigüedades, donde tiene el número 915. Otro sarcófago se veía,
del cual escribe Comes: «Este sepulcro (del P. Marqués, canciller,
muerto en 1295) es una hermosa arca de piedra a lo alto de la pared, la que
mantienen dos piedras labradas, y fijadas a la pared de la tierra distante unas
tres canas poco más o menos con seis armas que hay en dicha arca». Sobre la
puertecita, que de esta capilla daba paso al claustrito de la parte del mar,
había en lo alto otro sarcófago con cuatro escudos de armas y esta inscripción:
«Hic jacet Domina Agnes Uxor qui fui t Francisci Marqsii. Obiit anno Domini
MCCCXVI».
Y con esto salgamos del Capítulo, o sala capitular, y torciendo hacia Poniente dejemos el primer claustro, y entremos en el segundo; en su longitud de N. a S. exactamente igual al primero, bien que menor en la latitud de E. a O. en la que medía sólo 30 metros. Contaba cuatro arcos en cada lado, mucho mayores que los del claustro anterior; y más anchos, como es natural, en los dos lados largos que en los cortos. Su construcción era de pulida piedra, y sus líneas ojivales. Mostraba, sin embargo, mayor sencillez que su hermano anterior, sin que por esto le faltase en su patio aliñado jardín con surtidor central, y en la cara de N., en un buen nicho, la capilla de San Berardo.
En la occidental abrían sus puertas la clase de
Filosofía, y varias piezas; y en la S., casi en el ángulo con la anteriormente
nombrada, la gran pieza del De profundis. Al frente esta pieza daba
entrada a la cocina y sus dependencias, y a la izquierda al inmenso refectorio;
y escribo inmenso porque medía 40'50 metros de longitud de E. a O. por 7'50 de
anchura, de arte que su extraordinaria extensión indujo a un fraile de este
convento, por mí interrogado, a igualarla a la del templo de San Jaime de esta ciudad,
y a otro a considerarlo capaz y propio para una comunidad de 130 frailes. Ambas
piezas, refectorio y De profundis, estaban formadas de pulidos sillares
de piedra en formas góticas, de modo que el Padre Comes menciona algunas de las
claves, de las bóvedas de la primera. Tan prolongadas piezas, que en junto
sumaban 56'60 metros, cogían desde la sala capitular con la que lindaba el
refectorio, buen trozo del primer claustro, todo el segundo y parte del cuerpo
de edificio que a éste separaba del tercero.
La cocina, aunque menor, no desmererecía de tal
refectorio, de la cual, para indicar su magnificencia, me decía el Padre Brugal
que tenía tres espitas de agua fría y otras tres de caliente; y de la cual
escribe acentuados elogios el continuador del Padre Comes.
Mas volviendo al segundo claustro, y caminando a Poniente, hallábase el tercero, también igual en longitud de N. a S. a los dos anteriores, aunque menor a todos en la amplitud. El cual en elogio de su comunidad ofrecía la rara circunstancia de que, construido en 1752, no presentó las formas neopaganas de su tiempo, sino, bien que, con sencillez, las ojivales de los otros dos claustros sus hermanos; circunstancia}'mérito que en ningún modo llegara yo a creer a no atestiguármelo personas tan calificadas como un sesudo fraile de este convento y el justamente renombrado profesor de la escuela de Bellas Artes Don Luis Rigalt il4). En su lado E. presentaban sus arcos notable irregularidad, la que desaparecía en los tres que contaban en cada uno de las N. y S. y en los cinco de la occidental. Ignoro en qué forma, pero sé que contenía tantos nichos que bien podía calificarse de cementerio.
Las calles de Barcelona Víctor Balaguer 1865 |
La huerta no concordaba con la indicada grandiosidad del edificio, cuya superficie vendría próximamente a triplicar la de ella. Poseía en su ángulo S. su buena noria y aljibe, y la rodeaba la natural cerca, la que en el ángulo de Poniente, o sea el del extremo de la calle del Dormitorio de San Francisco, unos pasos adelante del lugar donde hoy (1899) se abre la entrada del Parque de Ingenieros frente del Banco de Barcelona, sostenía un farol del público alumbrado, del cual en su día deberé hablar.
Además de las indicadas construcciones existía otra histórica y anterior, el departamento llamado claustrito o Antiguo Hospital De Peregrinos de San Nicolás, el cual, según parece, cedido a principios del siglo XIII a la Orden, fue en esta ciudad su primer convento. Caía al S. del refectorio, o sea entre éste y la muralla del mar. Constaba de un pequeño claustro de 13'25 por 19'25 metros, y una buena capilla, dedicada a San Francisco, llamada del Perdón. Entrábase en la capilla por el claustrito, y a éste por la Sala Capitular.
Como
se indicó, preexistió al convento, y en él, cuando hospital, se alojó en su
visita a Barcelona el Santo Patriarca de Asís; más en 1500, no levantada aún la
muralla del mar, las embravecidas olas lo arrasaron, hasta que en 1600 el M. I.
Don Fr. Adriano Maymó, Prior de la Orden de San Juan de Jerusalén, en Cataluña,
lo reedificó, según testificaban dos inscripciones de la misma estancia , y
puso en la capilla «un buen cuadro que representa a San Francisco como está en
su sepulcro» , el cual lienzo formaría sin duda la imagen del altar. Murió en
1612 este Prior y fue enterrado en la misma capilla. Por ella los barceloneses
sentían tan gran devoción que, prohibida por los cánones la entrada de mujeres
en la clausura monacal, tuvo el Pontífice que establecer aquí una excepción,
permitiendo el acceso hasta este claustrito o capilla a la inmensa multitud de
ambos sexos que concurría a visitarlos «singularmente los días del glorioso
Patriarca... e el día de N. S. de los Angeles, o Porciúncula, que no entrando a
visitarlo publican no haber ganado el Jubileo». Y fui acierto y tino particular
el del Prior Maymó, quien al reedificar esta obra empleó en cuanto pudo las
mismas piedras del anterior (ex destructiu lapidibus reediftcandum
erigendumque curavit, decía su epitafio), lo que le permitió conservar al
claustro su estilo románico, según dan pie para pensarlo dos hermosos capiteles
de este género que procedentes de este convento figuran hoy en el Museo provincial.
«Por los años de 1764... se compuso el claustro y celda que habitó N. S.
Patriarca, rodeando dicho claustro de unos lienzos, en los que se pintaron los
conventos que fundó en España N. S. y amado Patriarca y varios casos sucedidos
de la devoción de los fieles a Nuestro Padre...». Y en 1630 «una montañuela con
variedad de personajes é invenciones de agua tienen dispuesta los religiosos»
en este claustrito. Invenciones las últimas que, sin embargo, dudo mucho
llegaran a nuestro siglo. Finalmente el suelo de la capilla ocultaba varias
tumbas indicadas por sus respectivas losas.
Sobre la planta baja de este convento, a grandes
brochazos aquí descrita, levantábanse dos pisos altos, atravesados de largos y
anchos corredores, abovedados. Estaban éstos provistos de numerosísimas celdas,
muchas de las cuales ostentaron sobre su puerta las armas de la noble familia
que a la salida de los Padres conventuales y entrada de los observantes en el
siglo XVI respectivamente las construyeron, las cuales armas empero, resbalando
los siglos, ocultáronse bajo capas de cal pedidas por la limpieza.
En el primer piso alto de la fachada occidental del
edificio hallábase la enfermería. «Por los años de 1752... considerando dichos
RR. PP., junto con el R. y Venerable Definitorio, lo muy recomendado nos tiene (escribe
el continuador del padre Comes) Nuestro Seráfico Patriarca de que se
asistan los enfermos, y se sirvan, así como nosotros quisiéramos ser servidos.
Atendiendo a tan grande cargo, y viendo lo muy incómodo estaba la enfermería,
se dispuso ensanchar dicha; por cuyo efecto se hizo el tercer claustro, que hoy
día existe con sus oficinas de botica, ropería, oficina de alpargatero, y
hortelano, con sus correspondientes celdicas, cuyo territorio se tomó de alguna
parte de huerta, y de algunos edificios viejos, que se arruinaron. Se hicieron
diez celdas de bastante capacidad, cinco en la parte del claustro y cinco en 1a
parte de la huerta con una capilla en cada parte para que los pobres enfermos
pudiesen con más comodidad exhalar su espíritu al Criador en el Sto.
Sacrificio de la Misa y demás devociones, a cuyo fin se hicieron dentro las
celdas unas ventanillas para que imposibilitados de asistir en dichas pudiesen
lograr el beneficio dentro de sus respectivas camas. Contiguo a dichas celdas
se hizo una particular para que en ella recogido el enfermero pudiese con más
prontitud subvenir las necesidades de los pobres enfermos. Siguiendo el mesmo
piso se fabricó una cocina y refitorio para que, convaleciendo los enfermos,
tuviesen más comodidad para tomar sus refecciones, y una azotea, a que los pobres
viejos en tiempo de frío pudiesen tomar el sol». En sus últimos tiempos cada
cuarto de la enfermería estaba a cargo de un magnate protector, revistiendo
notabilísima solemnidad los viáticos, para los cuales hasta se tapizaban de
damascos las celdas y se adornaban con cornucopias y velas, y asistía al acto
toda la Comunidad.
El noviciado hallábase establecido en la parte meridional
de uno de los pisos altos del tercer claustro, sobre el indicado depósito de letrinas,
al cabo occidental de la cara del mar. En el mismo lado S. del convento vivían
también con separación hasta de refectorios religiosos de la Comisaría de los
Santos Lugares.
Un fraile de este convento, para ponderarme la grandiosidad de él, decíame que en aquella época, en que no se usaba el lujo de comodidades de la presente, y en que las espitas de agua o fuentes no se colocaban en otros lugares que los públicos o de uso común, esta casa contaba en su interior treinta y tres espitas.
Cual si los frailes adivinaran el mote de obscurantistas que contra ellos debía un día injustamente lanzar la revolución, tenía abierto al público este convento una biblioteca muy rica, además de otra privada para sólo los religiosos. Ocupaba aquélla una gran sala en el primer piso alto del Dormitorio de San Francisco, tapizada de libros de arriba abajo, para cuyo manejo rodeaban la sala dos pisos de galerías. Para su servicio el convento destinaba dos o tres frailes. Y para que todo estudioso pudiese acudir cómodamente a ella, abríase unas horas por la mañana y otras por la tarde, exceptuada ésta en los jueves. La Orden miraba con particular afecto al Padre bibliotecario, «y en atención de este trabajo, reza un decreto del definitorio de 1772, se le señala el lugar inmediato al Maestro de Estudiantes ex-Lector con la prerrogativa de poder decir Misa desde las 6, o entre 6 y 7, con el goze de extraordinario». Por suerte puedo aquí copiar una descripción autorizada del estado de esta biblioteca pública, no cual se encontraba en sus buenos tiempos de principios del siglo, sino cual la dejaron los trastornos de 1808 y posteriores.
«Descripción o Estado de la Biblioteca Mariana del
suprimido Convento de S" Franco de Asís de la Ciudad de Barita.»
«ZAGUÁN»
«El zaguán contiene el Globo o Esfera del Mundo.»
«8. Ocho Mapas;
los 3 Generales; uno particular de España; otro de Portugal, y otro de Cataluña.»
«2. Dos tablas: una es pauta o modelo de todos los
caracteres de letras; y la otra es el Rescripto de Clemente IV (sic. léase
XIV) en que se prohíbe extraer y enajenar cualquier libro del Cuerpo de la
Biblioteca.»
«CUERPO»
«Armarios 36. Volúmenes 10289.— El Cuerpo de la Biblioteca está dividido por
facultades en 36 Armarios, los cuales abrazan colocados en orden y signados en
los índices por escrinio (sic) y número 10289 volums .»
«Armarios pequeños 4. Manuscritos... 66.— Contiene a más 4 Armarios pequeños y disimulados,
donde bajo llave se hallan los Manuscritos en 66 volum.s numerados
en su lista particular en el último folio del índice mayor. Ocho mesas; las
seis con sus avios de escribir para comodidad del Público asistente: y por fin
4 canapés con otras tantas sillas.»
«RETRETE»
«Cubierto en su mitad de estantes, contiene recogidos los
libros duplicados a su derecha, y los de obras truncadas a la siniestra: La
otra mitad es de Armarios y cajones cerrados. En el Armario mayor se hallan 394
volúmenes mandados retirar en tiempo de la Inquisición. Dos menores, los ocupa
una buena porción de impresos en pliego o sin encuadernar cuyas materias se hallan
continuadas en la última hoja del suplemento del índice general. Otro Armario
ocupa un pequeño depósito de libros n." 109 que pertenecía al limo. D.
Joaquín Compañ Diff't° y algunos pliegos de Gazetas y Diarios de
Barña. En otro 3°. inferior se guarda un cajón de libros en n°. 23 vol.
mandados retirar por disposición que hizo en la hora de su muerte del P. Fr.
Antonio Baylina Calificador de la Inquisición, cento {sic) perteneciente a aquel
tribunal. Confrirse {sic) a la nota extendida en el citado folio del suplemento
del índice general.»
«En el otro 2°. superior no hay más que ejemplares de
conclusiones generales, y otros papeles sueltos varios.»
«En el 3°. están las filosofías antiguas manuscritas;
sermones asimismo manuscritos: Breviarios viejos, Diurnos, y otros oficios de
santos: Con una colección de Estampas y un Mapa de la entrada y posesión de
Clemente XIV en Roma.»
«En los dos últimos se custodian los plumeros... Por fin
dividen los armarios 6 cajones, por cuyos rótulos se ven las materias que
encierran.»
«Barna Dbre de 1822.»
«Miguel Rosselló, Prbro.,
Bibliotecº »
(Rubrica).
Enriquecieron en modo especial esta biblioteca los
legados que de las suyas le hicieron los obispos de Barcelona señores D. José
Climent y D. Pedro Díaz Valdés, aquél del siglo XVIII, y éste de principios del
XIX. En memoria del primer legado el retrato del Sr. Climent veíase sobre los
armarios de sus libros. La causa del segundo consistió en la gratitud del
Obispo por haber sido su caritativo enfermero un fraile lego de esta casa de
nombre José Forns. El religioso de este convento P. Joaquín Martí calificóme a esta
biblioteca de riquísima en manuscritos. Por mis ojos en la sala de manuscritos
de la provincial-universitaria he visto muchos, de entre los cuales recuerdo
los dos tomos en folio de la Chronica seraphica de la Provincia de
Cathaluña... escrita por el R. P. Fr. Joseph Batlle. La Revista franciscana del
año XVIII de su publicación número 206 enumera doce volúmenes manuscritos
franciscanos, existentes en dicha provincial, y por conjetura natural debemos
pensar que proceden de este convento. La descripción preinserta del P. Rosselló
da a la Mariana 66 volúmenes de manuscritos. Y, sin embargo, Villanueva escribe
que «en la biblioteca, que es pública, hay pocos manuscritos». Creo que pueden
perfectamente concordarse afirmaciones, al parecer tan contradictorias,
distinguiendo entre manuscritos de los siglos medios, que son, los perquiridos
por Villanueva, y de los cuales no abundaría la Mariana, y manuscritos
posteriores por aquel autor poco menos que despreciados, y aquí no pocos en
número. El mismo Villanueva, al estampar que los manuscritos son pocos, añade:
«pero útiles para la bibliografía. Tal es la traducción catalana del Speculum
crucis, que escribió en italiano Fr. Domingo Cavalca, de mi orden (dominico)...
«Todo esto consta del título del libro manuscrito en el siglo xv... Más larga
descripción necesita un volumen fol. que contiene: 1. Alanus de Planctu
naturae. 2. Líber Birriae (es una imitación del Amphitruo de
Plauto).
3. De arbore in qna se suspendebant mulieres (son
ejemplos morales de la vanidad de las mujeres). 4. Séneca de formula vitae.
5. Philosophia magistri Philippi Elephantis... 6. Régimen contra
epide-miam editum a Magistro Sanccio de Riva áurea (Ridaura)... Este
volumen curioso compró Pedro Miguel Carbonell, archivero real, de Pedro Visars,
por precio de 18 sueldos a 16 de febrero de 1473, y lo dio a la biblioteca del
convento de Jesús... extramuros de esta ciudad... Todo esto notó de su mano el
mismo Carbonell al fin del libro. —Otro vol. hay fol. men. vit. con adornos en
el frontis é iniciales, del cual da razón el prólogo, de quien son las
siguientes palabras: Prolech primer sobre la incepcio de la exposició de la
postilla de Papa Ignocent tercer sobre los VII. psalms penitenciáis segons la
translació romana. Por desgracia ninguno de estos manuscritos figura en los
reseñados por la Revista franciscana, y por lo mismo por harto preciosos se
habrán perdido.
De los impresos decíame un religioso de esta casa que por
regla general brillaban por lo bien escogidos, y a la verdad, mis cortas
observaciones no le desmienten, pues en la Provincial-universitaria, al
estudiar cuestiones ajenas al presente capítulo, me han venido a la mano
volúmenes de la preciosa colección de concilios de Mansi y de la historia de
Poblet de Finestres, ambas procedentes de la Mariana. Hasta el índice de esta
biblioteca se guarda en la dicha Provincial, y a él puede acudir quien desee
ulteriores conocimientos de ella. He aquí noticias procedentes del mismo
índice, escritas por mano franciscana:
«Inventario de la Librería de San Francisco de Barcelona.
—Los conventos encerraban en sus recintos tesoros preciosos, que eran la
admiración de los sabios. Todos estos tesoros se han perdido y solamente quedan
algunos retazos que los Gobiernos liberales han almacenado en las Bibliotecas
provinciales o nacionales; pero lo más precioso ha desaparecido de nuestra
nación, y ha ido a parar a naciones extranjeras, y a las fábricas para hacer
cola, o las tiendas de especierías para envoltorios. De las obras en vitela
hemos visto ejemplares preciosísimos, que una mano piadosa rescató cuando las
llevaban a las fábricas, y hoy se conservan en la Biblioteca universitaria de
Barcelona. En ésta se conservan también los inventarios de las librerías de los
conventos, y hemos tenido la curiosidad de registrar el de la de San Francisco,
en el que hemos visto obras preciosas, cuyo paradero ignoramos.»
«Entre esas obras merece especial mención la Biblia
políglota de nuestro venerable cardenal Jiménez de Cisneros, la Biblia de
nuestro Juan de la Haye; la Vulgata con once comentarios selectos, en
veintiocho tomos, y las Bulas pontificias desde San Pedro hasta 1734 en diez y
nueve tomos. Diccionarios enciclopédicos contaba un gran número, y obras
escogidas en todos los ramos del saber humano.»
«El inventario está dividido en diez y seis secciones, y
contiene 2140 autores, si no nos engañamos.»
«He aquí ahora los autores de cada sección»:
«Libros sagrados y litúrgicos 129
autores
«Santos Padres 110 id.
«Santos Padres y Bulas Pontificias 112
id.
«Expositivos Sagrados 142 id.
«Morales 140 id.
«Escolásticos 92 id.
«Piadosos y místicos 178 id.
«Predicables 116 id.
«Canónicos 141 id.
«Dogmáticos 177 id.
«Humanistas 276 id.
«Historia eclesiástica
117 id.
«Historia profana 89
id.
«Matemáticas 123 id.
«Filósofos 113 id.
«Diccionarios 85 id.
«La librería nuestra no era la principal, si nos guiamos
por lo abultado de sus inventarios; pues figura en primera línea la de los
Padres Dominicos, y sigue la de los Agustinos, Trinitarios, Mercenarios, etc.
De los restos de todas estas librerías se ha formado la Biblioteca
Universitaria de Barcelona, que consta hoy de más de 100.000 volúmenes».
Además de la biblioteca pública, apellidada Mariana,
poseía el convento otra, no escasa, privada. De las dos podían servirse los
frailes, más de la primera acudiendo a su salón, y sin extraer volumen alguno,
mientras que de la segunda les era lícito llevar los necesarios a la celda,
mediante empero el apunte de la extracción en la correspondiente libreta, que
todo en el convento venía previsto, ordenado y reglamentado. En la Provincial
he visto esta libreta.
De la existencia de un buen y ordenado archivo no cabe
duda, que el P. Comes al dar sus noticias sobre este convento, especialmente de
las concesiones de sepulturas a particulares, remite siempre a la escritura que
dice se halla en el archivo del mismo cenobio, y su continuador nos habla de
copias de documentos colocadas «en el Archivo, signadas con la letra A» de
donde consta el orden en la colocación. El sabio P. Ramón Buldú, religioso de
esta casa, me aseguró que el archivo contenía «muchos y antiguos pergaminos,
amén de manuscritos sobre distintas materias importantes, obra de varios
religiosos.»
Tejida ya en las anteriores páginas la ciertamente harto
larga descripción de este famoso convento, debo ahora escribir siquiera unas
líneas de su fundación. Una de las puertas de la ciudad, en la Edad media
llamábase de los Leones, caía, al extremo inferior de la calle actual de
Ataúlfo, nombrada hasta en días de mi mocedad Bajada de los Leones. «A la
derecha, saliendo por la Puerta de les Leones caminando asi a la montaña de
Monjuich, a cosa de 120 pasos, se encontraba una capillita, y heremitorio
dedicado a Sta Eulalia virgen y mártir. Hoy (1735) vemos este
heremitorio y capillita transmutado en un convento celebérrimo y cabeza de la
esclarecida Religión Militar de los PP. Mercenarios...». Caminando en la
misma dirección, y a cosa de 350 pasos de la indicada puerta de la ciudad,
hallábase el hospital de peregrinos de San Nicolás de Bari, separado del mar
por un arenal y rodeado de las casas del Duque de Cardona, de la de Pinós y de
la de Espuny, enriquecida ésta en su terreno, según arriba apunté, con una
capilla dedicada a la Virgen de Loreto. A principios del siglo XIII (disputan
los autores si en 1211 o 1214) San Francisco de Asís vino a Barcelona. «En l’any
1214, vingué a Barcelona, escribe la Rúbrica de Bruniquer, lo gloriós S'
Francesch,y la ciutat lo hospeda en lo Hospital de St Nicolau
destinat per primer convent del orde en España, ahont entengué lo Poble la gran
gloria de nostre Patrona Sta Eulalia...» . Predicó con grande
edificación de los fieles y autoridades el Santo Patriarca en la capilla de
dicho Hospital. «Comino vio la Predicación y ejemplar vida... de Ntro
Patriarca... a los Exmos Señores Consejeros Magistrados y comunmente a todos
los ánimos de los barceloneses, que sin dilación, ni más tardanza, de común
acenso, consentimiento y acuerdo, resolvieron dar, y absolutamente como
Patronos dieron, desde luego por convento aquel antiquísimo hospital de San
Nicolás Obispo a Ntro P. San Francisco, por él, y sus compañeros que
le habitasen en adelante sus hijos, como desde luego empezaron a vivir y
habitar en dicho hospital» . Sobre terreno cedido por las casas de Cardona,
y especialmente de Espuny, cuyo edificio para el efecto se derribó, edificaron
los franciscos muy pronto su grandioso templo. «Por los años de 1247 estuvo
concluida la dicha fábrica. Y el día 6 de Diciembre, día del tutelar de la
Iglesia, se empezaron a celebrar en ella los oficios Divinos, con la asistencia
del S. D. Jayme I Rey de Aragón, de la Serena Infanta Da Leonor, Dn
Fr. Juan de Aragón, y Exma Ciudad de Barcelona Consistorialmente
(Los que siempre este día concurren sin que el R. P. Guardian tenga estilo de
convidarlos, como en otras festividades del año se acostumbra) con toda la
Nobleza de los barceloneses y concurso popular...».
Como era natural, el convento necesitaba ensanchar sus
tapias, y el nombrado Don Jaime I, por escritura de 1257, le concedió el
contiguo arenal. Al principio, el templo sólo tendría la bendición, pues le
vemos consagrar antes de terminar su siglo. «Gobernando la nave de S. Pedro
Inocencio IV, El Imperio Romano Honorio VII, El Reyno de Aragón Dn
Alfonso II, y la Iglesia Catedral de Barna Dn Fr. Bernardo Pelegrí,
Religioso menor... San Luis Obispo de Tolosa, Religioso menor, que
por serlo renunció la púrpura y Corona Real de Sicilia por visitar y ver la
casa Real de Aragón sus deudos, vino a Barcelona, y más para visitar la dicha
Iglesia, y sus hermanos religiosos, que en el convento vivían, donde el Sto
había alcanzado con su enseñanza la santidad, y letras que obtenía, acordándose
del voto que en ella había ofrecido al señor... entró en Barna... aposentóse
con sus hermanos religiosos en el convento; y para manifestar lo mucho que
apreciaba aquella iglesia determinó el consagrarla... Ejecutólo con singular
devoción, consagrándola toda, con todas las aras de todos los altares,
consagrando al mismo tiempo el Obispo de Barna Fr. Bernardo Pelegrí el altar y
ara de la capilla de N. S. P. S. Franco. Fue tan solemne esta función como majestuosa,
asistían los dos Obispos operantes, el Rey, la Reyna, la Exma Ciudad
y senado, los Señores Diputados, Nobleza y Corte, y un sin número del pueblo. Fue
a los 15 de Julio de 1297». El Obispo consagrante «era sobrino de San Luis, rey
de Francia, e hijo de Carlos de Anjou, rey de Nápoles, quien (el hijo),
hallándose prisionero de guerra en Barcelona con otros dos hermanos... desde la
victoria del Almirante de Aragón D. Rogerio de Lauria, tomó el hábito de esta
Orden en cuyo convento cursó sus estudios». De esta consagración certifica una
hermosa lápida depositada hoy en el Museo de Antigüedades de la provincia, y
empotrada antes en la puerta de la iglesia del convento que daba al claustro,
según arriba apunté.
El cambio de disciplina exigía cambios en la forma del
edificio, y entonces el Obispo, la ciudad, la nobleza y los fieles rivalizaron
en sacrificios para transformar las habitaciones particulares de los
conventuales en corredores y celdas. El Prelado diocesano levantó gran parte
del segundo claustro, dejando allí esculpido su escudo de armas, mientras las
familias nobles fijaban el suyo sobre la puerta de las celdas que iban
construyendo en los pisos altos. Y de este modo, deslizándose los lustros y aun
los siglos, la piedad de prelados, gobernantes, magnates y fieles perfeccionó y
acabó la grandiosa obra.
Debía sin embargo en el siglo XVII sufrir un quebranto. El arenal cedido por Don Jaime I al convento extendíase hasta frente la Rambla, y entonces la huerta cogía con este terreno mucha extensión. Mas el Rey Carlos III por Real Orden de 31 de mayo de 1774 mandó que «se construyese un fortín en la Huerta de este Convto para resguarde de sus Reales Atarazanas (el baluarte que todos los de mi edad vimos al cabo inferior de la Rambla en el terreno que hoy forma la plaza de la Pas) y se ensanchase la muralla que está detrás dicha huerta y Convento». Para lo último debía destruirse parte de lo edificado en la cara meridional de la casa. Contra las Reales órdenes recurrieron los religiosos, pero en vano, pues tuvieron que aceptar la indemnización según peritos del gobierno (que el convento no quiso nombrarlos), y en 1774 y 1775 vieron derribar el hospicio de Tierra Santa, parte de la cocina y otras dependencias, y luego a costa del Estado edificar nueva cocina y dependencias, bien que de buenas disposiciones y arregladas.
Dejóse al convento
unos grandes subterráneos bajo la muralla, a nivel de su plan terreno, de los
cuales los tres más próximos a la cocina destináronse a leñero, y los demás a almacenes
de objetos de iglesia y otros, de donde resulta que entre aquélla y el convento
no mediaba calle pública, cual la vimos después, sino una como calle interior,
espacio de unos «30 palmos» de ancho, llamada en esta ciudad androna,
protegida por la parte de la muralla por una pared de cerca. Esta androna
quedó del dominio del convento.
La Comunidad albergada en tan espacioso convento pasaba de cien religiosos, incluidos empero en este número cuantos se abrigaban de sus techos, como son profesos de coro, legos, comisionados de Tierra Santa, novicios y donados; además de todos los cuales servían al templo cinco monaguillos. En la «Relación oficial de la seráfica Provincia de Cataluña y Menorca 1832-1835» se lee que este convento tenía «41 Padres, 11 Coristas, 20 Legos, 18 Novicios y 13 Donados. En la Comisaría de T. S. había 1 Padre y 7 Legos.» Total 111.
San Francisco Asís. Fragmento de la obra de Anton Van Den Wyngaerde. |
El convento de San Francisco guardaba dulces recuerdos de la vida política y glorias de la patria catalana. «Por la Majestad de Don Jayme I, Rey de Aragón y Conde de Barcelona, ordenó y dispuso por sí y sus descendientes de prestar, y él prestó, antes del ingreso al régimen y gobierno de la Real Corona, juramento: para que después de prestado, el conservar y guardar a sus vasallos, sus privilegios y inmunidades a ellos otorgados por los antecesores Condes de Barcelona, y Reyes y Condes de Aragón; estar apto su Real Majestad, y sus descendientes y sucesores, para recibir de sus vasallos el juramento de fidelidad, sacramento y homenaje, como se lo prestan los tres brazos.»
«Del juramento que ordenó su Majestad hacer por las Islas
Mallorca, Serdeña, Iviza, y Sicilia dispuso que fuese tomado de manos del R. P.
Guardián del convento de S. Francisco de Barcelona en su propio terreno, y
dominio, que es en la plaza pública, dicha de San Francisco, el día de la
entrada pública haze Su Real Majestad, antes de ir a su palacio; con la
advertencia que han pretendido, ya Obispos, ya Arzobispo ya Patriarcas, y otras
Personas en dignidades condecoradas, nunca sus Majestades han permitido, ni han
querido despojar esta gran prerrogativa que goza, y ha gozado siempre el
Guardián de este Regio convento...»
«Prevención del Guardián. —Prevenido el tablado que lo
hacen en la Plaza de S. Francisco, junto a la pared de la casa del Conde de la
Rosa, con el trono, y silla, como dice la Rúbrica de la Ciudad con su dosel. .
el R. P. Guardián de su mano ponga un misal abierto sobre la almoadilla del
Real asiento.»
«Luego se irá a la sacristía en donde a su tiempo se
revista con capa pluvial. Diácono, subdiacono, y dos acólitos para los
ciriales. Tomara sobre sus hombros una banda, para con más reverencia, y
decencia, tome, y pueda tomar la Santa Vera Cruz. Los ornamentos y vestiduras
serán de color blanco. Salga de la iglesia por la puerta que dicen de San
Antonio, y se detenga a los mesmos umbrales de la Puerta dicha. Al tiempo que
la Magd Real sube al trono, dicho P. Guardián y Ministros se vayan
encaminando allá, de modo que luego que Su Mag. esté sentado suba ya el P.
Guardián, y Ministros, la escalera del Trono, y al entrar al plano de dicho
trono, P. Guardián y Ministros a un tiempo, harán un grave, y atento
acatamiento al Rey. En llegar en medio de dicho trono, harán otro grave y
atento acatamiento al Rey; y a la que llegan a ajuntarse con su Real asiento,
con toda uniformidad hagan otro grave y atento acatamiento... El cual ejecutado
el R. P. Guardián, ponga la Santa Vera Cruz, sobre el Misal, y se quedará con
las manos juntas mientras que va leyendo el Protonotario lo que ha de jurar el
Rey; y acabado de leer dará el R. P. Guardián la S. Vera Cruz al diácono... Y
tomará el Misal, acercándose al Rey, y puesta la Real mano sobre los Santos
Evangelios, le diga... Lo JURA V. MAGD ... Dada por el Rey la
respuesta Sí LO JURO, dé a la adorar el Santo Evangelio dejando el R. P.
Guardián el Misal, y tome la S. Vera Cruz y la dará a adorar al Rey.»
«Luego el R. P. Guardián diga unas breves razones al Rey,
dándole las gracias de la honrra, merced y gracia ha hecho en la nueva
confirmación de los privilegios, que por sus antecesores gozan las Islas
sobredichas; y las mesmas gracias le dará de la honrra Persona haze, a la
ciudad, y condado de Barcelona.»
«Concluido... el R. P. Guardián con la S. Vera Cruz a sus
manos, y los ministros, se retornarán del mesmo modo caminando de lado para no
volver las espaldas al Rey, haciendo las tres graves, y atentas cortesías,
o acatamientos, que cuando fueron, y se
irán por el mesmo camino a la sacristía, para colocar la S. Vera Cruz, y
despojarse. Luego sube al teatro, y pie del Rey, todo el Magistrado, a prestarle
sacramento y homenaje» .
Cree, no sin fundamento, el P. Comes, que por regla
general, al aunarse Cortes del Principado en Barcelona, se reunían en este
convento, y funda su creencia en la noticia cierta de haberse efectuado así
algunas veces, tales como bajo Carlos Emperador, Carlos II y Felipe V. No
desplacerá al lector ver aquí la detallada relación de las ceremonias de las
últimas celebradas, que fue en 1701, bien que por un rey que muy luego, dejando
su primitiva senda, malamente nos oprimió. La copio de un impreso barcelonés
anónimo, de 1702. «Del principio que dio Su Majestad a las Cortes Generales del
Principado de Cataluña, asistiendo al Solio.»
«El lugar señalado era el suntuosísimo Convento de la
Seráfica Observancia desta Ciudad, en cuyos espaciosos ámbitos a discretas
providencias, y considerables gastos del muy Ilustre y Fidelísimo Consistorio
de los Deputados, y Oydores, se distribuyeron los puestos proporcionados para
los tres Estamentos, y para todos sus Oficiales, como también para todas las
Juntas particulares.»
«Para el día señalado se previno en la Iglesia del mismo
Convento un Magestuoso Solio, en esta forma: Fabricóse un tablado sobre el Presbiterio
con once gradas de tres cuartos cada una, para subirse a él, que llegaban por
el pavimento de la Iglesia hasta la segunda Capilla: Formaban estas gradas dos
ángulos, uno por cada parte de su espaciosa frente, por donde se había de
subir, y por arriba se formó una balustrada, que se cubrió después, como todo
lo demás del tablado, y gradas, de paños amarillos, y colorados,
proporcionadamente distribuidos. Sobre este tablado se levantaron otras tres
gradas, cuyo llano llegaba hasta el Retablo del Altar mayor, en el cual se puso
un rico Dosel, con sus colgaduras a los lados, a disposición de los de la
Familia de su Majestad, y debajo del Dosel se colocó una rica Silla con su
Estrado, y almohadas de terciopelo carmesí, con franjas de oro. Por el llano
del pavimento de la Iglesia, a la parte derecha, se pusieron dos líneas de
bancos sin respaldo, que empezando junto a las gradas del Solio, llegaban hasta
la Capilla de San Antonio, para que se sentasen en ellos los sujetos del Estamento
Eclesiástico. A la otra parte se pusieron seis líneas de bancos, ocupando la
misma longitud para todo el Estamento Militar. Y por el ancho de la Iglesia haciendo
frente al Solio, concluyendo los dos extremos de parte a parte de los bancos
del Estamento Eclesiástico, y Militar, se pusieron tres líneas de bancos para
el Estamento Real.»
«Con esta disposición, el día 12 de Octubre a las 3 de la
tarde se poblaron los bancos, de las personas de los tres Estamentos,
presidiendo en el Eclesiástico, el Ilustrísimo Señor Arzobispo de Tarragona, en
el Militar el muy Ilustre Señor Marqués de Anglasola Conde de Peralada, y en el
Real el Excelentísimo Conseller en Cap de Barcelona. Y a lo que se tuvo noticia
que venía su Majestad, salió toda la Comunidad del Convento con la Cruz alta
procesionalmente, y el Padre Guardián concluyéndola con su Capa Pluvial,
Vera-Cruz, y Asistentes, y salieron todos hasta la puerta del patio, y al que
llegó su Majestad, salió a recetarle el Excelentísimo Conseller en Cap con sus
dos Maceros, y apeándose su Majestad del Coche, con los debidos acatamientos se
puso a su lado a la mano izquierda, y tomando seis Religiosos revestidos, un
Palio, que tenían prevenido, se puso su Majestad debajo del, y el Excelentísimo
Conseller en Cap a su lado, y los dos mazeros de la Excelentísima Ciudad con
sus Mazas delante el mismo Palio, 3' el Excelentísimo Señor Duque de Medina
Sidonia, con su Estoque desnudo en la mano, iba delante de su Majestad, y la
Guardia de Corps con las demás Guardias iban detrás, y cuatro Reyes de Armas
iban a los lados del Palio, y en esta forma se encaminaron a la puerta de la
Iglesia, precediendo toda la Procesión de los Religiosos, y al entrar en ella
entonaron el Te Deum laudamus, continuándole hasta que su Majestad
estuvo en el Solio.»
«Asentose su Majestad en su Silla, y el Excelentísimo
Señor Duque de Medina Sidonia se puso a su lado en pie, y después puso el
Estoque desnudo en manos de su Majestad, y se bajó al llano del Tablado, y allí
estuvo en pie todo el tiempo que duró la función. Estaban los Reyes de Armas
dos a cada parte del llano del mismo Tablado, y en la parte derecha de las
gradas estaban el Ilustrísimo Señor Canciller Obispo de Gerona, con uno de los
muy Ilustres Regentes del Supremo de Aragón, 3" los Ministros de su Sala,
y a la otra parte estaban tres Ilustres Regentes del Supremo de Aragón, el muy
Ilustre Regente de Cataluña con lo restante de los demás Ministros, que
estuvieron toda la función en pie, y descubiertos.»
«Estando todo en esta disposición, un Rey de Armas, de orden de su Majestad, con alta, é inteligible voz dijo: «Silencio, Silencio:» y luego después que todo aquel lucido concurso, y autorizado congreso se puso en un profundo silencio, dijo otra vez con esforzada voz: «El Rey manda que os sentéis,» y en esto se sentaron todos los sujetos de los tres Estamentos, y luego después volvió a decir: «El Rey manda que os cubráis,» e inmediatamente se cubrieron todos los sujetos, y finalmente dijo: «El Rey manda que atendáis,» y luego después el muy Ilustre Don Joseph de Villanueva, Proto-Notario del Supremo de Aragón, de orden de su Majestad, con clara, é inteligible voz, leyó la Proposición que hacia su Majestad a la Corte, que fue del tenor siguiente.»
La proposición dice a las Cortes que deliberen y
propongan lo más conveniente justo y útil al buen gobierno del Principado. —Y
luego sigue así:
«Entendida por todos los tres Estamentos tan justificada,
discreta y celosa Proposición, subieron al Tablado, y a ponerse delante de su Majestad
el Ilustrísimo Señor Arzobispo de Tarragona, el muy Ilustre Marqués de
Anglasola, y el Excelentísimo Señor Conseller en Cap, Presidentes,
respectivamente, de los tres Estamentos, y haciendo los acostumbrados
obsequios, puestos a la presencia de su Majestad, dijo el Ilustrísimo Señor
Arzobispo de Tarragona, que con mucho gusto reportaría la Proposición, que su Majestad
les había hecho, a su Estamento Eclesiástico, asegurando a su Majestad que en
todas las dependencias de aquellas Cortes se procuraría la mayor honra, y
gloria de Dios, lo que se juzgaría más útil al Real servicio, y al beneficio público
del Principado; lo que en substancia vinieron después a repetir el muy Ilustre
Marqués de Anglasola, y el Excelentísimo Señor Conseller en Cap, y
arrodillándose por su orden a las Reales plantas, besando la Real mano, se volvieron
con los acostumbrados acatamientos cada uno a su lugar.»
«Subieron después el Ilustrísimo Señor Chanciller, y los
muy Ilustres Regentes del Supremo de Aragón, y el del Principado de Cataluña
con todos los demás Ministros, y con la acostumbrada ceremonia se llegaron por
su orden a besar la Real mano de su Majestad, y hecha esta función, el Excelentísimo
Señor Duque de Medina-Sidonia con los acostumbrados acatamientos se llegó a su Majestad,
y aceptó de su Real mano el Real Estoque desnudo, que por todo aquel tiempo había
tenido su Majestad en la suya. Y bajando su Majestad del Solio, y las gradas
del Tablado, llegó el Excelentísimo Señor Conseller en Cap, y le fue sirviendo,
y acompañando en la misma conformidad, que cuando vino, hasta tomar el Coche, y
volviéndose a su lugar, se fueron los tres Presidentes, cada uno con todo su
Estamento, a los puestos que se les tenían prevenidos. El Eclesiástico en la
Capilla del Claustro, que comúnmente llaman del Perdón: El Estamento
Militar en el Refitorio: Y el Estamento Real, en la pieza que dicen el de
Profundis.»
«Estaban estas tres piezas decentemente aderezadas con
sus bancos, y sobre ellos unos colchoncillos de brocatelos, con sus mesas con
tapetes de damasco carmesí con franjas de oro para los Presidentes, y sobre
ellas sus campanillas con todo el recado de escribir, y a las puertas sus
cortinas del mismo damasco; y todas las demás piezas, que eran muchas, en que habían
de juntarse los Habilitadores, Constitucioneros, del Redreso, Promovedores,
Tassadores de Salarios, de medios, Recogedores de agravios, en que se habían de
tener las juntas particulares de los Abogados, Escribanos, y demás Oficiales, estaban
también adornadas decentemente con sus mesas, y tapetes, con tinteros, pulseras
y demás piezas de bronce, con sus escribanías doradas, con sus bancos, y sobre
ellos los mismos colchoncillos de brocatelos, arquillas para guardar los
papeles, y todo lo demás que era necesario para conferir, averiguar, reconocer,
y actuar con los demás ministerios de las Cortes, y todo esto con lo demás necesario,
para que de día, y de noche se pudiese continuar la Corte, se dispuso a providencia,
y gasto del muy Ilustre, y Fidelísimo Consistorio de los Deputados, como
también la satisfacción de todos los salarios, en que consumió una considerable
cantidad».
El libro que nos da estos datos no reseña las
deliberaciones de las Cortes, ni de hacerlo habría aquí lugar para copiarle.
Explica la terminación de ellas en las siguientes palabras. «De la conclusión
de las Cortes Generales, que celebró su Majestad a este Principado.»
«Llegó el deseado día de 14 de Enero del corriente año de
1702 en que su Majestad deliberó dar complemento a las Cortes Generales: y habiéndose
prevenido el mismo Solio en la Iglesia del Convento de San Francisco, en la
misma forma que estuvo dispuesto, y adornado el día que se dio principio a ellas,
con la distribución de los bancos para los tres Estamentos: Estando ya estos
ocupados de los tres Presidentes, y demás personas que les componen, con el
mismo modo que queda ya descrito en el §. 7, pág. 112. A las 4 de la tarde
llegaron sus Majestades a la Iglesia de dicho Convento, y saliendo a su puerta
mayor toda la Comunidad de Religiosos en Procesión con el Padre Guardian con su
Vera-Cruz, y Asistentes, y con su Palio, salió también el Excelentísimo
Conseller en Cap, que les hizo el obsequio de recibirles, y puestos sus Majestades
debajo del Palio, se puso a mano izquierda del Rey nuestro Señor, y entonando
los Religiosos el Te Deum, se encaminaron al Solio.»
«Sentado el Rey nuestro Señor en la silla de mano
derecha, y en la de mano izquierda debajo el mismo Dosel la Reyna nuestra
Señora, se puso al lado de la silla del Rey el Excelentísimo Señor Duque de
Medina Sidonia con su estoque desnudo en la mano, y a la parte de la Reyna estaba
la Excelentísima Princesa de Ursino su Camarera Mayor, sentada en la primera
grada de las tres de la Tarima. El Ilustrísimo Señor Canciller Obispo de
Gerona, muy Ilustres Regentes del Consejo Supremo de Aragón, y de Cataluña, y
los demás Ministros estaban en las gradas en la misma conformidad que se ha
dicho en la pág. 115. En el llano del Tablado estaba el muy Ilustre Proto-Notario,
y Reyes de Armas, y demás comitiva de su Majestad.»
«Con esta disposición subieron al Solio el Ilustrísimo
Señor Arzobispo de Tarragona, el muy Ilustre Conde de Peralada Marqués de
Anglasola, y el Excelentísimo Señor Conseller en Cap, Presidentes de los tres
Braços; y el Ilustrísimo Señor Arzobispo de Tarragona presentó a su Majestad el
Cuaderno de las nuevas Constituciones, y Capítulos de Corte con el debido
obsequio, diciendo en substancia: «S. C. R. M. De parte de la Corte se presenta
a V. Majestad este Cuaderno, en que están continuadas todas las Constituciones,
y Capítulos de Corte, que V. Majestad se ha servido otorgar: suplicando la
presente Corte a V. Majestad sea de su Real agrado jurarlas, como han
acostumbrado los gloriosos predecesores de V. Majestad»; Y hecha esta Suplica,
puestas después las Constituciones sobre una mesa, que estaba prevenida con su Misal,
y Vera-Cruz, se volvieron los tres Presidentes con los acostumbrados
acatamientos cada uno a su puesto.»
Festivas demostraciones y magestuosos obsequios con que el Consistorio de Cataluña celebró el arribo e himeneo de los Reyes Felipe IV de Aragón y V de Castilla... Barcelona 1702 |
«El juramento de su Majestad no se transcribe, por haberse ya impreso en las mismas Constituciones.»
«Subieron segunda vez al Solio los tres Presidentes, y
con mucho obsequio, y rendimiento, dando las gracias a su Majestad, le
presentaron la Suplica con la Oferta del Donativo de un millón, y medio, que
por ir impresa también en las mismas Constituciones no se transcribe; y después
de haber besado la Real mano, como también la de la Reyna nuestra Señora, haciendo
los acostumbrados obsequios se volvieron a sus puestos. Leyó el Proto-Notario
con alta, e inteligible voz la Suplica, y después uno de los Reyes de Armas,
con alta voz, dijo a los Presidentes, y Braços de la Corte: «Subid, subid a besar
la mano a sus Majestades»: y subiendo los Presidentes con todos los sujetos de
sus Braços, por su orden, hicieron la función del Besamano; y después de
concluida volvió el mismo Rey de Armas a decir con alta voz, que su Majestad
licenciaba a la Corte, para que cada uno se pudiera volver a su casa, siempre
que quisiere: Y levantándose sus Majestades del Solio, con la misma Procesión debajo
del Palio, obsequiándoles el Excelentísimo Conseller en Cap hasta la puerta
mayor, con su Real comitiva, se volvieron a su Real Palacio.»
«Ostentóse tan soberanamente benigno su Majestad en estas
Cortes, que concedió generosamente Magnánimo todas las Constituciones y
Capítulos de Corte en el modo, y forma que se le pidieron, quedando todos los
Estamentos, y aun todos los Naturales deste Principado con la eterna gratitud
de haber experimentado tanto favor, y gracia de su Rey, y Señor. Y si las
gracias que benignamente generosos franquean los Príncipes a sus Vasallos, se
califican de los Políticos, del más calificado imán para atraer suavemente sus
voluntades, llegándolas a acreditar de licito hechizo de los corazones, con que
llegan a ser adorados de sus súbditos; por dos singulares motivos debe quedar
este Principado eternamente rendido a las Reales plantas de nuestro gran
Monarca obsequiosamente postrado, y finamente agradecido; el uno, por averse
dignado su Majestad favorecerle, en que fuera el primero de todos sus Reinos a quien
ha celebrado Cortes. El otro, por haberle en ellas concedido, y otorgado más
señaladas gracias, y mercedes, y más favorables Leyes, y Constituciones, que
cualquiera otro de los Serenísimos Reyes sus gloriosos predecesores.»
Hasta aquí las noticias del impreso. Siguen ahora otras del P. Comes:
«Siempre que en este Regio Convento se han celebrado Cortes, todo el aparato, y
gasto dellas, en los puestos que se determinan, corre, y ha corrido siempre, a cuenta
de la Diputación, sin que el convento haya tenido interesencia, ni gasto
alguno, en aquellos parajes, y puestos, que para ello se componen, para los
tres brazos, y estados.»
«Cuando se ofrece dar algún memorial al Rey, alguno de
los tres brazos, viene Su Magd al convento para recibirle, que no se
lo llevan a palacio, por ser de privilegio.»
«Para esto, aquel brazo que da el memorial al Rey, debe prevenir la
sacristía, sacando la mesa del medio de ella, poner dosel, silla y lo
necesario, en frente de la entrada de ella, que viene a ser delante del estante
donde se ponen los misales, y allí puesto el Rey, recibe el memorial.»
«Siempre y cuando para esto, u otro término el Rey viene
en el convento, al entrar a la puerta principal de él el R. P. Guardian se pone
al lado Real guiándole, y acompañándole al lugar destinado y no le deje hasta
que se vuelva a salir del convento.»
«Debe ir su Paternidad con singular precaución y
vigilancia, que como acuden tantos hijos de diversas madres, en tan gran
concurso de gentes suceden muchos cuentos y robos.»
«Deberá antes de concluirse las Cortes, y su Real Magd
firmarlas, dar Su Pd Rda al Rey, un memorial pidiendo los
despojos de las Cortes, que consisten en muchas tablas, mesas, bancos, otras
maderas, tapetes de las mesas, cortinajes de diversas puertas, y otras muchas
cosas, que importa mucho, y se remedia mucho el convento con ello, y con lo que
da de ordinario la Diputación al convento» .
Maqueta del Litoral de Barcelona - Convento de San Francisco o Framenors |
Por otros conceptos, además de los hasta aquí explicados,
se hallaba este convento ligado con la patria catalana. «Es el M. R. P.
Guardian de S. Francisco Capellán Mayor de la Exa Casa de la Ciudad
de Barcelona, y de sus Consejeros (consellers) en todo muy venerado,
estimado, atendido, y reverenciado: a cuyo fin debe su Pd (Paternidad)
tener asignado de continuo un religso, de prendas, para que todos
los días del año vaya a decir la Misa en dicha capilla, y casa, y cuando en
aquella Exma casa va alguna visita, deberá acudir el Religioso a ella,
para agua bendita, y en algunas otras funciones tiene lugar, de que le avisan.
No entra, ni ha entrado jamás a decir misa en dicha capilla y consistorio, sino
Religioso menor, aunque lo han procurado muchos.»
«Por los meses de enero, febrero y marzo, ha de haber
cuidado el R. P. Guardian a asignar un religioso de prendas, para que todos los
días vaya a la Diputación para decir la Misa a los Exmos Señores
Deputados del Principado, y en los domingos, y fiestas tendrá este Religioso el
cuidado de ir a la cárcel Real, a decir la Misa a los presos.»
«Convite debe hacer el P. Guar.n »
«Tres veces en el discurso del año acostumbra venir a los
Divinos Oficios, el Exmo Virrey, y Capitán general en esta iglesia,
esto es, el día de N. S. P. S. Francisco, el día de S.n Nicolás
Obispo, y el día de San Juan Evangelista. Para lo que el R. P. Guardian le
deberá visitar y convidar antes de la fiesta.»
«Otras tres veces, y en las mismas fiestas dichas,
acostumbran venir a los Divinos Oficios en esta Regia iglesia los Exmos
Señores Diputados del Principado La Ema Ciudad y Concelleres de Barna
las tres fiestas arriba dichas acostumbra todos los años acudir a los Divinos
Oficios en esta regia iglesia...»
«Cuando el Rey, o la Reyna mueren, esta la Exma
Casa y Concejeros juntos en la sala del Consejo de Ciento, para recetar el
pésame, a lo que van Virrey, Obispo, Relignes y Nobleza, a lo que no
deberá faltar el P. Guarn como se dice en el tomo 2 del Lib. vero en
fol. 176 que se guarda en la sacristía, y consta de 237 páginas» .
Gobernaba a toda la Orden el General asistido de su junta
definitorio, ambos de nombramiento del Capítulo general, el que se reunía cada
seis años, término de la duración de aquellos cargos. Dividíase la Orden en dos
grandes familias, la transmontana, o sea italiana, y la cismontana
o de aquende los Alpes, teniendo aquélla a su frente al General, y ésta un
Comisario General, quien, si bien gobernaba directamente y por sí la familia,
quedaba bajo el mando del Ministro General. Proveía en un sexenio de General la
una, y de Comisario la otra; y viceversa en el siguiente. Cada una de las
distintas provincias regulares que integraban las familias era regida
por un Ministro Provincial asistido de su Definitorio, junta que constaba del
mismo Provincial, el Custodio y cuatro Definidores, todos de nominación del
Capítulo provincial. Este se aunaba cada trienio, resultando también trienales
aquellos cargos. A los conventos gobernaban por tres años los Guardianes,
asistidos de la junta Discretorio, todos de nombramiento del Definitorio en
Capítulo provincial; bien que como a los diez y ocho meses de la celebración de
este Capítulo se reunía el llamado intermedio, y los Guardianes, tanto en este
como en el provincial, debían presentar, y presentaban, su dimisión, podían en
tal tiempo ser relevados por otros. Precedía a los Capítulos provinciales la
visita de los conventos, girada por el Comisario General o un delegado suyo,
quien presidía el Capítulo; y a los intermedios la del Provincial, que luego
los presidía.
El General de los franciscos gozaba de elevadísimos
honores de parte del Estado en España. Si no me equivoco, era Grande de España,
y «yo mismo vi en 1819, escribe un autor perverso, al P. Cirilo General de los
Franciscanos pasar la visita a Segovia, y enviarle una compañía de granaderos
con sus banderas a hacerle la guardia de honor al convento de su misma Orden
donde se hospedaba, y en donde por desgracia yo estudiaba».
De manos del Santo Patriarca y de la aprobación
apostólica salió la Orden con todo el rigor de la observancia. Mitigaciones de
la regla posteriores dieron vida, según escribí arriba, a la rama conventual,
extrañada de España desde el siglo XVI. De la misma rama observante procedieron
reformas, a saber, la llamada Descalza, o alcantarina, fundada por fray
Juan de Guadalupe en 1500, y propagada por San Pedro de Alcántara; la de los
Recoletos, obra de dos frailes españoles de nombre Esteban de Molina y Martín
de Guzmán; la de los reformados alemanes; y, finalmente, la de los Capuchinos
erigida por Fr. Mateo Bassi en 1525. Todas estas ramas profesaban la regla
franciscana, pero distintas constituciones, es decir, guardaban uniformidad en
lo esencial, diferenciándose en puntos de segundo orden. Las observante,
descalza, reformada y recoleta, como más identificadas, vivían y militaban bajo
un mismo supremo superior, el Ministro General, que legítimamente se titulaba Minister
Generalis totins ordinis Sancti Francisci. La conventual, muy reducida en
número de individuos, reconocía otro Maestro General, como igualmente la
capuchina, la que profesa todo el rigor de la regla aumentado por el de sus
constituciones. En Cataluña, dejada a parte la rama capuchina, a la que debo
capítulo especial, la familia franciscana contaba treinta y dos conventos
pertenecientes los más a los observantes y los restantes en número de nueve a los
recoletos, dependientes no obstante todos del mismo Ministro Provincial,
excepto Escornalbou que venía inmediatamente sujeto al General. Los recoletos
eran los de Escornalbou, Tortosa, Figueras, Horta, La Bisbal, Alcover, Riudoms,
Tarrasa y Mora de Ebro. «Por lo regular lo que ha dado origen a un
fraccionamiento (o reforma) (salvo algunos pocos casos) no ha sido la
relajación propiamente dicha (porque en este caso, en lugar de fraccionarse,
todos se han unido para combatirla); sino el diferente modo de xer las cosas».
«León XIII, por su Bula Felicítate quadam de 4 de octubre de 1897,
ordena que la Orden de Menores, dividida hasta el día de hoy en distintas
familias, tenga la debida unión; y para lograrlo, abolidos los nombres de Observantes,
Reformados, Descalzos o Alcantarinos y Recoletos, manda que, según la
intención del Padre San Francisco, todas estas familias formen y se llamen la Orden
de Frailes Menores, sin otro apelativo»
Admitido un joven en la Orden, entraba en un convento
donde hubiese noviciado, que en los últimos tiempos antes del 35 lo tenían los
de Barcelona, Reus y Gerona. Practicaba el noviciado con todo rigor, sin ni un
día cruzar la puerta; y finido el año, profesaba. Destinábasele entonces o al
mismo convento, o a otro, para allí esperar la apertura del curso , o sea el día 4 de octubre, fiesta del Santo
Fundador. Para este día se le mandaba a un convento donde hubiese curso de
Filosofía, que en la mentada época lo habían en los de Barcelona, Gerona,
Lérida, Bellpuig, Reus, Tarragona, Montblanch, Villafranca del Panadés, Berga,
Figueras, Horta y Riudeperas. Duraba el curso hasta el día 13 de julio. Acabada
la Filosofía, pasaba el joven a un convento que albergase cursos de Teología
dogmática, que eran los de Barcelona, Gerona, Reus, Tarragona, Tortosa y
Riudeperas. Estudiada ésta, a otro que tuviese curso de Moral, que eran
Barcelona, Reus, Tarragona, Gerona y Riudeperas. Enseñábase además cánones en
Barcelona, Reus y Riudeperas. Los estudios no dispensaban del coro ni de los
ejercicios de piedad. En Teología los actos literarios del curso consistían,
además de la vela, en dos horas de clase por la mañana, una y cuarto por la
tarde y argumentos aparte; y durante las vacaciones, en estudio de Retórica,
escribir sermones, y resolver cuestiones filosóficas. La Moral ocupaba sólo un
año, pero con dos horas de clase por la mañana y hora y media por la tarde y
dos conferencias semanales de casos prácticos.
La vida del franciscano participa de contemplativa y
activa, ocupada en la meditación, coro con oficio divino y Misa conventual,
lectura espiritual, exámenes de conciencia y demás prácticas de la primera,
añadidos al desempeño de los ministerios propios de la segunda. A las cuatro de
la madrugada todos los frailes estaban de pie; todos, mañana y tarde, asistían
a la meditación en común en el coro, de la cual nadie, ni aun los superiores,
estaban dispensados; a las vísperas y completas, cada día sin excepción
cantadas; al restante rezo del oficio, semitonado en los días regulares,
cantado en los clásicos, y esto con mayor o menor solemnidad según la de la
fiesta. Empero de la asistencia a alguno o algunos de los rezos del oficio en
el coro estaban exentos los religiosos de determinados grados o cargos.
Anualmente todos los conventos practicaban ejercicios espirituales, y en este
punto era tal el precepto que su cumplimiento se hacía constar sobre la firma
de los superiores en el libro de cuentas. Nunca se prescindía de la lectura del
refectorio, pues sólo tres o cuatro días señaladísimos del año se permitía
hablar un ratito al fin de la comida. Todos los viernes celebrábase en el mismo
refectorio el Capítulo de culpas; y en él, desde el fraile más joven al más
reverendo, salían todos, un día cada uno, y arrodillados en medio de la pieza,
decían su culpa, y con toda humildad pedían penitencia, la que acompañada de la
competente reprehensión recibían allí de boca del superior. La vista no se
levantaba de la mesa o del suelo, ni aun para curiosear sobre el de enfrente.
En ciertos días, en el mismo refectorio, antes de servir la sopa, los novicios,
postrados de cuatro manos en tierra, besaban los pies a los padres, quienes
empero, ocultando tal extremidad bajo el hábito, hacían que éste recibiese el
ósculo en lugar del pie. Los jóvenes con inocente chiste decían que en aquel
día tenían principi de peus. En martes y viernes la comunidad tomaba
disciplina. Nunca un religioso cruzaba el umbral de la portería como no se
dirigiera a un fin determinado, previa venia del superior y por lo común
acompañado. Escrupulosamente se guardaban dos cuaresmas, la de la Iglesia y
otra establecida por el Fundador, que abarcaba desde el día de difuntos hasta
el de Navidad; y además de ellas muchos padres observaban una tercera, sólo
aconsejada, que empezaba el día de la Epifanía y se extendía hasta el
cumplimiento de cuarenta ayunos: dato elocuentísimo que prueba cuan fervoroso y
elevado espíritu animaba a la comunidad, y cuan sin razón calumnian a los
frailes los que con la pluma o con el
pincel les motejan de glotones. De donde resulta en tales impíos, que rehusando
ellos abstenerse hasta de promiscuar un solo día, osan acriminar a los que en
su mayor número ayunaban siete meses del año.
Relieve funerario. 2ª mitad del sXIV - MNAC |
El hábito consistía en calzoncillos, túnica interior de
lana en lugar de camisa, otra superior ceñida al cuerpo con un cordón y
capilla, a lo que en invierno se añadía la capa, todo de burdísima lana aquí de
color ceniciento, que modernas órdenes de León XIII, uniformando las provincias
franciscanas, cambiaron por el de chocolate. Desde el Provincial al último lego
debían usar la misma tela. Afeaba la cabeza la gran rasura con el cerquillo,
mientras por opuesta parte los pies carecían de todo calzado que no fuera unas
pobres sandalias en los presbíteros y unas alpargatas en los demás.
Vivían en celdas de un corredor común, compuestas de
cámara, alcoba y muy estrecha recámara, ésta con ventanilla reducida y aquélla
con mayor, circunstancia que en los muros exteriores daba una alternativa de
vanos grandes y pequeños peculiar de las casas franciscas. Los balcones estaban
prohibidos. La cama componíase de pobres tablas, un simple jergón de paja y
manta de lana, sin sábana ni aun en verano, de modo que me aseguraba un
respetable padre que en todo el convento no se hallara una hebra de hilo. El
fraile dormía vestido.
No poseía un céntimo ni el individuo ni el convento, el
cual nombraba un síndico, por regla general seglar, quien, con autorización
apostólica, y en nombre del Papa guardaba cuanto se daba a la Comunidad, y de
tal arte ésta no se consideraba con dominio que, si el síndico hubiese cometido
hurto, ella no podía reclamar en juicio como dueña. Ni el religioso ni el
convento podía poseer réditos anuales, y si la piedad de algún testador
disponía que anualmente para la celebración de misas o sufragios se entregase
alguna cantidad al convento, ésta pasaba a manos del síndico y el Padre
Guardián debía entregar al que cumplía tal manda una protestación por escrito
firmada y sellada, manifestando que los religiosos no tenían derecho a ella.
Hasta las limosnas de las cotidianas Misas eventuales no pasaban por la mano
del fraile, sino que se entregaban al síndico. Tan privado de dominio se
hallaba el religioso que no sólo debía abstenerse de todo acto de él, sino de
cualquiera otro que lo significara. Como el superior debía dar al religioso,
sano todo alimento y vestido, y en enfermedad cuanto necesitara, de aquí que
entre los franciscos no se conociera el peculio de otras órdenes. Sólo en caso
de verdadera necesidad podía el fraile, con licencia del prelado, procurarse
algún dinero, o mejor limosna, la que colocada en poder del síndico era
empleada con consentimiento del donante y en su nombre o en el de «la Sede
Apostólica, a la cual declaramos, dicen los Estatutos de la Orden», pertenecer
el dominio de la pecunia lícitamente ofrecida para las necesidades de los
religiosos, según está declarado por Martín V y Pío IV» v5).
Con gran empeño previnieron los Estatutos la entrada de
la ociosidad en los conventos dictando disposiciones que literalmente copio.
«Para evitar el ocio ordenamos que todos los religiosos sean compelidos por los
superiores a ocuparse en los ministerios y trabajos, que según sus estados les
convienen; y los que fueren notablemente viciosos en la falta de la ociosidad,
sean privados por el Ministro o Custodio de voz activa y pasiva.»
«Si los Superiores fueren en esto negligentes, sean por
los visitadores castigados, los cuales inquirirán en sus visitas como se guarda
esta constitución». El hecho venía concorde con el derecho, pues el elocuente y
franco Padre Rafael Sans me aseguró que nunca los superiores permitían un
fraile ocioso.
En la rama recoleta el rigor crecía en modo extraordinario. Allí el retiro
era completo: no podía el religioso salir al pueblo más que mandado: nunca
hablaba fuera de los recreos: y la vida era tan común que ni aun el tabaco de
caja se proporcionaba el mismo fraile, recibiéndolo todo del fondo de la casa.
Tan severas prácticas y disciplinas de la Orden
franciscana eran conservadas con edificante constancia, que no en vano
vigilaban los superiores y los Capítulos provinciales y generales, pero sobre
todo la visita del General giraba cada tres años. Y no solamente las
conservaban, sino que cuando la natural tendencia de la humana flaqueza, o las
guerras u otras circunstancias, como acaeció en el primer cuarto del siglo XIX,
producían en ella algún quebranto, diligentemente las curaban y restituían a su
primitivo ser, de lo que sale por buen fiador el célebre y fecundísimo Capítulo
general de Alcalá de Henares de 1830 y varias otras acertadas y decididas
providencias, que muy luego reseñaré.
San Francisco Asís. Fragmento de la obra de Anton Van Den Wyngaerde. |
Además de los mentados actos de piedad, ocupaban de
continuo al religioso franciscano los de instrucción y ministerio, como son,
tres conferencias semanales, interiores de la casa, ya de Moral, ya de
Rúbricas, ya de Ascética; confesar, asistir a enfermos, predicar, misionar, y
mil otras obras de caridad espiritual. Del celo de estos religiosos dan
testimonio los periódicos de sus últimos tiempos, en cuyos anuncios de
funciones religiosas de la ciudad se lee el nombre de numerosos franciscos que
predican en ellas, a los que deberían añadirse el de las más abundantes de las
del campo. Dos religiosos del convento de Barcelona desempeñaban el cargo de
confesores de las monjas de Jerusalén, y servían al culto de su templo viviendo
por lo mismo en la casa destinada al capellán; otro el de las de Santa Clara,
dos el de las de San Pedro de las Puellas y otros el de las de Pedralbes. Estos
últimos sin duda, para prevenir el mote de holgazanes que los modernos dan a los
religiosos, dedicaban los ratos libres a la enseñanza de numerosos muchachos.
«Dos frailes de San Francisco» acompañaban los reos al patíbulo, y «no le
abandonaban hasta después de su muerte», distinguiéndose en tan triste cargo en
los últimos años el P. Pons, hombre de potentísima voz. En los postreros días
de esta Comunidad dos padres de ella escribían un diccionario
catalán-castellano y viceversa.
Unas líneas atrás escribí que cuando la natural tendencia
de la humana flaqueza, o las guerras, u otras circunstancias adversas producían
alguna quiebra en la disciplina, la superior vigilancia diligentemente restituía
ésta a su vigor; y aquí los hechos, inmediatamente posteriores a la paz de
1814, plenamente nos certifican de esta verdad. El P. Provincial Narciso
Lalana, en su carta pastoral de entrada en el cargo, fecha a los 30 de
noviembre de 1815, dice: «Testigos son Dios y nuestra conciencia de que no
mentimos cuando os aseguramos que nuestro corazón se reanima al considerar que
no faltan en nuestra Provincia Religiosa (hombres) llenos de celo santo
y de probidad, que nos ayudarán a restablecer la observancia, que con lágrimas
en los ojos miramos tan decaída por un efecto natural de las pésimas
circunstancias en que por espacio de seis años hemos estado envueltos». ¿Y cómo
no si durante tan largo período muchos frailes viéronse obligados a vivir lejos
de sus claustros, sin hábitos que no los toleraba el invasor, con dinero
indispensable para la vida no común, empleados unos en hospitales militares,
otros en errantes batallones ejerciendo de capellanes castrenses, y todos del
modo que las persecuciones daban lugar? Resplandece la sabiduría y celo del
indicado P. Provincial Lalana al prescribir remedio a los males que deplora,
pues lo primero que en dicha pastoral manda, antes de otras disposiciones de
secundaria importancia, es que luego de recibida la presente todos «confundan
su peculio con las limosnas comunes de la Comunidad, entregándolas luego al
Señor Síndico o Subsíndico.»
Asimismo iguales muestras de tino y celo da el Vicario
General de la Orden, español, Fr. Manuel Malcampo, quien en su pastoral de 15 de
septiembre de 1816, dirigida a restablecer la observancia, escribe que para
ello «pedimos instrucciones, consejos y auxilios a los Religiosos de probidad y
suficiencia, conociendo que abundan afortunadamente en nuestras Provincias
varones ilustres por su virtud y doctrina...» y en su consecuencia dispone que
los Provinciales vigilen sobre si los Guardianes hacen cumplir con la oración
mental diaria, aun en las comunidades cuyos edificios se hallan en
reedificación, y que ningún religioso goce de excepción para no asistir a ella,
de la que nunca nadie se ha dispensado .
En asunto tan capital los superiores no levantan mano y
muestran empeño muy decidido. En la otra pastoral, o circular, del mentado
Provincial Lalana, fecha en Barcelona a 5 de abril de 1817, comunica éste a la
provincia las resoluciones del Capítulo intermedio celebrado en la misma ciudad
a 8 de marzo anterior, que son principalmente las siguientes: 1°. La
prohibición absoluta del peculio bajo ningún pretexto, y el precepto de que
toda cantidad se guarde en poder del síndico, inclusas las que los parientes y
amigos regalen al fraile para atender a alguna especial necesidad. —2°. La
prohibición de viajar de otro modo que no sea a pie, a no mediar licencia por
escrito del Superior. —3° El riguroso precepto de las medias horas de
meditación diarias, y el mandato de que el Guardián fácil en dispensarlas sea
depuesto, decidido y acertado empeño. — 4°. La prohibición de salir del
convento sin licencia del Superior y sin compañero. —Y 5°. La exhortación a la
caridad fraterna; en lo que veo un indicio de que la idea liberal había quizá
invadido alguna cabeza franciscana, y por ende producido alguna división.
Y si en la demostración del enérgico empeño de los
Superiores de restablecer observancia, estos datos no bastaran, aparece el
Breve de Pío VII de 25 de mayo de 1818, por el que el Pontífice nombra
comisario apostólico al General español Fr. Cirilo de Alameda, invistiéndole
para la reforma de la disciplina de amplísimas facultades que le ponen sobre
las leyes ordinarias de la Orden.
Entre estos trabajos de edificación sobrevino
repentinamente la tempestad de 1820 al 1823, que en mayor o menor grado debió contrariarlos, pero menos
recia y duradera que la napoleónica, apenas dejó "huellas; y pasada, los
superiores continuaron sus empeños ya por medio de pastorales, ya de visitas,
ya por la celebración de Capítulos provinciales é intermedios, ya por todo
medio, logrando en gran parte el efecto deseado, como evidentemente se
desprende del lenguaje tranquilo y manso de las pastorales y demás documentos
de este tiempo. Finalmente, el celo de los superiores alcanzó lo que hacía 62
años no había obtenido, esto es la celebración de un Capítulo General, logrando
la del nunca bastantemente ponderado de Alcalá de Henares de 1830; el cual, si
no dejó a la Orden sin mancha y sin arruga, meta imposible en la tierra, dejóla
cerca de ella, como diré y demostraré muy luego.
Ignorando voluntaria o involuntariamente todos estos
datos los autores revolucionarios, aun aquellos que reprueban el modo brutal de
la exclaustración de 1835, adversos como son a las órdenes monásticas, alegan
para disfrazar su enemiga masónica la pretendida decadencia de la disciplina y
espíritu regular de los conventos. No dijeran tal si les guiara el sincero amor
a la verdad, y por lo mismo se hubiesen tomado la pena de examinar los hechos,
y con ellos comprobar sus afirmaciones. De hacerlo vieran todos los edificantes
actos de la vida religiosa que arriba en este mismo párrafo reseñé. Vieran
aquel mortificado noviciado exactísimo en todas sus prácticas. Vieran a los
novicios en la cocina divididos en dos secciones, una lavando humildemente los
platos, mientras la otra, colocada allí tras de "un gran atril, cantaba el
oficio parvo, al que respondía la primera. Vieran la sencillez y pobreza de
aquellos novicios, que celebraron como preciosísimo regalo el de los enseres de
escribir usados por el Padre General en su visita poco anterior al 1835,
otorgado por el mismo General al novicio Buldú, que le sirvió. Vieran al
célebre Padre Pedro Gual, entonces novicio, empeñarse en lavar los pies al
donado Antonio Vivó que en su convalecencia le servía, y luego a éste, para
detenerle en su empeño, exigirle, para acceder, la recíproca. Vieran la asiduidad
del trabajo del Padre Francisco Aragonés, que pasaba las noches en claro, al
par que, lleno de fervor santo, si por un lado guardaba perpetuo silencio, por
otro cuando en los corredores hallaba un novicio introducíalo en su celda,
poníale ante un Crucifijo y le dirigía una piadosísima exhortación a la virtud
.Vieran el aseo de la iglesia, del cual nos certifican las palabras de Don José
Oriol Mestres arriba citadas, y el aseo y orden esmeradísimo que por mis ojos
he observado en los actuales conventos de la misma Orden que llevo visitados.
Vieran aquellas bien dispuestas cuentas que los conventos rendían en cada
Capítulo provincial y en cada intermedio, algunas de las cuales examiné por mis
propios ojos en el Archivo Real de la Corona de Aragón, en limpio y muy
ordenado libro de ellas. Vieran al pie de cada cuenta la renuncia que de su
cargo presentaba el Guardián, y allí mismo también el certificado de haber la
comunidad practicado ejercicios espirituales. Vieran la constante y regular
celebración de aquellas salutíferas asambleas, los Capítulos. Vieran aquel
devotísimo Via-crucis de los viernes de cuaresma que en Barcelona se
hacía en el claustro, y aquella tierna Salve cantada por toda la comunidad en
el templo los sábados Vieran a los franciscos
apenas escapados de las garras de la fiera de la noche de Santiago, y separados
de los puñales revolucionarios sólo por los muros de Montjuich, vieran, digo,
allí a los franciscos, a pesar de las agrias angustias que sufrían, continuar
sus prácticas de comunidad, y en común, como en su claustro, efectuar las
meditaciones, rezos y demás, prueba evidente de su amor a la disciplina y del
imperio que ésta ejercía sobre los ánimos de aquellos atribulados. Vieran
aquella multitud de religiosos, que arrojados del convento en el nefasto año
1835 marchan al pronto a Francia e Italia, pero luego en alas de su celo vuelan
a las misiones de América, de entre los cuales recuerdo las expediciones a Bolivia
y Perú que por los años de 1837 guio el Padre Andrés Herrero, y a los Padres
Gual, autor de notabilísimos libros, que marchó al Perú en 1847 , al Padre José
María Ciuret, partido para Bolivia por los mismos años, donde trabajó cuarenta
, al Padre Lorenzo Badía que murió en Arequipa, al Padre Rafael Sans, que ha
pasado su vida en las misiones de América del Sur, donde ha desempeñado
honrosísimos cargos, y a otros mil. Vieran, o mejor oyeran, al mismo Padre
Pedro Gual ponderando después, cuando viejo, en ocasión de haber regresado a España,
no para gozar aquí de descanso, sino para reclutar jóvenes para sus misiones,
oyéranle, digo, ponderar el edificantísimo espíritu de los jóvenes franciscos
catalanes del 35 y la brillantez que en todos terrenos mostraba aquella
juventud. Yo, decía, deseaba que me mataran para ser mártir. Vieran lo que
veían todos los que entraban en San Francisco de Asís, y trataban con intimidad
a los frailes, y no vieran lo que han propalado, escribiendo o dibujando,
aquellos que nunca alternaron con los religiosos. Oyeran a testigos presenciales,
como monaguillos de sus conventos, a los que llevo interrogados, en fin,
contemporáneos de todo partido, certificándome que nunca notaron los extravíos
imputados. Vieran la casi unanimidad de opiniones político-religiosas de estos
frailes, pues los franciscos (¿por qué no decirlo si el liberalismo es pecado?)
todos, menos una muy exigua minoría de pocos individuos de la que hablaré en
sus lugares, profesaban convicciones antiliberales, con causa del odio de los
revolucionarios contra los frailes. Vieran a muchos pueblos y a muchos obispos
de los lugares donde antes de las turbulencias del primer cuarto de este siglo XIX
hubo convento, pasadas aquéllas, pedir con insistencia su restablecimiento.
Oyeran al General de la Orden Malcampo exclamar: «¡Con cuánta satisfacción
recibimos diariamente exposiciones de Rdos Obispos, Cabildos Eclesiásticos, Ayuntamientos,
Justicias y Párrocos pidiéndonos Religiosos para desempeñar los ministerios de
sus Iglesias! ¡Con cuánta insistencia nos han pedido la reedificación de
algunos conventos ofreciéndose las Justicias y el clero a contribuir con sus
intereses y aun con sus mismas personas!».
Pues bien, se dirá aquí: ¿debemos confesar que la
observancia llegaba en los franciscos a su mayor perfección? Lejos de mi ánimo
exageraciones y apasionamientos: la verdad busqué con mil preguntas e
investigaciones, y no dudo haberla hallado en dos testimonios. Forman el
primero las siguientes palabras del virtuoso, sabio y frío P. Ramón Buldú,
profeso que fue del convento de Barcelona antes del 35, y en estos últimos años
restaurador de la Orden en Cataluña: «En toda Orden, me dijo, y hasta en la
Iglesia misma, hay que distinguir dos períodos, el de la fundación y el de la
vida posterior. En el primero Dios se complace en hacer brillar grandes
virtudes, grandes fervores y santos con su aureola de milagros. Así la Iglesia
tuvo en los primitivos tiempos la época de los apóstoles y de los infinitos
mártires; y las órdenes monásticas los hechos heroicos y el pleno espíritu de
los fundadores, con una cohorte de santos, discípulos inmediatos de aquéllos.
Después decrece un tanto aquel antiguo fervor, pero continúa la santidad en la
Iglesia, y en muchas órdenes regulares el cumplimiento de la regla y el
espíritu de la fundación. Dios dispone el extraordinario fervor de los
fundadores y de sus compañeros para arraigar el árbol de su fundación. Pues
bien, el fervor de un San Francisco y de un San Antonio con sus milagros no
existía en la Orden en 1835; pero, esto exceptuado, la religión franciscana
estaba en todo el vigor de la observancia, y el fraile más tibio era mucho más
edificante que el cristiano más ejemplar.» Constituye el segundo testimonio la
pastoral que desde el convento de San Francisco de Barcelona, en 11 de junio de
1834, el nuevo Provincial Fr. Buenaventura Clariana dirige a sus frailes al
ingresar en el cargo. En ella con la mano diestra dibuja el elogio de la
observancia de su provincia, y en verdad usa colores subidos; y con la
siniestra indica las quiebras, las que, según se desprende de las mismas
palabras, no alcanzan marcada importancia. Dice así: «Es verdad que la
Provincia, de quien somos Prelado Superior y Jefe, tiene sentados con no menos
justicia que gloria los créditos de Religiosa, de observante celosa de la disciplina
regular. Pero ¿podré con eso contar con tanta confianza que en medio de sus
hermosos y brillantes resplandores de virtud, perfección y santidad, no se
descubran algunas manchas bastantes a obscurecerlos aunque no a eclipsarlos? - Quisiera
el cielo que fuera así... Debemos confesar, RR. PP. y HH. míos, que estos son
unos males inseparables de los cuerpos más puros y más bien complexionados, que
son unos resultados necesarios de la debilidad y flaqueza del ser del hombre...
Es verdad que tenemos el consuelo de conocer a muchos súbditos celosos de
nuestro apostólico instituto, de mirar en nuestro convento la observancia de
nuestra Santa Regla en toda su pureza, y la disciplina conforme y arreglada a nuestras
leyes...» Hasta aquí los elogios, que no carecen de acentuación, pues afirma
públicamente que con justicia y gloria esta provincia tiene ganado el crédito
de religiosa, de observante y de celosa de la disciplina regular, y que en el
convento de esta ciudad reina la observancia de la regla en toda su pureza y la
disciplina franciscana. Pero sigue la enumeración de los defectos cuando dice:
«¿Podemos negar que faltan defectos, que se descubren inobservancias, faltas de
regularidad, tibiezas en la oración, en el oficio divino, en las prácticas
devotas, aversiones recíprocas, odios y rencores en perjuicio de la caridad y
descrédito de la vida religiosa?... Es indispensable acabar con estas faltas y
transgresiones, que semejantes a las pequeñas zorras de que habla el Sabio (Cant.
2), talarían y aniquilarían esta abundante viña del Señor». Nadie podrá
pretextar que oculto la verdad, ya que copio literalmente la reseña de las
manchas que el Provincial señala; y por su lectura deberá el imparcial
convencerse de la leve importancia de ellas. El mismo prelado, valiéndose de
palabras del sagrado texto, que todos los autores ascéticos aplican a las
faltas veniales, y sólo a las veniales, las califica de pequeñas sorras,
no de lobos, ni de leones, ni de tempestades, ni granizos, que fácilmente asuelen
los viñedos; de donde por legítima consecuencia fluye que él mismo las juzga
leves. Además ya antes de exponerlas vertió la misma apreciación cuando
confiesa que son «unos males inseparables de los cuerpos más puros y más bien
complexionados.» Es decir, que en resumen viene a declarar que la provincia
franciscana, como compuesta de hombres, llega a subidísimo punto de
observancia, pero que tiene pequeñas manchas que la distinguen de una sociedad
de ángeles.
Por otro lado, mil abonados testigos convinieron en la
poquedad de estas faltas, reduciéndolas a alguna escapatoria o paseo sin el
debido permiso del Guardián, contrabando que el ponderativo Provincial citado
calificaría sin duda de transgresión de uno de los principales preceptos de la
Regla; a alguna partida de juego de naipes sin interés en oculta celda durante
un recreo, a alguna ingeniosa al par que chistosa rapiña de postres, perpetrada
por los jóvenes, etc. Alguna mayor gravedad que estas chiquilladas importa la
falta de caridad, o enemistades entre los frailes, que escribe el indicado P.
Clariana; pero hube de darle poca importancia al considerar: 1°. Que ninguno de
los muchos testigos imparciales interrogados por mí después de años del hecho,
ninguno, repito, ni por pienso indicó divisiones, sino que antes al contrario,
algunos me ponderaron la unión casi unánime de los franciscos en punto a política.
2°. Que la misma pastoral poco menos que a renglón seguido de nombrar esta
falta, a ella con las demás la califica de pequeña zorra; y 3°. finalmente,
que, a pesar de aquella como unanimidad, no faltaban en la Orden media docena
de liberales, quienes, formando partido, podían dar lugar a esta insinuada
división, que en nada afectaría el gran núcleo de los religiosos. Resulta,
pues, en definitiva, que entre los franciscos en los días de su exclaustración
imperaba la observancia, que las quiebras de ésta no llegaban a graves, y que
ni aun así eran ni remotamente toleradas por los superiores.
Contra esta afirmación quizá se alegará el hecho de que,
en el período constitucional, o sea de 1820 a 1823, se secularizasen en
Cataluña una treintena de frailes franciscos. De octubre de 1820 a julio de
1821, época del mayor empeño en secularizarse, lo efectuaron, según anuncio del
gobierno revolucionario, 29 franciscos. Suponiendo que después de aquel hervor
aún se secularizase algún otro, nunca el número de los desfrailados pasaría de
treinta y tantos, y por esto escribo una treintena. En vista de estos
datos confesará por un lado todo imparcial que el número de treinta comparado
con los centenares que poblaban los treinta y dos conventos no merece mención;
y por otro que los secularizados de aquel tiempo eran por regla general los
liberales y los mal avenidos con la rigidez de la observancia; y así que su salida
del claustro, mejor favoreció a la observancia que la dañaba, librando a los
conventos de quien no la amaba.
Terminemos ya este asunto del estado de la disciplina, no
sin antes alegar como punto final un hecho que abona el proceder de los jóvenes
frailes. Cuando el General de la Orden poco antes de la última exclaustración
pasó visita al convento de Barcelona, dirigiéndose a los coristas, les dijo que
tenía noticia de su observancia y de que cumplían con su deber, y que en muestra
de su satisfacción les concedía por este motivo tres días de campo. La
diversión, que consistió en ir a pie tres días por la mañana a Pedralbes, y
volver por la tarde, presta doble testimonio, o sea el de la observancia del
coristado y de la sencillez francisca. Convienen cuantos conocieron a la Orden
en Cataluña de 1835 en la brillantez de su juventud, sobresaliente por su
observancia, virtud y saber.
Y no sólo brillaban por su ciencia y otras dotes los
jóvenes, sino toda la corporación, de lo que nos certifica el considerable
número de hombres notables que produjo en sus últimos tiempos, quienes
adquirieron justo renombre unos antes y otros después de la exclaustración. He
aquí la reseña de los principales.
El Padre José Rius, quien una vez profeso, fue destinado
a Escornalbou, para esperar allí la apertura del próximo curso, y de
consiguiente sólo por unos meses, durante los cuales aprendió perfectamente el
griego. Sus conocimientos se extendían a toda disciplina, pero especialmente a Religión
y lenguas. Una de las dos clases de que estaban encargados los franciscos en la
universidad de Cervera la desempeñaba Rius, el más lucido de los regulares que
allí ejercían tales cargos. Explicaba Religión, y a pesar de que a su aula
concurrían los alumnos de todas las facultades, inclusa la de Medicina, y a pesar
de la revolución que bullía en las ideas, el silencio y respeto que su saber
imponía a la numerosa concurrencia era completo. Se le ofrecieron tres mitras
que humildemente rechazó. Entre ellas la de Urgel, para la que al rehusarla él
mismo indicó al Abad de Montserrat Guardiola, que realmente empuñó el báculo.
Igualmente rechazó el generalato de la Orden con el que quiso investirle el
Capítulo general de Alcalá de 1830. Su pluma produjo varias interesantes obras,
de las cuales la más notable es el Tractatus de vera religione. En 1833,
en Cervera murió.
El Padre Francisco María Pedrerol, natural de Barcelona,
ocupaba la otra cátedra de la universidad de Cervera, y allí y en Igualada,
donde vivió sus últimos años, y en todas partes gozó gran fama de sabio.
El Padre Matías Espinas, salido del colegio de San
Buenaventura, a donde había entrado por oposición, leyó Filosofía en su
convento de Barcelona, teniendo por discípulos a los célebres frailes Buldú,
Salvador Mestres, Gual, etc. Muerto el nombrado Padre Rius, ocupó su vacante en
la universidad de Cervera. Después de la exclaustración enseñó Moral en el
seminario de Rávena, donde el Cardenal le distinguía con su particular
dilección; y regresado a España, desempeñó la cátedra de lugares teológicos en
el de Barcelona. Por boca de sus discípulos, tales como el señor Cardenal
Casañas y otros hombres notables, he oído calificarle de muy profundo y sabio teólogo.
El Padre Francisco Aragonés fue compañero del nombrado
arriba Padre Rius en la corta estancia de Escornalbou, y en aquellos meses en
que Rius aprendió el griego, Aragonés aprendió de memoria gran parte de la
Sagrada Escritura. El mismo, defendiéndose de los ataques de los autores
revolucionarios, y hablando como en tercera persona del Filósofo arrinconado,
seudónimo bajo el cual solía él ocultar su nombre, escribe que «era muy joven
todavía cuando había leído ya varias veces toda la Biblia con sus principales
expositores; y al último de su adolescencia sabía de memoria todo lo que tenía
relación con aquellos misterios y prerrogativas, tanto que podía citar hasta
los versos de los profetas y demás autores sagrados en que se trataba de algún
modo de su Dios humana-nado.» Fue lector, definidor, padre de provincia y
cronista de la provincia regular. Rayaba en lo increíble su aplicación al
estudio y trabajo, en los que empleaba la mayor parte de la noche, y con tanta
afición que, engolfado en ellos, se le pasaba a veces toda en claro, de modo
que a la hora de la Misa, sorprendido por el monacillo que acudía a llamarle,
reñíale porque A su parecer le avisaba antes de tiempo. Guardaba completo
silencio y la santidad trasudaba por todos sus poros. Su aspecto exterior bien
lo manifestaba, pues quien le trató en la vejez me lo pintaba hombre alto,
flaco y encorvado. Alcanzóle el 1835, y en 4 de marzo de 1837 murió en el
cuarto de San Francisco de Asís del hospital de la Santa Cruz de esta ciudad,
donde poco antes le había visitado el donado D. Antonio Vivó, como me consta de
su propia boca.
Decidido y valiente campeón de la fe y de la patria, con
la palabra y con la pluma pugnó contra los franceses, los doceanistas y los
impíos constitucionales del 1820. Así con sus persuasiones logró en 1812 que el
célebre obispo de Vich señor Vean y Mola «no consintiese de modo alguno la
publicación de aquel decreto (el de abolición de la Inquisición) en el
ofertorio de la Misa...». Así publicó entonces varios opúsculos contra los
revolucionarios de Cádiz. En el período constitucional dio al público varias
cartas en las que combatió al perverso don Antonio Llorente, al cismático D.
Macario Padua Melato, que no era otro que el obispo D. Félix Amat, y a otros
impíos, lo que le valió la persecución de aquellos por antítesis llamados
liberales, y verse precisado a cruzar el Pirineo. Desde Francia continuó
combatiendo con la pluma contra la revolución lo mismo que a su regreso del
destierro.
Escribió igualmente la Historia de Jesucristo y
otros libros; pero de ellos merece aquí especial mención la titulada: El Filósofo
arrinconado. Frailes Franciscos de Cataluña. Su historia de veinte años, o sea,
lo que hicieron y padecieron por la Religión, por el Rey y por la Patria, desde
el año ocho hasta el veinte y ocho del siglo decimonono. El título lo dice
todo, y comprenderá el más lerdo que en mis trabajos ha de prestar este libro
gran servicio. Imprimiéronse en 1833 en casa Rubió de Barcelona las tres
primeras entregas, que abarcaban el período del año 1808 al 1820; pero no se
lanzaron al público porque en vista del espíritu varonilmente
antirrevolucionario que en ellas palpita, y de los peligros que a la sazón
amenazaban a las órdenes monásticas, los superiores temieron irritar a la fiera
y estimaron prudente esperar para la divulgación del libro época más propicia,
la que para ellos no ha llegado hasta 1891 en que el actual P. Provincial Fr.
Jerónimo Aguillo ha dado al público impresas no sólo lastres dichas entregas,
sino todo el resto de la obra que existía manuscrito y, perdido en el naufragio
de 1835, había pasado por mil terribles peligros. El P. Mestres decía en 1857:
«hallé por casualidad el manuscrito en un baratillo de libros de donde lo
recogí». Por los años aproximadamente de 1884 me los prestó bondadosamente el
conocido bibliófilo, amigo mío, D. Luis de Mayora, ignorando yo completamente
cómo del P. Mestres pasaron a él. Saqué de ellos numerosos apuntes, y
doliéndome en el alma que joya de tanto valer histórico no estuviera en su
lugar, di noticia de su existencia al entonces Provincial franciscano P. Ramón
Buldú, quien alborozado con el hallazgo, encargóme que en su nombre los pidiera
para el archivo francisco a su antiguo discípulo el entonces poseedor. Noble y
prontamente accedió D. Luis a la demanda, y así los manuscritos, por cierto de
letra diminuta y pulcra, pasaron de mi poder al del P. Buldú, y de este modo el
actual prelado P. Aguillo, para prevenir otro extravío, los dio a la luz en la
dicha fecha de 1891.
El virtuosísimo P. Pedro Gual, después de la
exclaustración, pasó a las misiones del Perú, donde varias veces fue Guardián
de su convento, y después Comisario general de los misioneros de Propaganda
Fide de la América meridional. «Fue un virtuoso y sabio misionero, escritor
distinguido y noble campeón de la causa católica en el Perú, en donde defendió
denodadamente a la Iglesia». Escribió muchas y sólidas obras, entre las que
descuellan El equilibrio entre las dos potestades y La vida de Jesús por
Ernesto Renán ante el tribunal de la Filosofía y de la Historia.
Mi padre, hijo de la provincia de Gerona, hablábame con
gran encomio del padre Manuel Cúndaro, en lo que no hacía más que reflejar el
sentir de sus contemporáneos. «Fue capitán de la séptima compañía de la Cruzada
gerundense» y como tal durante el sitio estuvo al frente del baluarte de la
Merced, puesto al cuidado de los regulares. «Cuantas veces probó el enemigo
atacar y asaltar por aquella parte, otras tantas fue rechazado con el acierto y
un valor increíble.» A la sazón era «lector de Sagrada Teología, después
jubilado y definidor de la provincia, religioso de mucha virtud, de un talento
extraordinario, muy erudito, dotado de mucha facilidad en concebir las ideas...
y brillantez en expresarlas...». Entre otras obras escribió una detallada
historia de los sucesos de Gerona desde la entrada en España del francés hasta
su salida.
Mereció igualmente renombre el Padre Francisco Anglada,
Guardián del convento de Gerona en el año de la exclaustración. Lector de
Teología en la Orden, mereció después ser catedrático de la misma ciencia en
Tarragona, muy querido del señor Arzobispo Echanove, confesor de tres obispos.
Publicó una novela religiosa de vivo y delicado sentimiento titulada: Plácido
y Ticiana.
Todos conocimos y tratamos al humilde al parque sabio y
profundo P. Ramón Buldú, cuyas virtudes y sermones, y libros estuvieron a la
vista de cuantos en estos años hemos habitado la ciudad condal. La erudición,
lógica y elocuencia desplegadas en las cuaresmas que predicó en la Catedral por
los años aproximadamente de 1847 a 1852, disiparon la terrible prevención que
en los anteriores había la impiedad sembrado contra las órdenes monásticas.
Escribió muchos opúsculos, dirigió la publicación de otras obras, entre las que
ocupa el primer lugar La Historia de la Iglesia de España. Cábele al P.
Buldú la gloria de haber fundado las Hermanas franciscanas, y ser el
restaurador de su Orden en Cataluña en este último tercio del siglo XIX.
Debiérase ahora dedicar un aparte al «conceptuado sabio
de primer orden en el libro, la cátedra y el pulpito» P. Francisco Mestres, de
todos mis coetáneos conocido, y otro aparte al hermano de éste, D Salvador
Mestres; pero temiendo traspasar los justos límites de esta obra, los omito.
Otra tal injuria infiero al gran número de predicadores elocuentes, que en los
franciscos brillaron durante este mi siglo antes y después de la
exclaustración, de entre los cuales recuerdo a los Padres Manuel Font y José
Feu, éste además Provincial, quienes predicaron con universal aplauso los
sermones de Cuaresma al Acuerdo, o sea a
los magistrados de la Audiencia, que en ciertos días de la semana acudían en
cuerpo a Santa María para oír la divina palabra; al P. Oró, muy célebre
predicador de la región de Berga, y a otros. Omito igualmente hacer mención de
religiosos notables por diversos conceptos, de los que recuerdo a los Padres
Juan Marqués, Provincial, y José Montblanch, quienes por humildad rehusaron
aceptar las mitras que se les ofrecían; los P. Antonio Ala-bau, Provincial y
Director de hospitales militares durante la guerra de la Independencia, Moliner
y otros.
Inmediatamente después de la catástrofe de 1835 los
frailes de todas las Ordenes huyeron a extrañas tierras; más al cabo de un
tiempo, regresados muchos, los vimos en nuestra ciudad y diócesis llenando los
pulpitos, los confesonarios, la dirección de los conventos de monjas, las
clases religiosas, la cura de hospicios y hospitales, en una palabra, los
ministerios sacerdotales, y desempeñarlos asidua y cumplidamente, y esto lo
vimos todos por nuestros ojos. En fin, la virtud, saber y laboriosidad de la
generalidad de los franciscos ha estado a la vista y por lo mismo en la
conciencia de todos.
He aquí la reseña de los capítulos provinciales del siglo
XIX, y los nombres de los Ministros también Provinciales en ellos elegidos. En
1800, el ministro se llamaba Padre Francisco Barrera, quien en el Capítulo de
26 de mayo de 1801 fue substituido por el Padre Francisco Escarrá. El siguiente
Capítulo, reunido en 26 de mayo de 1804, nombró al Padre Bernardino Sala; así
como el de 24 de octubre de 1807 eligió al Padre Antonio Alabau; quien, como
arriba se dijo, sostuvo el peso del gobierno regular de la provincia hasta el
siguiente Capítulo de 26 de agosto de 1815, en el que se nombró al Padre
Narciso Lalana. El próximo Capítulo de 31 de octubre de 1818 eligió al Padre
Félix Fuster. El inmediato, reunido en 28 de abril de 1824, nombró al Padre
José Planes. El de 25 de noviembre de 1826, al Padre Antonio Marqués. Del
siguiente, o sea de el de 17 de octubre de 1829, salió Provincial el Padre
Pablo Aragó; y del postrero, celebrado en 24 de agosto de 1833, el Padre José
Feu, quien sin duda murió muy luego, pues en los aciagos momentos de la
exclaustración de 1835 gobernaba la provincia el Vicario provincial Padre
Buenaventura Clariana. En los tiempos intermedios de uno a otro Capítulo
aunáronse las congregaciones por esta razón llamadas también intermedias,
siendo la última la de 6 de abril de 1835.
Acuarela representando el desapareció el convento Barcelonés, obra de Joaquín Mosteyrin, barón de Bellviure |
Pisos de alquiler construidos el en solar del convento. |
Convento de San Francisco visto desde muralla de mar, 1826 Adolphe Hedwige Alphonse Delamare - MNAC |
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